lunes, 29 de septiembre de 2008

OIGA, ¿Y CÓMO RESPONDERÍA USTED A LA PREGUNTA FORMULADA?


Pues a la pregunta de si soy católico respondería que sí, a la de si soy de izquierdas, que no sé, a la de si soy homo o heterosexual, que de momento soy lo segundo, a la de si soy del Opus Dei, que no…a la de lo que fuere, que estoy hasta los mismísimos güevos de tanta pregunta estúpida que se nos formula o se hace sobre cualquiera de nosotros sin ni siquiera ser conscientes la mayoría de las veces de su formulación y mucho menos de su respuesta. Aquí lo único cierto es que todas esas preguntas y respuestas forman parte de una faceta despreciable –en cuanto a tiempo, me refiero- del conjunto de congéneres que viven en nuestra familia ampliada, nuestra calle, nuestro pueblo o ciudad, nuestro lugar de trabajo, nuestro bar matutino, vespertino o nocturno, nuestro kiosco o, en fin, nuestra gasolinera de referencia. La masa no sólo vive de las revistas del corazón y del periodismo amarillo, sino de hurgar cotidianamente en la vida de los familiares y conocidos. Precisan hacerlo, seguramente, para no tener que sufrir –piensan ellos y ellas y presupongo yo que lo hacen- ponerse a leer cualquier libro de buena literatura, lo que para ellos y ellas –es otra presunción iuris tantum- sería una terrible pérdida de tiempo (durante el franquismo, recuerdo que en la “Librería Morales”, frente a la Iglesia de San Agustín y al Instituto, se alquilaban novelas del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía (¿?). Hoy hemos progresado y lo que se alquilan son videos, fundamentalmente de contenido pornográfico, que poco contribuyen, creo yo, a estimular la lectura. Como es obvio, Franco no pretendía favorecer el sentido crítico de los españoles, pero me temo que los gobiernos democráticos tampoco).

Suelo comprar a diario el periódico El País y, en ocasiones, El Mundo o el ABC. Después de casi ocho años haciéndolo en mi gasolinera (que ya quisiera yo que lo fuera en términos de propiedad), la señora que me atiende se atrevió a preguntarme hace unos días si yo era del Partido Popular, pues me confesó que llevaba mucho tiempo un tanto mosqueada, pues la compra del ABC era un signo inequívoco de mi posible pertenencia a la derecha, en tanto que la de El País, de mi pertenencia a la izquierda. En cuanto a El Mundo –le pregunté yo- la respuesta fue que podía ser del PSOE o del PP o apolítico. De manera educada y con una sonrisa amigable le conteste que ni era del PP, ni del PSOE ni de Coalición Canaria, y mucho menos, del MPIAC, pues ya hace tiempo que dejé de comprar El Día. Soy de mí mismo, y he votado en democracia al PP, al PSOE y a Coalición Canaria. ¿Le basta con esto camarada, digo, Señora? Esta última pregunta no fui capaz de formulársela a la Señora, pero a punto estuve. La madre que la parió…

Estos días, muchos españoles que están al tanto de la cosa política se han preguntado por las razones que han llevado al Sr. Zapatero a proponer como presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo a un juez que resulta que es más católico y de derechas que el copón (la pregunta-respuesta “condenatoria” ya existía para determinadas sectas y, además, todo se reduce a presentar lo accesorio como esencial). Estoy convencido de que este señor al que han propuesto es no sólo una persona honesta respecto a la cual hay que presumir actuará con independencia. Lo que resulta en todo caso más que sorprendente es que no haya habido ni un solo vocal del Consejo General del Poder Judicial (ni de los nombrados por el PSOE ni de los nombrados por el PP, CIU o PNV) que se haya atrevido a contravenir lo ordenado por sus respectivos jefes de filas. Esto sí que merece una pregunta expresa por parte de algún diputado o diputada al Sr. Rodríguez Zapatero y también al Sr. Rajoy, respecto a cómo los partidos burlan a diario el sistema democrático y el principio de separación de poderes, y cómo los designados por éstos actúan como auténticos borregos. Pero no parece que este tipo de preguntas sean hoy procedentes. Mal asunto para la democracia, que precisa permanentemente de auténticas preguntas que rara vez son formuladas por los mediocres políticos que dicen representarnos. Mejor el chismorreo propio de las preguntas innecesarias que nos hacen cada vez un poquito más estúpidos…

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