jueves, 31 de julio de 2008

APRENDER DE LA CRISIS DESDE LA CRISIS


Partamos de un reconocimiento: el poder satisfacer cada vez más “nuevas necesidades” de consumo de bienes y servicios, no sólo es una ley de funcionamiento del capitalismo, sino que es también una ley que explica el comportamiento de los seres humanos. La ideología de izquierda que opera en las sociedades capitalistas, tiende todavía a presentar como ley propia del sistema capitalista el consumismo y el afán de riqueza. Es una ley que sirve para explicar una de las características propias del sistema económico y, sobre todo, es una ley que sirve para justificar, si no su derogación radical para ser sustituida por otra (implantación del sistema económico socialista), sí al menos el control de sus efectos “intrínsecamente perniciosos” a través del control establecido por el poder público.

Sin embargo, las tendencias consumistas y el afán de alcanzar poder y riqueza, más que predicarse como propias de un determinado sistema económico y ser calificadas como fuerzas negativas del mismo que precisan ser “controladas”, se configuran en realidad como tendencias innatas a los seres humanos. Hasta el presente, esas tendencias han fundamentado el desarrollo del sistema capitalista y han “derrotado” las creencias contrarias que parten de considerar que las mismas no son innatas al hombre, sino producto exclusivo del capitalismo. Y es que, como acertadamente ya señalaba Marx, una cosa es la realidad y otra bien distinta la ideología. Y la realidad parece que lo que nos indica es que el hombre no sólo se limita a cubrir sus necesidades vitales mínimas que en todo caso resultan imprescindibles, sino que a partir de ese estadio se empieza a inventar nuevas necesidades que siendo por sí mismas superfluas, determinarán sin embargo luego su sistema económico, político, jurídico y hasta religioso.

Y en esas estamos hoy los españolitos. Impregnados hasta la médula del espíritu consumista, estamos orgullosos de ser la décima potencia industrial del mundo; ser el país europeo que más inmuebles ha construido en la última década; tener carreteras y vías de circunvalación modernas y cada vez más largas y anchas (el largo, sobre todo, ya se sabe que es también una obsesión innata no tanto al capitalismo como al macho humano, y si ya es español no digamos, y aquí no hay aún distingos artificiales dependiendo de la Comunidad Autónoma a la que se pertenezca); fabricar y utilizar vehículos de tracción mecánica, viajar a Bali y otras estupideces por el estilo; presentar como símbolo de los nuevos y cada vez más estúpidos tiempos la destrucción de las llamadas “bombas de racimo” por una ministra pacifista, etc., etc.

Con Fernando Martín- Martinsa y la madre que los parió (Entidades financieras, empresarios multimillonarios ignorantes cuya única aportación social, aparte de la consabida creación-destrucción de puestos de trabajo, es ser presidentes de un club deportivo de primera división, etc.), estamos hoy metidos en una típica y ya clásica crisis cíclica del desarrollo capitalista. Nuestra esperanza es exclusivamente esa, la del ciclo, pues como es sabido, los cubanos ya no saben lo que eso significa y están convencidos de que viven en un sistema maligno que es, como el infierno, eterno.

Pero también, la esperanza de algunos es que la crisis nos sirva para reflexionar sobre sus causas y así aprender de los posibles errores y excesos cometidos. Todavía estamos esperando que el Gobierno asuma, al menos, esta función pedagógica y nos deje de tomar el pelo transmitiendo de manera subliminal que el principal responsable de la crisis es G. Bush.

miércoles, 30 de julio de 2008

SOBRE EL PERDÓN Y EL OPTIMISMO


Ante la ofensa o el mal recibido ¿hay que perdonar por principio? Pues sí, pero sin que ello signifique olvidar a aquel que nos ha causado el mal. No se trata de vivir como resentidos, pero sí de vivir con la conciencia del “mal recuerdo” que nos permita adoptar las necesarias medidas preventivas ante la posible repetición de la ofensa. Mientras el olvido supone borrar de nuestra mente con carácter permanente la ofensa recibida, el perdón es un borrado transitorio en aras de la convivencia, pero que activa automáticamente el mal recuerdo mientras convivamos con el ofensor. El olvido supone siempre una vuelta al punto cero y el reinicio de una relación de confianza en las buenas reglas de la convivencia. El perdón es también un paso imprescindible para la convivencia, pero con la conciencia de que el mal cometido puede volver a ser causado. El olvido nos deja inertes ante la posible reproducción del mal en el futuro. El perdón, no; nos exige por propia definición mirar el presente y el futuro con optimismo, pero con la conciencia clara de que hay que velar por los medios que impidan la reproducción del mal y de la ofensa cometida.

Cuando se señala que los pueblos o los individuos que “olvidan” su historia están condenados a repetirla, en realidad se está haciendo referencia a las consecuencias que se derivan del olvido. El mal causado en el pasado debe ser permanentemente recordado por aquellos que lo sufrieron, y no debe ser ignorado por aquellos que no lo sufrieron directamente, pues si así no lo hacen, es posible que lo sufran también en el futuro.

A diferencia de lo que sucede con otros seres vivos, los humanos no hemos generado en nuestros genes un comportamiento automático de autodefensa ante el mal. Las ranas gigantes de piel venenosa que durante millones de años han vivido en Centroamérica, pueden ser engullidas por las serpientes existentes en la misma zona, en tanto estas últimas han generado mecanismos de defensa contra el veneno generado por las ranas. Trasladadas estas últimas a Australia a principios del siglo pasado, las serpientes australianas mueren envenenadas al engullirlas porque sus genes no han desarrollado el correspondiente antídoto ante el mal.

Nelson Mandela, que sufrió personalmente la agresión del racismo y del apartheid de los engreídos y estúpidos blancos en Sudafrica, y que perdonó todos sus crímenes en aras a favorecer la convivencia entre negros y blancos, es un símbolo de las innumerables ventajas que el perdón lleva aparejadas para la humanidad. Sin embargo, la realidad no le ha evitado comprobar cómo su grandioso ejemplo vital no ha sido seguido por muchos de sus compatriotas negros a la hora de perseguir y asesinar por motivos racistas a otros negros inmigrantes venidos a Sudáfrica de países limítrofes.

Sin embargo, y a pesar de todo, lo humanamente encomiable es practicar el optimismo, una de cuyas manifestaciones más sobresalientes es el perdón, y procurar no olvidar en caso alguno la semblanza permanente del mal a fin de procurar evitarlo.

martes, 29 de julio de 2008

HOY TENGO UN MAL DÍA


Una excelente noticia para mí y para mis allegados, pues tener un mal día significa que estamos ante una excepción y no ante la regla general. Lo general es que tenga buenos días, de ahí, que cuando el día se inicia con la predisposición de que el mismo va a ser malo, suele ocurrir que así sea. En esto es fundamental siempre el estado de ánimo, pues aún pudiendo estar presente un mal día por la concurrencia de elementos objetivos que en sí mismos son negativos (notificación de un requerimiento de Hacienda; pequeño choque con el coche; aviso de un corte de luz o agua por obras, etc.), tales aspectos se superan siempre en mejores condiciones con una actitud positiva que negativa. Y no se trata de ser comprensivo con los acontecimientos (p.ej., aceptar de manera complaciente y hasta alegre el requerimiento de Hacienda), sino simplemente, de tratar de impedir que tales acontecimientos por sí mismos o en concurrencia con otros nos puedan afectar a nuestra salud física y mental. Ante el requerimiento de Hacienda podremos bramar y hasta mentar a la madre del ministro del ramo, pero casi simultáneamente debemos empezar a organizar nuestra estrategia de defensa. Además, como esta es una tierra de apariencias y, sobre todo, de mucho mamón envidioso que se alegra del mal que le pueda afectar al vecino, no está del todo desencaminado aplicar lo que ya recoge de manera inteligente el refranero popular: “A mal tiempo, buena cara”.

Pero a diferencia de lo que es tener un mal día por la presencia de factores externos que nos puedan afectar, sucede a veces que el inicio del día lo calificamos como malo a partir de una reflexión sobre nuestra actitud ante determinados acontecimientos vitales. Ocurre esto cuando se nos pone “cara de pollaboba” al pensar que la reacción de nuestros congéneres hubiese podido ser otra de haber sido nuestro comportamiento hacia los mismos menos complaciente, educado, amable o, en otros términos, si el mismo hubiese sido más “hijoputesco”. Se trata de situaciones en las que el trato con una persona o un grupo de ellas, se rige por las mismas reglas que rigen nuestro modo de actuar. En otras palabras, pudiendo nosotros determinar cuáles son esas reglas (p.ej. por nuestra condición de profesores o de jefes de una unidad administrativa, o de una función directiva en el seno de la empresa), creemos que los demás operaran con ellas de la misma forma en que lo hacemos nosotros. La principal de esas reglas es, sin duda, el respeto y la consideración al otro. Cuando esa regla se vulnera por parte del otro, nuestra reacción sólo puede ser una: restablecer la regla mediante el imperium. Si no lo hiciéramos así, mal empezamos el día, pues aparte de que se nos pone cara de “pollaboba”, estaremos contribuyendo de forma decidida a que las reglas desaparezcan y se sustituyan por el caos.
Así que permítanme terminar con un consejo: en ocasiones –aunque no sea verdad- vale más ser calificado de “hijoputa” que de “pollaboba”.

lunes, 28 de julio de 2008

ELRESPETO A LA VIDA PRIVADA Y EL TRIUNFO DEL DERECHO: EL CASO DE MAX MOSLEY.


El contexto. Un personaje público famoso, Max Mosley, presidente de la Federación Internacional del Automóvil (FIA). Unos antecedentes políticos familiares de “película”: su padre, Oswald Mosley, fue uno de los fundadores del movimiento fascista en Gran Bretaña en la década de los treinta, además de tener estrechos lazos de amistad con los principales jerarcas del nacionalsocialismo alemán. Unos medios de información sensacionalistas y mediatizados por la explotación morbosa de los comportamientos sexuales-sentimentales de “los famosos”. Una grabación no consentida de una práctica sexual del personaje de contenido sadomasoquista con prostitutas.

La supuesta denuncia. Un diario británico de carácter sensacionalista (News of the World), hace público un video en el que aparece Max Mosley realizando el referido acto sexual. La razón de ser de la publicación obedece a un motivo supuestamente honorable: denunciar que un personaje público de la categoría de Max Mosley, se dedica a realizar actos sexuales sadomasoquistas en los que se enaltece la ideología nazi (alguna de las prostitutas que azota el culo de Mosley aparece vestida con un uniforme de presa de los campos de concentración creados por los nazis). Se trataba, en definitiva, de denunciar la supuesta burla que Mosley hacía de los millones de víctimas del holocausto nazi.

Las consecuencias. Max Mosley, que tiene sesenta y ocho años, que está casado hace muchos años y tiene dos hijos mayores, manifestó en su momento que las razones aducidas por el tabloide británico para justificar la publicación del video eran absolutamente falsas. Se sentía totalmente destrozado por lo que esa publicación suponía para las relaciones con su mujer y con sus hijos. Se les había hecho un daño –a él y a su familia- total y absolutamente injustificado. Sus relaciones sexuales forman parte de su vida privada y no deberían ser dadas a conocer públicamente. Las imágenes se difunden en los telediarios de todo el mundo (o al menos en los del mundo no musulmán) y aún hoy están en internet.

El juez. Ante la demanda presentada por Max Mosley (téngase en cuenta, a efectos de envidia, que la publicación del video acontece en marzo de 2008 y en julio del mismo año se dicta la sentencia), el juez británico David Eady señala que Max Mosley tenía un derecho de privacidad razonable con relación a sus actividades sexuales (aunque éstas no fueran convencionales), que fueron además llevadas a cabo entre adultos con su consentimiento y en una propiedad privada. No advierte el juez que exista fundamento alguno para afirmar que los participantes trataran de burlarse de las víctimas del Holocausto, por lo que llega a la conclusión de que la noticia no era en caso alguno de interés público. Condena a la empresa editora del diario a pagar una indemnización de 70.000 euros a favor de Max Mosley así como también las costas del juicio (570.000 euros). Para el editor del periódico, Colin Myler, después de esta sentencia, la prensa británica es “hoy menos libre”.

Sin comentarios.

viernes, 25 de julio de 2008

FELONES Y FELONAS O LA TRAICIÓN COMO OBJETIVO


El legislador siempre ha sabido diferenciar entre la alta y la baja traición. La alta traición es un tipo penal debidamente castigado en el Código, en tanto que la baja traición sólo merece como castigo un reproche de indignidad. Sin embargo, en ocasiones, lo que es calificado como delito de alta traición por la legislación de un Estado e imputado a un sujeto determinado, para éste, y para un sector de la sociedad, se conforma como un motivo de orgullo y hasta de heroicidad. Baste pensar en los casos de espías que cumplen su cometido por razones ideológicas y nunca crematísticas. Lo que no parece ofrecer dudas, en cualquier caso, es que la alta o baja traición por razones económicas es siempre detestable.

Pero la traición que todos conocemos y con la que a diario convivimos es aquella que está presente en las relaciones humanas cotidianas, las que se desarrollan en el seno de la familia ampliada, en el trabajo o en la localidad en la que vivimos. Los casos de traición en este ámbito presentan muchas variaciones, pero en lo esencial, responden a dos actitudes típicas que siempre se repiten, ya sea por acción o por omisión. En todos estos casos, la traición supone siempre el rompimiento de una relación de confianza, aún incluso en la hipótesis de que una de las partes no llegue nunca a enterarse de que ese rompimiento se ha producido. En este último supuesto, lo que acontece es una traición a uno mismo, que es una de las manifestaciones más vergonzosas que puede revestir la traición.

En circunstancias de convivencia en paz (pues en guerra confluyen otros factores que modulan de distinta manera la naturaleza e intensidad de la traición), la traición muchas veces aparece asociada a la cobardía. Es un estado de franca cobardía el que explica que el sujeto traicione a otro sujeto, y que además lo haga normalmente por omisión. Para comprobar si el fulano o la fulana sobre el que concurren sospechas de traidor efectivamente lo es, basta con llevar a cabo una sencilla prueba: “poner a parir” de manera desmedida o exagerada a un supuesto amigo suyo y esperar a ver cuál es su reacción. Si sale en su defensa, no será un traidor. Si reacciona con la “callada por respuesta”, está claro que empieza a mostrar signos evidentes de ser un traidor, y si reacciona superando nuestras descalificaciones, está claro que no sólo será un traidor contumaz, sino también, un hijoputa.

El que ejerce socialmente cualquier tipo de manifestación de poder, debería tener como obligación irrenunciable la lectura de esa obra maravillosa de Nicolás Maquiavelo que es El Príncipe. En mi opinión de lector no imparcial, se trata de la primera obra que, con una brevedad y concisión encomiable, analiza de manera meticulosa los comportamientos de casi todas las modalidades de traición que pueden poner en peligro el poder del Príncipe y, por tanto, que pueden estar presentes en las relaciones de los gobernados. En este último sentido, se trata de una magnífica guía para los que no nacemos ni nunca viviremos como vulgares traidores.

jueves, 24 de julio de 2008

RADOVAN KARADZIC


Un presunto genocida que podrá ser finalmente juzgado por el Tribunal Penal Internacional. Su detención es una buena noticia. No será objeto de tortura ni de ningún tipo de vejación contraria a su dignidad como persona. Tendrá derecho a contar con abogado para su defensa en el juicio y en principio se parte de la presunción de que es inocente. Habrá que demostrar su culpabilidad en la comisión de los graves delitos de los que se le acusa. Cuenta a su favor con todos los derechos que no tuvieron aquellos otros miles de bosnios que fueron torturados y asesinados en masa por el simple hecho de ser musulmanes.

Pero de la buena noticia que supone su detención, hay que pasar a considerar la existencia de personas que se han manifestado por las calles de Belgrado en protesta por dicha detención. Se trata de la detención de un héroe que defendió de manera tenaz y con profundas convicciones la unidad territorial de la ex Yugoslavia. Karadzic es ahora una víctima de la Unión Europea y, sobre todo, de los EE.UU. De héroe a villano en virtud de las decisiones “interesadas” de terceros países. Su posible condena será una humillación más para cientos o miles de serbios que consideran que Karadzic simplemente actuó como un buen gobernante en tiempos de guerra. A diferencia de otros, como es el caso del ya fallecido primer presidente de Croacia F. Tudman, mientras Karadzic ha sido objeto de persecución como presunto criminal de guerra, Tudman fue enterrado con los honores de Jefe de Estado previo reconocimiento de su condición de tal por los países miembros de la Unión Europea, empezando por Alemania.

No cabe duda de que siempre es más fácil emitir juicios de absolución y de condena de los participantes en un conflicto, cuando éste es analizado desde fuera, esto es, cuando el que emite el juicio se forma una opinión a través de las informaciones-opiniones que otros le proporcionan. No es que trate yo aquí, como resulta obvio, de defender, comprender o justificar las presuntas atrocidades cometidas u ordenadas cometer por Radovan Karadzic. De lo que se trata es de plantearse una mínima reflexión crítica de las informaciones que nos llegan masivamente a través de los medios de comunicación.

Pensemos, como contraste, en las informaciones sobre ETA. Para nosotros, los españoles, los miembros de ETA son terroristas. Para muchos extranjeros que desconocen el proceso histórico de creación de ETA y del nacionalismo vasco, los militantes de ETA son luchadores por la libertad del pueblo vasco. Sus métodos no sólo están debidamente justificados, sino que están descompensados con la relevancia, importancia y medios del aparato represivo del Estado español. Y no digamos lo que para muchos jóvenes residentes en el País Vasco representan los luchadores de ETA: auténticos héroes que algún día próximo abandonarán la cárcel y podrán vivir en una Euzkadi libre e independiente.

Se trata de una cuestión compleja y de no fácil resolución. Quizás una de las soluciones se encuentre en el respeto al Derecho en su acepción sustantiva de conjunto de principios básicos que en ningún caso pueden ser vulnerados por nadie bajo ningún pretexto. Es este dato el que nos sirve para diferenciarnos de cualquier tipo de terrorismo, ya sea el ejercido ilegítimamente por el Estado como el ejercido por cualquier otro grupo o individuo. Si finalmente Karadzci es declarado culpable, lo será porque violó las reglas más elementales por las que se supone se rigen los seres humanos, ya sea en la guerra o en la paz.


miércoles, 23 de julio de 2008

¿CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE MEJOR?


Más que como afirmación rotunda, cuando se dice que cualquier tiempo pasado fue mejor es porque en ese preciso momento confluyen diversas circunstancias que explican la referida frase como expresión nostálgica de un tiempo ya vivido y como tal oponible tanto al presente como al incierto futuro. El tiempo pasado es evocado casi siempre como un tiempo positivo (el de la infancia, el de la juventud, el de la época de estudiante, el de la mili, el del noviazgo, el de la lucha contra el franquismo…), pues entre otras cosas, nuestra mente se deshace fácilmente de los malos recuerdos producto de las malas experiencias vitales, para conservar sólo aquellos otros que nos han resultado satisfactorios. Es ley de vida o, al menos, lo es para aquellos que deseamos seguir viviendo de acuerdo con estas leyes. En tanto los jóvenes no tienen siquiera tiempo para evocar el pasado, los no tan jóvenes y los más viejos somos cada vez más conscientes del tiempo vivido y del que nos pueda quedar por vivir. Añoramos el pasado en la medida en que sabemos que lo hemos vivido, y cuanto más pasado sea, más habremos vivido. Por ello, cuando el futuro ya empieza a mostrarse como futuro a término por razones naturales, nuestro apego al pasado no es más que la expresión de un sentimiento de impotencia por la imposibilidad de vivir el futuro.

Sin embargo, cuando se dice que cualquier tiempo pasado fue mejor, hay siempre que matizar. ¿Mejor para qué? ¿Mejor para quién? ¿Era mejor para tantos miles de canarios que se vieron obligados a emigrar a América en busca de oportunidades vitales que aquí no se daban? ¿Era mejor para los jóvenes en cuanto a sus posibilidades de acceso a la educación y a la formación? ¿Era mejor para las mujeres que hasta la década de los setenta del siglo pasado tenían limitada su capacidad de obrar por el hecho de ser mujeres? En fin, las cuestiones a plantear podrían ser interminables.

Pero también existe una tendencia innata al ser humano que es aquella que le lleva a plantearse el sentido y significado de lo realizado, o lo que es igual, a indagar y a preguntarse acerca de si lo realizado era lo mejor o, si por el contrario, era lo peor o al menos no era lo más conveniente desde el punto de vista de los intereses de aquellos a los que correspondería vivir el futuro.

Expondré un simple ejemplo. En mi época de adolescente, recuerdo que las matrículas de los coches que entonces circulaban por la calles de mi ciudad estaban en torno al número once mil. En otras palabras, en toda la isla de Tenerife no había más de once mil vehículos. En el tiempo que ha transcurrido desde entonces, hemos llegado hoy a una situación no sólo caótica en cuanto al elevado número de automóviles que copan nuestras cada vez más largas y anchas vías, sino a una situación que nadie con responsabilidades de gobierno es capaz de abordar y plantear en el sentido de preguntarse qué sentido tiene este monstruoso sinsentido. Lo único que se les ocurre es propugnar que sigan aumentando el número de vías a fin de así poder acoger cada día mayor número de coches. En este punto, me sale del alma afirmar con rotundidad que el tiempo pasado de mi adolescencia fue muchísimo mejor que el de hoy. Además, estoy convencido de que ello es verdad. Por eso creo que es suicida seguir cubriendo nuestro frágil y deteriorado territorio insular de nuevas vías, más asfalto y más automóviles.

martes, 22 de julio de 2008

LA VERGÜENZA DEL DEBATE SOBRE LAS BALANZAS FISCALES


¿Por qué tanto revuelo a cuenta de la publicación de las denominadas balanzas fiscales? ¿Acaso porque los datos hechos públicos vienen a poner de manifiesto las diferencias de renta existentes entre unos españoles y otros en función del lugar de residencia? ¿O tal vez porque los mismos son expresivos de un criterio de justicia en el reparto de las cargas públicas que hoy es cada día más cuestionado desde la no disimulada insolidaridad de algunos ricos y a la vez empobrecidos de espíritu? Como acaba de señalar Benedicto XVI en Australia dirigiéndose a los jóvenes, en esta vida no todo se reduce a la consecución del éxito económico, y menos aún, a poner en cuestión un principio de justicia como es el de progresividad en la contribución al sostenimiento de las cargas públicas, esto es, a que contribuyan más los que más tienen.

Pero en realidad, y por muy grande que sea el empeño de Benedicto XVI, el ansia insaciable de los ricos por ser más ricos y por buscar todos los pretextos habidos y por haber para justificar su separación de los que no lo son, es algo muy difícil de contener y controlar. Como este pasado fin de semana ha proclamado el Sr. Montilla, Presidente de la Generalidad de Cataluña, los socialistas catalanes quieren mucho al Presidente del Gobierno de España, pero mucho más quieren a Cataluña. Así que si no lo tenía claro, el Sr. Rodríguez Zapatero ahora lo tiene clarísimo: o cumple con las exigencias que plantea la Generalidad en materia de financiación de la Comunidad Autónoma catalana, o que se atenga a las consecuencias.

Sin embargo, sería erróneo creer que el Sr. Rodríguez Zapatero está siendo objeto de una especie de chantaje por parte del Tripartito catalán y, particularmente, por sus propios correligionarios en Cataluña. Históricamente, en el corto período de vida democrática que hemos disfrutado en este país, los nacionalistas han estado chantajeando de manera reiterada al resto de los españoles. Hasta el último mandato del Presidente Aznar, el Gobierno de la Nación se ha visto compelido a ir cediendo de forma paulatina a las crecientes reivindicaciones de las fuerzas políticas nacionalistas. Con la llegada al poder del Sr. Rodríguez Zapatero, ha acontecido un cambio sustancial en la dinámica señalada: ha sido el propio Gobierno de la Nación el que ha tomado la iniciativa por vía de hecho a la hora de profundizar en la consecución de mayores cuotas de autonomía a favor de determinadas Comunidades. De alguna forma, a través seguramente de la recuperación de la “memoria histórica”, el PSOE ha conectado con las viejas e idílicas visiones del republicanismo federal del XIX y pretenda hoy no ya un Estado federal (este ya existe con las actuales CCAA), sino una confederación de Estados.

Hoy hablamos de la publicación de las balanzas fiscales, aunque no de la situación de injusticia que supone el régimen especial de Navarra y el País Vasco. Mañana es muy probable que sigamos hablando de alguna otra bobería similar, pues ello será la señal inequívoca de que entonces Cataluña ya cuente con un régimen específico o singular e insolidario de financiación. Como dirían los expertos, todo se reduce a cuál sea la metodología seguida en cada caso…

lunes, 21 de julio de 2008

CRISIS INMOBILIARIA Y AUXILIO DEL ESTADO

Hace escasamente unas pocas semanas, el Gobierno de la Nación puso en marcha un proyecto de ley en virtud del cual se decidió finalmente por regular los denominados “chiringuitos” financieros, esto es, personas físicas o sociedades dedicadas a prestar dinero a personas físicas o sociedades en situaciones de auténtico apuro económico y a los que no se exigen demasiados requisitos a la hora de formalizar el préstamo precisamente por la situación de apuro en la que se encuentran, pero a los que sí se exigen unos tipos de interés que algunos califican como usurarios, pero que en realidad se caracterizan por ser simplemente superiores a los intereses medios de mercado. Para los prestamistas se trata de un excelente negocio; para los prestatarios, de la única salida que les queda ante la negativa de los Bancos y Cajas de Ahorro a prestarles más dinero. ¿Era necesaria la regulación de esta actividad de los “chiringuitos” por parte del Estado? Yo creo que sí, entre otras razones, porque ya hemos podido comprobar cómo los presuntamente estafados del caso Forum Filatélico reclaman al Estado que les devuelvan (de los impuestos pagados por todos) el dinero perdido por no haber el Estado supervisado de forma más detenida y minuciosa las actividades desarrolladas por los gestores de esa sociedad privada. Es la vieja y repetida historia: ante las ganancias, privacidad absoluta y poca o nula intervención de los poderes públicos (y menos aún por vía de impuestos, que es la vía por la que los demás participamos de la riqueza de otros); ante las pérdidas, carácter público de las mismas y todo el mundo a pechar en pro del interés general (¿?).

Es cierto que hay determinados supuestos en los que la intervención del Estado se hace necesaria ante situaciones que supondrían el riesgo de quiebra del propio sistema económico capitalista. Lo hemos visto recientemente en EE.UU y Gran Bretaña con la “nacionalización transitoria” de determinadas entidades financieras. Sin embargo, como liberales consecuentes en el terreno económico, debemos propugnar que ante la crisis de una empresa singular, ésta debe enfrentarse por sí sola a las consecuencias derivadas de la misma. Las reglas a aplicar son las reglas del mercado, y nunca las reglas del Estado (aprovechemos para decir que si fueran las reglas del mercado las que rigieran, aunque sólo fuere parcialmente, el funcionamiento de las Universidades públicas españolas, la mayoría de ellas estarían cerradas por ineficaces e ineficientes).

En el caso de la crisis de la inmobiliaria Martinsa-Fadesa, hay algunos que ahora reprochan al Gobierno el no haber concedido finalmente a la empresa, a través del Instituto de Crédito Oficial (ICO), un crédito de 150 millones de euros. Sin embargo, semejante reproche no debería ser hecho en caso alguno al Gobierno, sino en todo caso a las entidades financieras privadas que finalmente decidieron dejar que la inmobiliaria entrara en “suspensión de pagos” por razones estrictamente económicas (Caja Madrid, La Caixa, Banco Popular, etc.). Como contribuyente, tengo claro que esta “pequeña” ayuda económica con fondos públicos, no sólo no hubiera resuelto los problemas de Martinsa-Fadesa, sino que además hubiera supuesto un escarnio para todos aquellos que vivimos pendientes de las variaciones del Euribor para el pago de nuestra hipoteca. Además, no cabe olvidar que los adquirentes de inmuebles de Martinsa-Fadesa pagaron y se hipotecaron por precios que en algunos casos superaron en más de un 125% el coste real de los mismos. En ese amplio margen se halla el fabuloso beneficio de la inmobiliaria, y eso es lo que parece que finalmente ha estallado, pues era insostenible por más tiempo en términos económicos.

viernes, 18 de julio de 2008

"EL PESIMISMO NO CREA EMPLEO"


Estarán de acuerdo conmigo en que estamos ante una frase para la Historia o, al menos, para una futura edición de un libro de citas o de un dietario que las reproduce y reparte para cada uno de los días del año. La ha dicho nuestro Presidente del gobierno, el Sr. Rodríguez Zapatero. Es, aparentemente, el contrapunto a aquella otra proferida por su correligionario en el campo sindical Cándido Méndez: la actual crisis económica que padecemos se debe “a la política ultraliberal del presidente de EE.UU”.

Nuestro Presidente y nuestro representante sindical, como buenos líderes de izquierda, están convencidos de que la crisis es “culpa” del sistema, pero ante la misma corresponde reaccionar de distinta manera, pues no cabe olvidar que en un caso se ostentan responsabilidades de administración de dicho sistema y en el otro de “oposición” al mismo. Dejemos para otro día las supuestas responsabilidades del Presidente de los EE.UU, y más que buscar ahora culpables, tratemos de enfocar la cuestión imbuidos de un beatífico espíritu optimista, condición ésta que según nos dice nuestro Presidente del gobierno es fundamental para crear empleo y no contribuir así a extender los efectos de la desaceleración acelerada de la economía.

Desconozco si el Sr. Rodríguez Zapatero lee o no alguna de esas guías o manuales editados por los perversos norteamericanos al estilo de “Hágase rico en un año. El optimismo al servicio de sus ilimitadas potencialidades humanas”, pero no dudaría que efectivamente esta fuera una de sus fuentes secretas de inspiración en su labor de gobierno.

Resulta cuanto menos difícil contradecir el espíritu optimista que preside las opiniones de nuestro Presidente al referirse a la actual crisis económica. Es más, está muy afianzada en nuestra sociedad la idea de que las cuestiones complicadas hay que abordarlas con espíritu optimista y con la confianza de que así se podrán resolver mejor los problemas. Baste con pensar en la eventualidad de que se nos diagnostique un cáncer. La salida al problema, de existir, nunca podrá venir por la vía del pesimismo del paciente, sino por todo lo contrario.

En consecuencia, creo que el Presidente tiene casi toda la razón en este caso. Hay que abordar el problema de la crisis económica con una actitud optimista. Cabría, sin embargo, hacer una pequeña objeción que, sin pecar de pesimista, sí nos sirviera de referente para el futuro. En la actual crisis, hay manifestaciones de la misma que son propiamente locales o nacionales (desenfreno o desregulación del mercado immobiliario), y parece que lo prudente, antes de abordar con optimismo las posibles soluciones, es diagnosticar con carácter previo las causas del problema. Y no parece que esto se esté haciendo en debida forma.

Para curar –o al menos controlar- el cáncer se precisa del optimismo del paciente, pero también, de un diagnóstico temprano y de unas medidas profilácticas adecuadas. Esta es la auténtica base o fundamento del optimismo del enfermo. Lo otro es pura santería.

jueves, 17 de julio de 2008

BURBUJA INMOBILIARIA


De los tres significados que el Diccionario de la RAE da de la palabra “burbuja”, me quedo con este: “habitáculo hermético y aislado del exterior”. Es verdad que muchos profesores universitarios aún continúan concibiendo la Universidad como una burbuja, pero así como en este caso está justificado el empleo del término para referirnos a esa errónea tendencia de algunos a aislarse de los problemas sociales como algo ajeno a la reflexión científica, no parece que dicho término sea el más idóneo para referirse a la situación que ha tenido y tiene hoy el negocio inmobiliario en España. En todo caso, sólo en un sentido creo que es factible el empleo del término burbuja para este último supuesto: en aquel que identifica a la burbuja como una manifestación efímera de aire atrapado destinada a explosionar y a expandir sus efectos –positivos o negativos- por doquier.

Hay que reconocer que el negocio inmobiliario ha sido en los últimos años uno de los negocios más prósperos y mejor considerados por todos. En la medida en que el negocio crecía y crecía, todo el mundo estaba contento. Los empresarios, porque muchos de ellos se hacían tales de la noche a la mañana. Un día se acostaban como trabajadores de la construcción con sueldos superiores a los catedráticos de universidad, y al día siguiente se levantaban como flamantes empresarios con algunos trabajadores (nacionales o inmigrantes) a su cargo. Los trabajadores, porque era tal el nivel de demanda de mano de obra cualificada y no cualificada, que las situaciones de paro eran totalmente desconocidas en el sector. Las entidades financieras, porque con tipos de interés bajos y larguísimos períodos de tiempo para devolver el capital prestado, ofrecían crédito no ya a cualquiera, pero sí a la mayoría, tanto de empresas constructoras, como de ciudadanos adquirentes de inmuebles, bien para uso propio, bien como inversión especulativa. Las Administraciones locales, porque al margen de los casos puntuales de corrupción asociados con la planificación urbanística, la buena marcha del negocio inmobiliario era fuente de cuantiosos recursos para la Hacienda municipal. A las actividades económicas complementarias de la construcción (fabricación de ladrillos, puertas y ventanas, fontanería, electricidad, calefacción, mobiliario, etc.), pues exactamente igual, su vertiginoso desarrollo traía su razón de ser en el éxito de la actividad constructora de inmuebles, etc.

Ahora que ha estallado la burbuja y que lo ha hecho expandiendo efectos de naturaleza negativa, la preocupación por tales efectos es cada vez más intensa para todos. Ya no se trata de una crisis, ni mucho menos de una desaceleración acelerada, sino de una auténtica catástrofe en términos económicos.
Como ciudadano, pero sobre todo en mi condición de contribuyente, exijo que el Sr. Presidente del Gobierno me explique qué errores ha cometido este Gobierno –y también los anteriores- para que la burbuja inmobiliaria haya estallado de esta forma. No me basta con saber que la principal empresa inmobiliaria de este país ha entrado en un proceso de “suspensión de pagos”, sino que preciso saber por qué ha ocurrido esto y si efectivamente hay responsables de esa crisis. Estoy hasta las narices de oír hablar de la “burbuja inmobiliaria”. Quiero explicaciones racionales y no vacías metáforas que todo y nada explican.

miércoles, 16 de julio de 2008

ESTOS CHICOS (Y CHICAS) DEL PSOE Y SUS FALSAS VERDADES


Que hay militantes honrados, con buena fe, espíritu de sacrificio, generosidad, disciplinados, poco sectarios, trabajadores y demás cualidades propias de buenas personas en el PSC-PSOE, nadie lo duda; exactamente igual que lo contrario, y exactamente igual también que lo que sucede en otros partidos políticos. ¿Cuál es entonces la diferencia que los distingue? Pues me voy a atrever a establecerla aún a riesgo de equivocarme.

Dejando al margen a los viejos militantes y simpatizantes aún vivos que sufrieron la guerra civil y las consecuencias de la misma, y fijándonos en aquellos otros que provienen del último período del franquismo o del postfranquismo (v.gr., Francisco Hernández Spínola o Juan Fernando López de Aguilar), la diferencia que los distingue no es otra que la de considerarse únicos herederos de valores tan sobresalientes, entre otros, como el de la dignidad, la honradez, la justicia, los derechos humanos y la defensa del bien común. Son ellos, y sólo ellos, los que en verdad no sólo defienden tales valores, sino los que a diario “luchan” para su reafirmación, ampliación o establecimiento ex novo. Tales valores se proclaman formalmente como valores de todos (incluyendo por consiguiente a la derecha), pero materialmente los chicos y chicas del PSOE saben a ciencia cierta que son sólo ellos los que en última instancia los tienen asumidos en su fuero interno como valores irrenunciables. En otras palabras, en tanto la derecha se limita a reconocerlos formalmente como consecuencia de una “victoria” de la izquierda (la aprobación de la Constitución), corresponde a la izquierda socialista garantizar en todo caso (desde la calle o desde el gobierno) que dichos valores no se desvirtúen (por la derecha social, política o religiosa), o bien, que los mismos se amplíen (caso del matrimonio homosexual o la anunciada ley de plazos para la regulación del aborto).

La verdad, sin embargo, no se corresponde con esta verdad que tienen asumida los ahora alegres chicos y chicas del PSOE, sobre todo, después de la elección en el último congreso de Leire Pajín como secretaria de organización. La verdad es que la actitud de estos chicos y chicas es manifestación patente del valor que tienen las consignas partidarias e ideológicas a la hora de conformar verdades a medida capaces de incrustarse en el cerebro de los miembros de esa secta en la que se ha transformado el PSOE, y lo que es mucho peor, que se difunden y afianzan entre amplios sectores de la población que aún continúa identificando a los socialistas como antifranquistas, y a los populares como lo contrario.

Cuando miro hacia atrás y comienzo a hacer recuento de muchos de los actuales socialistas que conocí durante el franquismo, mi reacción no puede ser otra que de auténtico estupor: o eran auténticos franquistas activos o resultaron ser más franquistas que Franco una vez recuperada la democracia por la que en ningún caso lucharon. Creo que habrá que empezar a decir verdades tan simples como esta para así contribuir a que no se propague más tanta mentira capaz de seguir deformando los cerebros y los sentimientos de tantos chicos y chicas.

martes, 15 de julio de 2008

DINERO NEGRO E IMPUESTOS


La divergencia entre forma y contenido no sólo es la razón de ser de eso que llaman hipocresía, sino también, la expresión necesaria que adoptan determinados comportamientos humanos a fin de no incurrir en inoportunas confesiones que pueden dar lugar a cuantiosas sanciones pecuniarias por parte de la Hacienda Pública.

¿Conoce usted a alguien que no haya en algún momento de su vida defraudado a la Hacienda Pública? Será difícil encontrar a alguien que abiertamente reconozca la comisión de una infracción tributaria, y no ya por el Santo temor al Fisco, sino porque efectivamente los españoles hemos progresado en la técnica del disimulo. Si hace unos años era motivo de orgullo pregonar a los cuatro vientos que nos habíamos librado por técnicas arteras del pago que nos correspondía hacer a la Hacienda, hoy esto ha cambiado profundamente. De la sana espontaneidad de reconocer como propio y con orgullo un comportamiento socialmente calificado como pícaro, hemos pasado a ser más europeos, o mejor, más británicos: bajo nuestra cara de perfectos cumplidores de la norma, se esconde un mundo más o menos complejo de manifestaciones de economía “sumergida”, dinero “negro”, cajas “B”, contabilidades “paralelas” y un largo etcétera de supuestos similares. En otras palabras, no creo que haya aumentado la “conciencia tributaria” del español medio, sino que lo que ha sucedido es que ha aumentado su nivel de hipocresía.

Pudiera pensarse que tal vez esta conclusión anterior es de naturaleza negativa. Sin embargo, no es así, pues esa patente hipocresía que atribuimos al contribuyente medio no es más que la perfecta correspondencia a aquella otra hipocresía que muestra el Poder público cuando periódicamente nos recuerda que una de sus funciones esenciales es la persecución de los grandes defraudadores tributarios.

He de reconocer que en mi caso aún no he llegado a equiparar el grado de cumplimiento de las normas de tráfico y de las normas tributarias. Las primeras las cumplo prácticamente de forma automática y con inconsciente satisfacción. Es más, me satisface comprobar que se reprimen los comportamientos infractores de tanto desalmado y homicida potencial que pulula por las carreteras. En cambio, con las normas tributarias eso no es así. Es en este punto donde hay que plantearse la necesaria reflexión. ¿Por qué me ocurre esto? ¿Será acaso un problema de ausencia de conciencia cívica? ¿Estará mi cerebro predispuesto a la infracción tributaria? ¿Se tratará de una predisposición genética lombrossiana?

No es este el momento ni el lugar apropiado para desarrollar este tipo de reflexión. Sin embargo, la misma es necesaria y urgente si de verdad pretendemos romper con la hipocresía existente en esto de la lucha contra el fraude fiscal.

lunes, 14 de julio de 2008

PERDURAR

El ambiente en el que coexistimos no puede decirse que sea el más propicio para conservar nada, sino más bien, para todo lo contrario, esto es, para que todo sea fútil y efímero. Las sociedades basadas en el consumo se rigen necesariamente por esta regla, la de la necesidad innecesaria: usted habla hoy por el teléfono móvil, pero se ve en la necesidad de cambiarlo por un iPhone de Apple porque el mismo incorpora novedades revolucionarias que mentalmente ya usted demanda (gps, pantalla táctil, televisión, etc.). Ya lo ve usted, colas en las tiendas de Telefónica para hacerse con un nuevo aparato que supla transitoriamente las necesidades presentes, en tanto en la mente de sus creadores (o de sus competidores) ya bullen nuevas ideas que harán avanzar el conocimiento, pero que a la vez servirán para crear nuevas necesidades innecesarias. La novedad es la regla, la innovación el objetivo. Se trata de ser más productivos y competitivos, aunque no se sepa muy bien para qué. La vieja esperanza en el más allá se ha sustituido por la esperanza de adquirir, poseer, disfrutar, consumir… en el más acá.

Ante esta “filosofía” de la vida, sólo queda la religión (a pesar del mal ejemplo que pueda dar Benedicto XVI con sus zapatillas de diseño). Arrinconadas, de momento, las ideologías totalitarias, a los hombres y mujeres de las sociedades capitalistas que no están por ponerse a la cola del nuevo iPhone, sólo les queda el refugio de su propia individualidad (que supone, entre otras cosas, no cambiar de coche sino cada veinte años, utilizar las prendas de vestir por dos o más temporadas, no tener pantalla plana de plasma para ver la mierda de TV que puede ser vista en la pantalla tradicional, o no comprar el último libro, ni el primero, de Harry Potter), o bien, el refugio de la religión. En este segundo caso, no se trata tanto de pensar en la vida que nos espera después de la muerte, como en el ámbito de espiritualidad que aún pueda quedar en el hombre después de tanta incitación permanente y omnipresente a tanto consumo innecesario.

No diré que me cae bien Bin Laden, porque realmente no me cae bien semejante sujeto. Sin embargo, es preciso reflexionar sobre su presencia y sobre sus ideas, y no tanto desde la perspectiva de justificar sus métodos de lucha ante las injusticias causadas o consentidas por los ricos (posición farisea de la izquierda), como porque tales ideas conectan con ese sentimiento innato al ser humano y que sí que es realmente necesario, que es el sentimiento de entrega, solidaridad, comunidad y justicia. En el ser humano confluyen como necesidad esas dos vertientes inescindibles: el espíritu de individualidad y el de comunidad. Cualquier religión siempre lo ha tenido claro, pero la nueva religión del consumo no. De esta última negación es donde surge en buena medida la fuerza del Islam, que se alza como conexión con lo permanente y necesario del hombre frente a lo efímero e innecesario del consumo por el consumo.

viernes, 11 de julio de 2008

LOS DEPREDADORES


No empleamos el término “depredador” para referirnos a un animal irracional, sino a un tipo especial de humano que se hace llamar empresario y que utiliza su inteligencia para lograr ganancias rápidas y, sobre todo, ganancias a costa de lo que haga falta: destrozo del hábitat, fomento de prácticas corruptas, empleo de triquiñuelas, fraude a la Hacienda Pública y a los ciudadanos, prácticas ilegales de contratación de inmigrantes, desarrollo de sistemas de “economía sumergida”, etc.

En Canarias y, en general, en toda España, este tipo especial de humano ha estado presente durante los últimos años fundamentalmente en el sector de la construcción. Se trata de un empresario muy singular: bajo nivel cultural; inteligencia para percatarse de las coyunturas favorables de negocio; conexión con determinadas autoridades políticas, fundamentalmente de ámbito municipal, ansia desenfrenada de gastos suntuarios, etc. Si con algo se puede asociar plenamente la corrupción en el ámbito de la política, es con la propagación de este espécimen singular, que se corresponde a su vez con el paralelo desarrollo de un tipo singular de político: aquel que va a la política con la finalidad de poder conectar con esta especie depredadora a fin de así poder participar del festín.

Sin embargo, lo que no parece estar muy claro es si la presencia de esta especie salvaje es propia de un estado inicial del desarrollo del sistema capitalista o si, por el contrario, la misma puede presentarse repentinamente en cualquier momento de dicho desarrollo. Si nos fijamos en los casos de las antiquísimas ex repúblicas soviéticas o en el caso de China comunista, la primera impresión es la de que efectivamente parece que es en el estadio inicial de desarrollo del sistema capitalista donde se dan los elementos propicios para que estén presentes los depredadores. Diríase que se conforman como un elemento inherente al sistema. Es más, muchos de ellos, con el paso de los años, pasan a ser hombres respetables y llegan incluso a formar parte del panteón de próceres nacionales. Pero si nos fijamos en sociedades en las que el sistema capitalista está sólidamente asentado (pensemos en Gran Bretaña), la impresión es totalmente la contraria. Baste con pensar, por ejemplo, que los mayores ataques al “estilo depredador” representado por Berlusconi en Italia no proceden de la izquierda política británica, sino de la revista The Economist. Para los buenos e inteligentes liberales británicos, resulta inconcebible que un espécimen empresarial como S. Berlusconi pueda ser a la vez primer ministro de la República. Simplemente no lo entienden.

¿Y qué sucede en España? Pues sucede que este es un tema tabú. Acaban de clausurarse los congresos nacionales de las dos principales fuerzas políticas de este país (PP y PSOE), y ambos no han dicho ni pío sobre unos de los principales problemas que afectan a nuestro sistema democrático: la corrupción en la política y en la sociedad. Ni unos ni otros han tenido la dignidad de plantearse una mínima reflexión autocrítica sobre el modelo específico que ambos sostuvieron y fomentaron en el ámbito de la construcción y del llamado boom inmobiliario. Porque en realidad, el modelo que ambos permitieron no cabe duda que tiene mucho que ver con la presencia y desarrollo de auténticos depredadores. Tal vez, lo que suceda es que tantos unos como otros eran de alguna forma partícipes del festín. Creo que aún El Pocero no se ha planteado dar el paso a la política, pero tiempo al tiempo…

miércoles, 9 de julio de 2008

A GASTAR, A GASTAR, QUE "ER MUNDO SE VA A ACABÁ"

Cada día me convenzo más de que una de las manifestaciones del deterioro del sistema democrático en España es la baja cualificación de nuestros políticos. Y no hablo ya de cualidades simplemente humanas (generosidad, solidaridad, afán de servir a los demás, ánimo de querer hacer cosas para la colectividad y además hacerlas de la mejor manera posible, etc.), sino de las mínimas cualidades o aptitudes en cuanto a niveles de información y de conocimiento de la realidad que se exigen para poder tener una visión crítica de ésta y, consiguientemente, para poder actuar sobre la misma. Mucho me temo que una amplia mayoría de nuestra clase política es producto del desastroso sistema de enseñanza básica, media y superior que variablemente ha regido la formación de las generaciones de jóvenes de la democracia, y que algunos a estas alturas pretenden resolver falazmente con una asignatura llamada “Educación para la Ciudadanía”. En este país, en el que tanto se reclaman pactos de Estado para tantas cosas, los reclamantes se olvidan siempre de la educación y de la justicia; es más, son reclamantes en la oposición y una vez llegan al Gobierno de la Nación lo que hacen es deshacer lo que han hecho los que les precedieron.

En estos días de aciaga crisis económica que estamos empezando a vivir y a sufrir un amplio sector de la población que conformamos las clases medias españolas (otros sectores minoritarios la han sufrido ya desde hace tiempo), resulta cuanto menos esperpéntico comprobar cómo nuestra clase política (y no digamos ya periodística) se entretiene en reprocharse mutuamente si existe o no la crisis, o si ésta, de existir, es consecuencia de la crisis financiera originada por las “hipotecas basura” de EE.UU o, por el contrario, es exclusiva responsabilidad de la política económica seguida por el Gobierno. El colmo de los colmos es el entretenimiento en comentar las frases de nuestro Presidente del Gobierno con relación a esta cuestión. Por ejemplo, la última de dichas frases creo que hacía referencia a la necesidad de que los españoles consumamos más a fin de así favorecer la salida a la crisis.

No existe manifestación más clara de crisis económica en una sociedad capitalista que el retraimiento drástico de los niveles de consumo de la población. En los últimos quince años, los españolitos, por término medio, hemos podido comprobar lo que significaba en buena medida ser rico y gastar lo que teníamos y lo que no teníamos. El viejo becerro de oro se ha transformado hoy en el centro comercial (Alcampo, Carrefour, Ikea, Leroy Merlin, Decathlon, etc.), lugar no sólo en el que podemos hallar de todo (y todo mezclado: alimentación y ropa; jardinería y electrodomésticos; cine y bares, etc.), sino además, en el que nos citaremos para comprobar si también hallamos el amor después de haber contactado previamente por internet. ¿Puede existir acaso mayor manifestación de felicidad? Únase a ello el culto al automóvil y a la posesión de cuatro o más tarjetas de crédito en la cartera con líneas de crédito casi ilimitado o por más de 50 años de plazo para devolver el capital prestado, y el resultado no puede ser otro que el de la felicidad casi absoluta.

Desde estos parámetros es desde los que el Sr. Rodríguez Zapatero invoca la necesidad de que los españolitos consumamos, como si de una cuestión de voluntad se tratara. Diríase que su memoria histórica sólo conoce la supuesta felicidad que proporciona el consumo. Tal vez precise, si no de unas lecciones de Educación para la Ciudadanía, sí al menos de unas lecciones de economía, aunque tal vez, lo que precise de verdad sean unas lecciones de filosofía e incluso de religión.

martes, 8 de julio de 2008

VUELVE USTED A ESTAR CONECTADO

Ya no es una cuestión de preferencias, sino de necesidades. Hace algunos años, muy pocos, tener en casa teléfono (fijo) era para muchos no sólo un lujo, sino la expresión de una novísima necesidad que empezaba entonces a dejar de ser minoritaria para pasar a ser de masas. Pero esto mismo ocurría con otros artefactos de la industria: con el automóvil, la lavadora, la televisión –primero en blanco y negro y luego en color-, la secadora, el lavavajillas, la olla exprés, la batidora… Mientras en los denominados países socialistas dominados por el antiguo imperio soviético, la economía estatal planificada dirigía sus esfuerzos a la industria armamentista olvidándose de las “falsas necesidades burguesas” de las masas (aunque ello no sucedía respecto a colmar las “necesidades” de las clases dirigentes), en los países capitalistas, el libre desarrollo de la iniciativa privada inundaba el mercado de nuevos productos cada vez más sofisticados que en unos casos venían ciertamente a cubrir auténticas necesidades –o que incluso suponían instrumentos de liberación de determinadas obligaciones, como resultó ser el caso de la lavadora- y, en otros, no eran más que la expresión de la propia necesidad intrínseca del sistema para continuar desarrollándose (¿ilimitadamente?) en la senda de una sociedad caracterizada en lo fundamental por el consumo de bienes y servicios en gran parte innecesarios desde el punto de vista humano.

Es precisamente con relación a esta última cuestión donde hoy se plantea el dilema fundamental de nuestras sociedades desarrolladas. Los anuncios un tanto catastrofistas auspiciados por ciertas corrientes ecologistas con relación al cambio climático, contienen sin embargo en el fondo un planteamiento serio respecto a qué tipo de desarrollo económico estamos siguiendo y cuáles son –y serán- las consecuencias que del mismo se derivan respecto a la naturaleza y a los propios seres humanos como parte de la misma.

Pero en un plano más concreto, baste con pensar en las nuevas necesidades que nos ha creado la industria y que hemos interiorizado como vitales. Fijémonos en tres de ellas que además están muy relacionadas entre sí: el automóvil, el teléfono móvil e internet.

Hoy me he sentado ante mi ordenador portátil dispuesto a redactar este artículo y me he llevado la desagradable sorpresa de que al tratar de conectarme a internet he recibido el siguiente mensaje: “no hay conexión a internet”. Gran cabreo y sentimiento de impotencia, pues mis conocimientos de informática son muy elementales y no está aquí mi hija que es a quien recurro ante catástrofes de esta índole. Me queda la opción de coger mi coche e ir a mi lugar de trabajo para hacer uso del ordenador personal. Pero a esta hora de la mañana, coger el coche y circular por la autopista supone, como mínimo, invertir una hora de tiempo para un trayecto que en circunstancias normales (¿?) se haría en quince minutos. Bueno, me queda tratar de conectarme a internet a través del modem del móvil, pero tampoco funciona… Joder, estoy realmente desesperado y al borde de un ataque de nervios.

Por fin, agraciadamente, intento de nuevo la conexión a internet a través del portátil, y ésta funciona a la perfección. Vuelvo a estar conectado. Mis necesidades están colmadas. ¿Lo están realmente? Sólo espero –y fervientemente deseo- que la actual crisis económica que atravesamos nos lleve a replantearnos algunas de las necesidades que nos han creado y de las que podríamos prescindir sin perder nada.


jueves, 3 de julio de 2008

COITUS INTERRUPTUS


Se ha presentado una circunstancia imprevista en absoluto deseada por quien suscribe, y me veo en la obligación de suspender transitoriamente la publicación de este blog de opinión. ¿Hasta cuándo? Pues si las circunstancias se desarrollan según la previsión de la ciencia y de mi fe en la misma y en otras realidades no sensibles, hasta el próximo lunes día 7 de julio (¡Viva San Fermín!).

Cuando reinicie la publicación, tengo ya decidido cambiar el título del blog. A partir de entonces, el blog pasará a denominarse La opinión de un pequeñoburgués para otros pequeñoburgueses: independencia y libertad individual como valores aún no debidamente respetados en la sociedad española de inicios del siglo XXI.

Solemos hablar de los tics autoritarios que hemos heredado del largo período temporal en que subsistió en España el régimen dictatorial de Franco, pero solemos obviar aquellos otros tics igualmente autoritarios que proceden de la izquierda opositora al franquismo y hoy en su mayor parte transformada en una izquierda respetuosa con las reglas de funcionamiento del Estado social y democrático de Derecho. Entre estos último tics destaca aquel consistente en calificar en términos negativos la opinión de los disidentes a las directrices del Partido. En mi época de juventud, cuando con otros jóvenes amigos –y entonces camaradas- fundamos en la ciudad de La Laguna, allá por el año 1968, la primera célula (¡pura terminología científica!) de las Juventudes Comunistas de España, suscribíamos en su totalidad las tesis del camarada Vladímir Ilich Uliánov (Lenin) cuando calificaba como “pequeñoburgueses” a los reformistas que se oponían a la revolución entendida en los términos en los que la defendía Lenin y el partido bolchevique. Aquella calificación negativa era luego profusamente empleada en todos los ámbitos –fundamentalmente en las sesiones de autocrítica ante los otros camaradas- a fin de aislar y expulsar de nuestra mente cualquier posible manifestación de debilidad frente a la sólida e inquebrantable moral comunista. Ser un pequeñoburgués o manifestar opiniones propias de los pequeñoburgueses, era el estigma propicio para, como mínimo, recibir una reprimenda del resto de camaradas (en otra épocas, era motivo para ser simplemente fusilado).

He de reconocer que ya desde entonces siempre tuve una marcada tendencia a ser un vulgar pequeñoburgués. Ahora que he llegado a mayor, esa condición se ha impuesto, si no definitivamente, pues nunca se sabe lo que pueda deparar el futuro, sí al menos en el presente. Quiero decir aquí bien alto y claro que estoy orgulloso de ser un pequeñoburgués. Joder, que si lo soy… hasta el punto de haber votado en alguna ocasión al Partido Popular, haber concurrido a unas elecciones municipales como independiente en una candidatura de Coalición Canaria, y estarme planteando votar de nuevo al PP en alguna próxima campaña electoral. Esto último dependerá, en gran medida, de la trayectoria de la nueva Secretaria General del PP. Pero he de manifestar que, en principio, me gusta bastante el “andar de la perrita”.

En fin, que será mejor no continuar pregonando mi condición pequeñoburguesa, pues la misma pretendo que se manifieste diariamente en mi contribución a este blog. Pido disculpas a mis lectores y lectoras habituales. Salud y saludos, antiguos/as y nuevos/as camaradas. Tengo la esperanza de que no me expulsen de ningún sitio por mis palabras…aunque tal y como últimamente se está poniendo la Universidad de aguerridos y autoritarios revolucionarios, todo es posible.

miércoles, 2 de julio de 2008

FUNCIONARIOS


¿Pero hay alguna persona honrada entre tanto bergante? Mire usted, creo que se equivoca. La cuestión, debidamente planteada, es la siguiente: ¿Pero acaso no hay bergantes entre un colectivo tan amplio de personas? Por supuesto que sí los hay. Es difícil cuantificarlos, “pero haberlos haylos”, y sin duda, aparte de ser una labor ardua y casi imposible erradicarlos, se conforman como especímenes cancerígenos que tienden a una reproducción desenfrenada capaz de llevar a la UVI a cualquier Institución, Administración central, autonómica o local, o a cualquier modesto negociado.

He conocido a varios en mi trayectoria funcionarial. A algunos desde mi condición de funcionario. A otros, desde mi condición de responsable político. Entre mis colegas funcionarios, cargo con el “deshonor” de denunciar a un compañero que formando parte de un tribunal de selección de otros futuros funcionarios, incumplió con su deber de abstención por concurrir en el mismo la nota de tener amistad manifiesta con uno de los concursantes. Para los bergantes que lo son por acción y convicción, sin duda la denuncia es un acto de deshonor: ¡poner en cuestión la honorabilidad de un compañero¡ Para aquellos otros que son bergantes por omisión, la denuncia no deja de ser un mal trago que, además de innecesaria –aún siendo verdad el objeto de la misma-, es muestra de algún tipo de interés oculto igual de bastardo que aquel otro que es objeto de denuncia. ¿Conoce usted a alguien que denuncie simplemente a fin de que prevalezca en todo caso la legalidad vigente? Pues sí, conozco a muchos. Agraciadamente, en esto, la labor realizada por muchas organizaciones ecologistas es encomiable. La denuncia aquí no es un mero instrumento utilizado con una finalidad política o partidista que desvirtúa su propia naturaleza, sino que es expresión genuina de una preocupación social ante tanto desafuero comprometedor del presente y del porvenir de muchos.

Desde mi condición de responsable político, tuve la desgracia de sufrir la inquina de más de un bergante, pero esto no me afectó nada en comparación con la cobardía mostrada por la mayoría del colectivo de funcionarios honrados. Quizás, en ocasiones, se trate de errores de naturaleza estratégica, pues no cabe olvidar que las mayorías se caracterizan por no estar organizadas, en tanto los bergantes sí que lo están y suelen ser además muy eficaces a la hora de propagar bulos y falsedades. A pesar de todo, aún conservo gratos recuerdos de muchos funcionarios/as valientes y dignas/os, así como la satisfacción de haber expulsado a algún bergante a que continuara cometiendo sus fechorías en otra Administración distinta a aquella en la que venía haciéndolo (es una de las servidumbres de la Administración: es inconcebible el despido).

Mi respeto y consideración por los funcionarios honrados viene desde la época franquista. En esa época, siendo proclive a condenar cualquier manifestación proveniente del régimen, máxime si ésta estaba representada por las fuerzas represivas, conocí en circunstancias difíciles a miembros de la Policía Armada que actuaron como auténticos servidores del Derecho. Desde entonces, siempre he estado convencido de la injusticia e inutilidad de generalizar en la condena al colectivo de funcionarios públicos. No sólo son necesarios, entre otras cosas a fin de garantizar la independencia en la adopción de muchas decisiones, sino que en su mayoría son fieles cumplidores de la ley y del Derecho, a pesar de los bergantes…

martes, 1 de julio de 2008

PASIONES


¿Y a usted qué le apasiona? Pues mire, pensándolo bien -lo cual es ya un signo de anti pasión-, a mi me apasiona vivir. Joder, y también a mí. No, hombre, a lo que yo me refiero es exactamente a cuáles son las cosas que en la actualidad le llaman más la atención y respecto a las cuales haría cualquier cosa por hacerlas, tenerlas y disfrutarlas. Pues mire usted, sería en estos momentos incapaz de concretar mis preferencias. Se lo vuelvo a repetir, me apasiona la vida. ¿No le basta con esa respuesta? Pues no, no me basta. Creo que es una respuesta genérica y en gran medida vacía. Es algo así como decir que lo más importante de esta vida es la vida misma.

Bueno, trataré de hacer un esfuerzo mental y de manera desapasionada le voy a enumerar algunas de mis pasiones, pero sólo algunas ¿de acuerdo? Me apasionan las mujeres. Sí, sexualmente también, pero me apasiona comprobar cómo difieren de nosotros los hombres. Me gusta fijarme en sus comportamientos, en sus reacciones, en su forma de resolver determinadas situaciones de la vida, en sus opiniones, etc. Me acongoja comprobar cómo muchas mujeres actúan hoy como tradicionalmente hacían los hombres en el terreno del flirteo: ir a tiro hecho y jactarse entre las congéneres de la conquista realizada. Siempre he pensado que los hombres que lo hacían eran unos auténticos imbéciles; hoy lo pienso de las mujeres que lo hacen. Es algo contradictorio con la prudencia y la sapiencia y, sobre todo, con el necesario pudor que preside el buen sexo.

Me apasiona –aunque he de reconocer que cada vez menos-, joder a los que padecen de envidia. Durante mucho tiempo lo hacía sin ser consciente de ello, hasta que en un momento determinado descubrí que muchas de las puñaladas que recibía no eran más que el producto de la envidia, así que decidí a partir de ese instante manifestar y hacer público mis pequeños y efímeros logros (pero altamente dolorosos para muchos de mis queridos envidiosos), a fin de así fastidiar a los que me fastidiaban o trataban de hacerlo a través de palabra, obra, e incluso pensamiento.

Me apasiona el amor y también escribir, aunque sean gilipolleces como éstas que escribo en mi blog de opinión. Me apasiona ser libre y expresar lo que en cada momento me de la real gana, sin consideraciones a credo alguno, a disciplinas de partido, a líneas editoriales marcadas por otros. Pero también me apasiona el respeto por los demás, por aquellos que opinan de forma distinta a la mía. Me apasiona la búsqueda de la verdad y de la justicia, que son dos cosas distintas. La verdad es objeto de la ciencia. La justicia, de la jurisprudencia.

Me apasionan tantas cosas que sería interminable enumerarlas. Por eso le vuelvo a reiterar que mi auténtica pasión es la vida misma, pues todo lo demás no son más que vanas pasiones carentes de sentido si la vida misma no estuviera ahí para contrastarlas.