viernes, 11 de julio de 2008

LOS DEPREDADORES


No empleamos el término “depredador” para referirnos a un animal irracional, sino a un tipo especial de humano que se hace llamar empresario y que utiliza su inteligencia para lograr ganancias rápidas y, sobre todo, ganancias a costa de lo que haga falta: destrozo del hábitat, fomento de prácticas corruptas, empleo de triquiñuelas, fraude a la Hacienda Pública y a los ciudadanos, prácticas ilegales de contratación de inmigrantes, desarrollo de sistemas de “economía sumergida”, etc.

En Canarias y, en general, en toda España, este tipo especial de humano ha estado presente durante los últimos años fundamentalmente en el sector de la construcción. Se trata de un empresario muy singular: bajo nivel cultural; inteligencia para percatarse de las coyunturas favorables de negocio; conexión con determinadas autoridades políticas, fundamentalmente de ámbito municipal, ansia desenfrenada de gastos suntuarios, etc. Si con algo se puede asociar plenamente la corrupción en el ámbito de la política, es con la propagación de este espécimen singular, que se corresponde a su vez con el paralelo desarrollo de un tipo singular de político: aquel que va a la política con la finalidad de poder conectar con esta especie depredadora a fin de así poder participar del festín.

Sin embargo, lo que no parece estar muy claro es si la presencia de esta especie salvaje es propia de un estado inicial del desarrollo del sistema capitalista o si, por el contrario, la misma puede presentarse repentinamente en cualquier momento de dicho desarrollo. Si nos fijamos en los casos de las antiquísimas ex repúblicas soviéticas o en el caso de China comunista, la primera impresión es la de que efectivamente parece que es en el estadio inicial de desarrollo del sistema capitalista donde se dan los elementos propicios para que estén presentes los depredadores. Diríase que se conforman como un elemento inherente al sistema. Es más, muchos de ellos, con el paso de los años, pasan a ser hombres respetables y llegan incluso a formar parte del panteón de próceres nacionales. Pero si nos fijamos en sociedades en las que el sistema capitalista está sólidamente asentado (pensemos en Gran Bretaña), la impresión es totalmente la contraria. Baste con pensar, por ejemplo, que los mayores ataques al “estilo depredador” representado por Berlusconi en Italia no proceden de la izquierda política británica, sino de la revista The Economist. Para los buenos e inteligentes liberales británicos, resulta inconcebible que un espécimen empresarial como S. Berlusconi pueda ser a la vez primer ministro de la República. Simplemente no lo entienden.

¿Y qué sucede en España? Pues sucede que este es un tema tabú. Acaban de clausurarse los congresos nacionales de las dos principales fuerzas políticas de este país (PP y PSOE), y ambos no han dicho ni pío sobre unos de los principales problemas que afectan a nuestro sistema democrático: la corrupción en la política y en la sociedad. Ni unos ni otros han tenido la dignidad de plantearse una mínima reflexión autocrítica sobre el modelo específico que ambos sostuvieron y fomentaron en el ámbito de la construcción y del llamado boom inmobiliario. Porque en realidad, el modelo que ambos permitieron no cabe duda que tiene mucho que ver con la presencia y desarrollo de auténticos depredadores. Tal vez, lo que suceda es que tantos unos como otros eran de alguna forma partícipes del festín. Creo que aún El Pocero no se ha planteado dar el paso a la política, pero tiempo al tiempo…

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