miércoles, 9 de julio de 2008

A GASTAR, A GASTAR, QUE "ER MUNDO SE VA A ACABÁ"

Cada día me convenzo más de que una de las manifestaciones del deterioro del sistema democrático en España es la baja cualificación de nuestros políticos. Y no hablo ya de cualidades simplemente humanas (generosidad, solidaridad, afán de servir a los demás, ánimo de querer hacer cosas para la colectividad y además hacerlas de la mejor manera posible, etc.), sino de las mínimas cualidades o aptitudes en cuanto a niveles de información y de conocimiento de la realidad que se exigen para poder tener una visión crítica de ésta y, consiguientemente, para poder actuar sobre la misma. Mucho me temo que una amplia mayoría de nuestra clase política es producto del desastroso sistema de enseñanza básica, media y superior que variablemente ha regido la formación de las generaciones de jóvenes de la democracia, y que algunos a estas alturas pretenden resolver falazmente con una asignatura llamada “Educación para la Ciudadanía”. En este país, en el que tanto se reclaman pactos de Estado para tantas cosas, los reclamantes se olvidan siempre de la educación y de la justicia; es más, son reclamantes en la oposición y una vez llegan al Gobierno de la Nación lo que hacen es deshacer lo que han hecho los que les precedieron.

En estos días de aciaga crisis económica que estamos empezando a vivir y a sufrir un amplio sector de la población que conformamos las clases medias españolas (otros sectores minoritarios la han sufrido ya desde hace tiempo), resulta cuanto menos esperpéntico comprobar cómo nuestra clase política (y no digamos ya periodística) se entretiene en reprocharse mutuamente si existe o no la crisis, o si ésta, de existir, es consecuencia de la crisis financiera originada por las “hipotecas basura” de EE.UU o, por el contrario, es exclusiva responsabilidad de la política económica seguida por el Gobierno. El colmo de los colmos es el entretenimiento en comentar las frases de nuestro Presidente del Gobierno con relación a esta cuestión. Por ejemplo, la última de dichas frases creo que hacía referencia a la necesidad de que los españoles consumamos más a fin de así favorecer la salida a la crisis.

No existe manifestación más clara de crisis económica en una sociedad capitalista que el retraimiento drástico de los niveles de consumo de la población. En los últimos quince años, los españolitos, por término medio, hemos podido comprobar lo que significaba en buena medida ser rico y gastar lo que teníamos y lo que no teníamos. El viejo becerro de oro se ha transformado hoy en el centro comercial (Alcampo, Carrefour, Ikea, Leroy Merlin, Decathlon, etc.), lugar no sólo en el que podemos hallar de todo (y todo mezclado: alimentación y ropa; jardinería y electrodomésticos; cine y bares, etc.), sino además, en el que nos citaremos para comprobar si también hallamos el amor después de haber contactado previamente por internet. ¿Puede existir acaso mayor manifestación de felicidad? Únase a ello el culto al automóvil y a la posesión de cuatro o más tarjetas de crédito en la cartera con líneas de crédito casi ilimitado o por más de 50 años de plazo para devolver el capital prestado, y el resultado no puede ser otro que el de la felicidad casi absoluta.

Desde estos parámetros es desde los que el Sr. Rodríguez Zapatero invoca la necesidad de que los españolitos consumamos, como si de una cuestión de voluntad se tratara. Diríase que su memoria histórica sólo conoce la supuesta felicidad que proporciona el consumo. Tal vez precise, si no de unas lecciones de Educación para la Ciudadanía, sí al menos de unas lecciones de economía, aunque tal vez, lo que precise de verdad sean unas lecciones de filosofía e incluso de religión.

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