miércoles, 30 de julio de 2008

SOBRE EL PERDÓN Y EL OPTIMISMO


Ante la ofensa o el mal recibido ¿hay que perdonar por principio? Pues sí, pero sin que ello signifique olvidar a aquel que nos ha causado el mal. No se trata de vivir como resentidos, pero sí de vivir con la conciencia del “mal recuerdo” que nos permita adoptar las necesarias medidas preventivas ante la posible repetición de la ofensa. Mientras el olvido supone borrar de nuestra mente con carácter permanente la ofensa recibida, el perdón es un borrado transitorio en aras de la convivencia, pero que activa automáticamente el mal recuerdo mientras convivamos con el ofensor. El olvido supone siempre una vuelta al punto cero y el reinicio de una relación de confianza en las buenas reglas de la convivencia. El perdón es también un paso imprescindible para la convivencia, pero con la conciencia de que el mal cometido puede volver a ser causado. El olvido nos deja inertes ante la posible reproducción del mal en el futuro. El perdón, no; nos exige por propia definición mirar el presente y el futuro con optimismo, pero con la conciencia clara de que hay que velar por los medios que impidan la reproducción del mal y de la ofensa cometida.

Cuando se señala que los pueblos o los individuos que “olvidan” su historia están condenados a repetirla, en realidad se está haciendo referencia a las consecuencias que se derivan del olvido. El mal causado en el pasado debe ser permanentemente recordado por aquellos que lo sufrieron, y no debe ser ignorado por aquellos que no lo sufrieron directamente, pues si así no lo hacen, es posible que lo sufran también en el futuro.

A diferencia de lo que sucede con otros seres vivos, los humanos no hemos generado en nuestros genes un comportamiento automático de autodefensa ante el mal. Las ranas gigantes de piel venenosa que durante millones de años han vivido en Centroamérica, pueden ser engullidas por las serpientes existentes en la misma zona, en tanto estas últimas han generado mecanismos de defensa contra el veneno generado por las ranas. Trasladadas estas últimas a Australia a principios del siglo pasado, las serpientes australianas mueren envenenadas al engullirlas porque sus genes no han desarrollado el correspondiente antídoto ante el mal.

Nelson Mandela, que sufrió personalmente la agresión del racismo y del apartheid de los engreídos y estúpidos blancos en Sudafrica, y que perdonó todos sus crímenes en aras a favorecer la convivencia entre negros y blancos, es un símbolo de las innumerables ventajas que el perdón lleva aparejadas para la humanidad. Sin embargo, la realidad no le ha evitado comprobar cómo su grandioso ejemplo vital no ha sido seguido por muchos de sus compatriotas negros a la hora de perseguir y asesinar por motivos racistas a otros negros inmigrantes venidos a Sudáfrica de países limítrofes.

Sin embargo, y a pesar de todo, lo humanamente encomiable es practicar el optimismo, una de cuyas manifestaciones más sobresalientes es el perdón, y procurar no olvidar en caso alguno la semblanza permanente del mal a fin de procurar evitarlo.

No hay comentarios: