viernes, 31 de octubre de 2008

LOS PRIMEROS DE LA CLASE EN MATERIA DE INSOLIDARIDAD FISCAL


Los más adelantados en materia de prácticas corruptas dirigidas a defraudar al Fisco no somos los españoles. Nosotros hemos llegado a un nivel aceptable de “ingeniería financiera” en los últimos años, esto es, cuando aquí se han implantado y desarrollado –en muchos casos mejorándolos- los métodos a los que ya estaban habituados desde muchos años antes los anglosajones, fundamentalmente británicos y norteamericanos. No es que estemos orgullosos del desarrollo alcanzado, sino más bien, que constatamos como un hecho preocupante que la representación del españolito medio por presencia y trayectoria de una España pobre (v.gr., el Sr. Botín del Banco Santander), se haya transformado en la actualidad en un sujeto que resulta ser un auténtico mago de las finanzas mundiales y, consiguientemente, del conocimiento de los mecanismos e instrumentos que la comunidad internacional pone a sus disposición para evadir el pago de impuestos (v.gr., los llamados paraísos fiscales).

Por supuesto que es injusto y científicamente incorrecto aplicar juicios de condena genéricos sobre prácticas fraudulentas que siempre tienen una responsabilidad individual. Sin embargo, habrá que reconocer que ha sido en EE.UU y en Gran Bretaña donde se ha expandido con mayor intensidad la ideología de considerar a los impuestos como pagos coactivos y odiosos que recaen sobre los ciudadanos con el fin de sustentar la mayoría de las veces servicios y necesidades que podrían ser mucho mejor atendidas por las empresas privadas, aparte, claro está, de servir para mantener a una legión de funcionarios y autoridades políticas que han llegado a conformarse como uno de los principales obstáculos del “libre” desarrollo del sistema económico capitalista. Como sucede con toda proposición ideológica, se encierra en la misma algo de verdad y algo de mentira. En el presente caso, lo que importa destacar es que la parte de verdad que pueda tener esta ideología ha servido para que muchos defraudadores tributarios la utilizaran para construirse un pretexto que pudiera justificar sus prácticas corruptas e insolidarias a la hora evadir el pago de impuestos.

En la parte de mentira de esta ideología dominante que sin duda ha contribuido a propiciar el actual caos económico en el que nos hallamos, está la proposición de que los impuestos dificultan la creación de riqueza y el desarrollo económico. Son muy pocos los ricos y poderosos que estén de acuerdo en transferir una parte de su riqueza a los demás por vía impositiva, y no digamos ya por vía voluntaria.

Quizás, como bien apunta la viñeta de El Roto que aquí reproducimos, las autoridades políticas que ahora pretenden establecer nuevas bases para refundar el funcionamiento del sistema financiero mundial, deberían empezar por acabar con la desvergüenza que significa la existencia de los llamados “paraísos fiscales”. La pregunta es: ¿Tendrán esas autoridades políticas la suficiente fuerza y autonomía para lograrlo? ¿Conoceremos alguna vez quiénes son y cuántos son los recursos que se ocultan en tales paraísos?

jueves, 30 de octubre de 2008

FIDELIDAD Y LEALTAD (II)



Ámbito de las relaciones personales y profesionales, o lo que es igual, ámbito de las relaciones sociales. Es aquí donde surgen y desarrollan –o se destruyen- los lazos de lealtad. La lealtad tiene más que ver con la amistad o el sentimiento de pertenencia a un grupo que con el amor que se expresa en el seno de relación de pareja. Es más, resulta significativo comprobar cómo la lealtad sustituye a la fidelidad como valor dominante en el seno de una pareja de amantes que han dejado de serlo, al menos, en aquellos supuestos en que la ruptura no ha venido generada por el odio o la opresión, sino exclusivamente por la aparición del desamor. El sentimiento de posesión tan asociado a la fidelidad amorosa es sustituido aquí por el sentimiento de confianza propio de la amistad: se ha compartido todo con el/la amante, y lo que queda es un sentimiento de gratitud mutua que se traduce en la lealtad y complicidad que genera una confianza construida muchas veces durante años, máxime, si además están por medio los hijos.

Idéntico mecanismo opera, curiosamente, con relación a los amantes circunstanciales que incurren en supuesta infidelidad. El valor de la fidelidad con la pareja ha sido puesto en cuestión de manera esporádica (en otras palabras, ha surgido el sexo fuera de la relación de pareja), y se opta por transformar esa relación esporádica en una relación de amistad: habida cuenta de que no se está dispuesto/a a cuestionar el valor fidelidad que rige la relación amorosa permanente, se opta por establecer lazos de lealtad con el/la que fue amante circunstancial. En este caso, la lealtad se traduce, entre otras cosas, en mantener el secreto de la relación acontecida entre los amantes circunstanciales. Esto es, la fidelidad en definitiva ha vencido al deseo carnal consumado de forma circunstancial. Por ello, no se comete auténticamente infidelidad cuando este acontecimiento se oculta al amante pleno (siempre, claro está, que no se trate de un acontecimiento que se repite en el tiempo de manera regular). Lo contrario es tener asumido el sexo como pecado y cargar así con un peso en nuestra conciencia, aparte, claro está, de causarle un mal innecesario e injustificado a nuestro verdadero amor.

Desde el punto de vista cultural, hay sociedades que fundamentan en el valor lealtad la eficacia y eficiencia de sus sistemas productivos. Baste con pensar en Japón. Las multinacionales japonesas que están establecidas en el extranjero y que se dedican a la fabricación de automóviles (p.ej. el caso de NISSAN en España), no tienen para nada en cuenta el valor de la lealtad: defienden como valor supremo la denominada “flexibilidad de las relaciones laborales”, esto es, que los trabajadores a su servicio puedan ser libremente despedidos. Sin embargo, respecto a los trabajadores japoneses que trabajan en Japón, el valor que prevalece es el de la denominada “lealtad a la empresa”. Por eso en Japón no opera la filosofía del “despido libre”, sino la contraria, pues se parte de considerar que el principal activo de la empresa es el factor humano y el sentimiento de sentirse parte de un proyecto común regido por lazos de lealtad.

¿Y qué decir de las llamadas relaciones de lealtad entre maestros y discípulos en el seno de la Universidad española? Pues ante todo, que no se parecen en nada a las que hemos visto existen en Japón en la empresa NISSAN.

Estoy convencido de que la Universidad española es uno de los lugares (de España, al menos), en los que está más corrompido el auténtico significado de la lealtad. Lo que debería ser reconocimiento de actitudes generosas, gratitud, desinterés en la búsqueda incansable del conocimiento, confianza en la labor común y complementaria del imprescindible esfuerzo individual, etc., etc., en la Universidad es, en muchísimas ocasiones, pura y dura miseria humana de la más baja estofa moral, intelectual y penal.

Un considerable número de cretinos y cretinas que habitan en la Universidad hasta la fecha de jubilación (pues aquí no hay despido libre como en Japón, pero a diferencia de Japón, aquí el valor de la lealtad entendido como consecución de un interés común no existe), tienen asumido e interiorizado como lealtad lo que no es sino simple delincuencia. La ausencia de conciencia (no ya de conciencia crítica, sino de la más elemental conciencia correspondiente a un ser vivo que se presume humano), les lleva a identificar la lealtad con el cumplimiento automático de las consignas y órdenes que puedan provenir de sus superiores (que son a su vez otros cretinos que lo único que han aprendido es a reproducir el sistema que previamente ellos mismos mamaron). Lo importante, por consiguiente, será el sentimiento de lealtad al grupo o grupúsculo al que se pertenece generalmente por cooptación. Y en aquellos supuestos en que la consigna sea votar o decidir sobre un nuevo candidato que vaya a entrar a formar parte del grupo o grupúsculo, lo relevante o determinante no será el valor de la justicia, la decencia, la docencia y la investigación, sino lo que marque como procedente el jefecillo del grupo o grupúsculo. Por eso, cuando lo que prevalece es la arbitrariedad y la indecencia, los borregos que lo consienten no es que actúen sobre la base del principio de lealtad, sino que más bien lo hacen sobre el principio de la complicidad delictiva.

¡Cuánto más grande y honorífica es la infidelidad que la delincuencia disfrazada de lealtad¡

miércoles, 29 de octubre de 2008

FIDELIDAD Y LEALTAD (I)

Dos términos que no son exactamente intercambiables o sinónimos, aunque puedan resultar muy parecidos e incluso se empleen indistintamente para referirse a una misma realidad. La fidelidad y la lealtad tienen que ver, ante todo, con el honor, pero con el honor en su acepción de asumir la responsabilidad de los propios actos de los que se derivan consecuencias, bien para nosotros mismos, bien para otros. En el campo del Derecho, el actuar de acuerdo a la palabra dada (fidelidad o lealtad a los pactos libremente contraídos), es una condición previa al nacimiento de la propia regla jurídica. Los contratos no se cumplen ni principal ni fundamentalmente por el temor a las consecuencias que fije la regla jurídica, sino por la predisposición de los contratantes a cumplir con las obligaciones contraídas. Actualmente muchos añoran como viejo uso social olvidado “la fuerza vinculante” del apretón de manos como señal del compromiso contraído. En realidad se trata de pura nostalgia, pues sigue existiendo en la actualidad y seguramente en idéntica proporción a la que existía en los viejos tiempos. Siempre han existido caballeros y señoras, y siempre existirán.

En otro plano, fidelidad y lealtad aparecen estrechamente ligadas a la confianza. Se habla de dar un voto de confianza a alguien en quien depositamos la firme convicción de que no nos va a traicionar o a engañar. No porque vaya a actuar sin criterio propio, sino porque ese criterio confiamos en que será siempre acorde con el obrar recto y honesto, tal y como nosotros mismos actuaríamos. Se podrá así discrepar del criterio adoptado por aquel en quien hemos depositado nuestra confianza, pero nunca le podremos acusar de haber sido una persona que actuó de manera desleal. Son dos cosas totalmente distintas.

Pero la fidelidad y la lealtad operan también con una intensidad especial en dos ámbitos particulares: de una parte, en las relaciones amorosas; de otro, en las relaciones personales en general y profesionales en particular. Por influencia del Derecho romano y también de la religión cristiana, la fidelidad se predica por lo general de la relación amorosa. Es más, históricamente, la fidelidad se ha concebido en determinados épocas de manera unilateral, esto es, como deber que recae sobre la mujer respecto del hombre en el seno de la relación amorosa. Una de las razones de que ello fuera así no era otra que garantizar mediante la fidelidad la sucesión del patrimonio familiar a favor de los hijos “legítimos”. Esta concepción tan restrictiva e interesada de la fidelidad es obvio que no fue inventada por las mujeres. Si a ello se le suma que algunos padres de la Iglesia conceptuaban a la mujer como símbolo que auspicia de manera permanente la comisión del pecado (la tentación de la carne), está claro lo que hasta el presente ha significado la fidelidad amorosa: sumisión exclusiva, y no sólo sexual, de la mujer al hombre, ya sea en el régimen de monogamia o en el de poligamia. De esta forma, en tanto la infidelidad femenina ha llegado a estar castigada con la muerte, la masculina, o ha sido provocada por la malignidad intrínseca de la mujer y se calificará entonces como pecado venial, o ha sido ejercitada como auténtico derecho del hombre.

La evolución de las relaciones familiares y el propio proceso de liberación aún inconcluso de las mujeres, ha determinado que el significado y alcance de la fidelidad amorosa haya cambiado radicalmente. La fidelidad hoy se predica en un plano de igualdad para hombres y mujeres, y significa, en lo fundamental, relación de confianza plena entre los amantes o enamorados sobre la base de la existencia del amor. ¿Y qué significa esto? Pues significa ante todo que la fidelidad amorosa ya no está circunscrita al matrimonio, sino pura y simplemente a la existencia del amor. Pero aquí entra en juego un elemento que singulariza aún más la fidelidad amorosa: el sexo. Por supuesto que se puede amar sin sexo, pero no es esta la modalidad de amor en la que opera la infidelidad. En realidad, cuando se habla de fidelidad/infidelidad entre amantes se está hablando de práctica del sexo con amor o sin amor. Si es con amor, la infidelidad (entendiendo por tal la práctica del sexo con otra persona ajena a la relación de pareja) acabará necesariamente en ruptura con una de las partes (salvo que se acepte la bigamia); si es sin amor, la infidelidad a lo mejor no es tal, y precisamente por ello puede servir para reafirmar la relación existente que se funda en el amor. La verdad es que se trata de una cuestión bastante compleja, sobre todo porque los humanos actuamos bajo el signo de la emoción, y cuando esta interviene puede surgir el enamoramiento, y cuando este nace, será imposible seguir siendo fiel a un amor que ha dejado de existir.

Lo que no parece sea acorde en caso alguno con la fidelidad es que los miembros de la pareja se construyan mundos reales paralelos a los de su relación amorosa. En este caso, se es infiel con todos: consigo mismo (autoengaño por puro egoísmo) y con la pareja, “legal” e “ilegal”. Un auténtico fraude que sólo puede terminar en ruptura, y que debería terminar en ruptura cuanto antes a favor de la saludad mental de todos los intervinientes.

Dios, semejante discurso tan racional… ¿y qué decir de las emociones y no digamos ya de las pasiones irrefrenables? Mejor no decir nada. Mañana trataré de montar otro discursito sobre la lealtad en las relaciones personales y profesionales en el seno de la Universidad. Promete ser apasionante. Adiós.

martes, 28 de octubre de 2008

LA HORA Y EL CONTEXTO

La hipertensión, el sedentarismo, la comodidad, el buen yantar… manifestaciones comunes a todos aquellos (y aquellas) a los que nos prescriben caminar, caminar y caminar…que “er mundo se va a acabá”. Y eso es lo que procuro hacer cada día con un poco de gusto y bastante fuerza de voluntad a primera hora de la mañana.

7,30 h. – 8,00 h. a.m. Es una buena hora. Camino desde casa hasta la carretera general, paso por el peligroso puente –por su estrechez y por la velocidad con el que lo cruzan los vehículos- que se encuentra antes de llegar a la charca de Los Ascanio, sigo la avenida de Las Araucarias hasta la gasolinera de la entrada de La Orotava y de allí regreso de nuevo hasta mi casa. La mayor parte del recorrido lo puedo realizar por la acera. El que realizo directamente por el borde de la carretera lo hago bajo un nivel de miedo bastante elevado aunque hasta ahora superable, pues no me fío un pelo de los conductores que, entre el cigarrito, el móvil, la radio y la mala cara mañanera, suelen ir como locos y poco pendientes de los escasos peatones que a esa hora transitamos por el lugar. Además, me fastidiaría mucho perecer atropellado por uno de estos “belulas”, así que cada vez que les veo pasar descargo todo mi arsenal de palabrotas previstas para este tipo de eventos (una vez han pasado, claro), lo cual creo que también contribuye de manera decisiva a favorecer la libre circulación de la sangre y de la mala leche hasta ese momento contenida.

Cuando camino por la zona que ya es calle, es excepcional encontrarme a esa hora con otros viandantes, pero cuando lo hago, mi reacción al cruzarme con ellos –y también la suya- es la de saludarnos con un sonoro buenos días, un adiós o un simple buenassss. Es una reacción cuasi natural. Por el contrario, en ese mismo lugar, pero a las 11,00 h. a.m., cuando el tránsito de personas ha aumentado considerablemente, los comercios y negocios de la zona han abierto sus puertas y la vida diaria ha tomado el pulso normal, resulta inconcebible que surja de manera natural el saludo entre dos viandantes que se cruzan en el camino y que no se conocen de nada. ¿Qué ha sucedido? Pues lo que sucede siempre que el ser humano se integra y actúa como un engranaje más de la máquina llamada masa: que se pierde el sentido y la conciencia de la individualidad. El sujeto que en este contexto fuera saludando a todos los viandantes con los que se cruzara, sería automáticamente calificado como un loco o un pirado.

Sin embargo, la explicación que se suele ofrecer de este hecho es la contraria a la que hemos apuntado, pues se parte de considerar que en la vida de las ciudades, el ser humano se concentra en sí mismo, en su individualidad, y pierde su conciencia de formar parte de una comunidad o colectividad. Se dice que el ciudadano moderno, salvo las excepciones de rigor, “va a lo suyo” y no le interesa lo que le pueda ocurrir a su vecino. Pero en realidad, es la actuación con espíritu y como miembro de la masa la que anula la individualidad del ser humano, y no la vida en comunidad en sí misma considerada. La contraposición no es pues individuo-comunidad, sino individuo-masa. La primera preserva mi individualidad, la segunda, trata de anularla, pero procuro reafirmarla diariamente de 7,00 h. a.m. a 8,00 h. a.m. cuando salgo a caminar. Es pura cuestión de conciencia, aunque favorecida por la hora y el contexto.

lunes, 27 de octubre de 2008

EL MISTERIO DE LA RISA, UN BUEN ANTÍDOTO PARA PERÍODOS DE CRISIS

VER VIDEO : http://www.youtube.com/watch?v=Y3FGNZNwqZY

EXTRAÑA SENSACIÓN



Nunca he invertido ni una sola peseta ni un euro en la bolsa, así que pertenezco a ese amplio porcentaje de población que no atiende a la información que a diario ofrecen los medios de comunicación sobre las fluctuaciones de valor que allí acontecen. Hasta ahora ha sido una realidad que siempre me ha sido ajena en términos personales; me trae al pairo si las acciones de Telefónica suben o bajan, o las del BBVA, o las de Iberdrola… Sin embargo, últimamente me ha empezado a preocupar que el Ibex no remonte las estrepitosas caídas de los últimos días, o que el gobierno argentino haya anunciado que va a intervenir las entidades financieras extranjeras que gestionan los fondos de pensiones en ese país, o que la bolsa de Tokio también de muestras del nerviosismo de los inversores.


Hay economistas que han propuesto (¿en un alarde de sensatez?) que lo que habría que hacer ya sin más demora es suspender transitoriamente (vamos, cerrar a cal y canto) el mercado bursátil, al menos, hasta que escampe la tormenta financiera que estamos viviendo, pues los resultados que a diario se producen en este mercado no es que sean erráticos, es que resultan total y absolutamente imprevisibles para los sesudos analistas de este mercado específico y también para los mejores y más cualificados economistas. Diríase que esta variabilidad permanente lo que provoca en realidad es aumento del ya crecido acojono general (global) de los inversores. Así que el planteamiento es sencillo: suspendamos temporalmente el mercado y evitemos así la propagación del miedo.


Pero el miedo que progresivamente se extiende entre la gran mayoría de la población que no invierte en bolsa es un miedo distinto. No es un miedo a perder dinero, sino más exactamente, un miedo a perder todo aquello que hasta el presente se le ha presentado y que ha vivido como mejoras en sus condiciones de vida: trabajo, casa propia, coches propios, viajes, comidas en restaurantes, estudios de los hijos en colegios privados, segunda residencia en la costa o en el campo, etc. Por supuesto que puede entrar a discutirse si efectivamente el “modelo” de desarrollo económico seguido era o no el más idóneo desde muchos puntos de vista, pero eso ahora es imposible de plantear, bueno, no imposible, pero sí inconcebible por parte de nuestras autoridades políticas de derechas o de izquierdas, y muchos menos aún, por parte de toda esa legión de economistas (incluidos los premios nobel) que tanto antes como ahora tienen siempre a mano una supuesta explicación técnica (¿o es científica?) de la realidad y, en este caso, del caos que se nos ha venido encima. Y si de lo que se trata es de colgarse la medalla al mérito de haber previsto lo que está ocurriendo, esa medalla habría que dársela seguramente a Carlos Marx, y no en su condición de economista, sino de auténtico estudioso integral de la historia, la economía, la sociedad y las pautas de funcionamiento del capitalismo como un todo que no puede dejarse en manos sólo de unos señores y señoras que se autodenominan profesionalmente economistas.


Bueno, aunque en realidad, el problema no son los economistas, sino los ingenieros, pues estos últimos, aparte de saber mucha economía, mucho Derecho y mucho de todo, han sido capaces de aplicar sus conocimientos al funcionamiento sofisticado del mercado mediante lo que se ha venido a denominar métodos de ingeniería financiera. No parece, sin embargo, que los cimientos de la construcción fueran muy sólidos. No nos queda nada, monada.

viernes, 24 de octubre de 2008

TENER DERECHO A LLEVAR LA PENA O EL REMORDIMIENTO EN EL ALMA


Llevar en el alma la pena o el remordimiento es toda una condena y, además, presumo que incluso más dolorosa que la condena expresa que se exterioriza mediante una multa, la privación de la libertad de expresión y circulación o el reproche de la sociedad o, al menos, de un círculo de personas que conoce de nuestras debilidades y miserias humanas. Creo que son muchas y variadas las ocasiones en que acontece esto de cargar en nuestra conciencia con la pertinaz y duradera pena que nos puede acompañar hasta el último suspiro.

Existen seguramente muchas vías para llegar a esta situación. Una es la de realizar una acción que en el momento en que la acometemos estamos convencidos de su naturaleza irreprochable. Somos autosuficientes, estamos convencidos de tener la razón de nuestra parte y no atendemos a los signos externos que nos indican o pretenden hacernos ver lo contrario. Pasado el tiempo, éste nos llevará, mediante la reflexión, a la conclusión de que estábamos totalmente equivocados en nuestro modo de actuar. Es posible que a esas alturas ya no quepa remedio alguno, sino sólo el arrepentimiento (que es siempre una liberación de la culpa propia auspiciada por la bondad del destinatario directo o indirecto de nuestra acción injusta), o el remordimiento (aún siendo perdonados por el otro no podemos serlo por nosotros mismos).

En otros casos, por el contrario, en el momento de realizar nuestra acción somos conscientes de nuestra condición indudable de canallas. Actuamos sin escrúpulos ni reparos de ningún tipo. Sólo con el paso del tiempo somos capaces de mirar hacia atrás y reconsiderar nuestras viejas acciones, bien porque se acerca la muerte y este es siempre un motivo propicio para plantearse un examen de conciencia con independencia de que se sea o no religioso, bien porque hemos sido víctimas a su vez de algún tipo de canallada similar al que nosotros cometimos en un momento anterior de nuestra miserable vida. También aquí se puede instalar en nuestra alma la pena o el remordimiento.

Estos dos supuestos anteriores son merecedores de ser calificados de humanos, esto es, capaces de ser comprendidos y, sobre todo, perdonados por otros humanos a fin de así liberar a sus protagonistas de una condena impuesta o autoimpuesta para toda la vida.

Pero existe otro supuesto en el que la liberación es imposible, y no sólo porque no exista arrepentimiento previo, sino porque tampoco existe condena. Es el de la obediencia debida por el sicario que cumple con éxito con su misión a cambio de una retribución pecuniaria o en especie. Abiertamente, el sicario admite (lo hacía el otro día un tipejo con el rostro oculto en un programa de televisión) que él no tiene problema alguno de conciencia; él es un trabajador autónomo cuya actividad consiste en hacer algo por encargo. Si el sicario cumple en debida forma con su trabajo, jamás nos enteraremos los demás absolutamente de nada. El sicario construye un muro infranqueable entre su conciencia y su actuación, y salvo que esa actuación trascienda por cualquier circunstancia, los demás tenderemos a creer que la víctima es víctima de las circunstancias, pero no de la acción del sicario ordenada por otro.

Nuestra tendencia suele ser la de comprender al sicario y condenar al que le ordena su actuación. Pero en realidad, el que en ningún caso tiene derecho al perdón propio o ajeno es el sicario, pues no es un humano, sino una máquina.

jueves, 23 de octubre de 2008

LA HUELGA DE JUECES Y SECRETARIOS JUDICIALES

La verdad es que las cosas en este país han cambiado lo que se dice una barbaridad. Ahora se manifiestan en las calles los policías nacionales (antigua policía armada), los guardias civiles, los secretarios judiciales y ¡hasta los jueces! Si Franco levantara la cabeza le iba a dar un yeyo de aquí te espero.

¿Y qué dicen los ciudadanos? Pues la verdad es que no lo sé. Cuestión distinta es lo que dicen los denominados tertulianos a través de la radio y la televisión, pues ostentando los mismos la condición de ciudadanos, ocupan sin embargo una posición de alguna forma cualificada en tanto sus opiniones pueden ser asumidas como propias por muchos oyentes o telespectadores (ya se sabe, es preferible siempre que nos den algo hecho, en este caso una opinión, que no tener que construirla con nuestro propio esfuerzo). Así que otra vez en este tema la consabida contraposición entre dos opiniones significativas: la favorable al Gobierno de la Nación (actuación del Ministerio de Justicia suspendiendo de empleo y sueldo durante dos años a una Secretaria judicial) y la contraria a dicha actuación (se acusa al Gobierno de injerencia en el gobierno de los jueces al pretender, soterradamente, que el nuevo Consejo General del Poder Judicial revise la sanción impuesta al juez Tirado).

Bueno, ante todo hay que decir que está muy bien eso de que la Secretaria judicial se manifieste con una pancarta en la calle, pues ya me dirán ustedes que otra alternativa le quedaba a esta buena señora después de saber que va a estar dos años suspendida de empleo y sueldo. Sin embargo, el juez Tirado no se sumó a la protesta seguida por sus compañeros en solidaridad con el mismo. Optó por seguir trabajando, lo cual está también muy bien, pues en estos tiempos de crisis, tener que pagar una sanción de 1.500 euros más la correspondiente retención salarial que corresponda por las horas que haya durado la huelga, no es algo como para tomárselo a cachondeo.

En mi opinión, creo firmemente que tanto la señora Secretaria como el señor juez han actuado incorrectamente. Ahora bien, los fallos que hayan podido cometer en cuanto a sus responsabilidades laborales hay que inscribirlos necesariamente en un contexto caracterizado por la sensación generalizada de colapso del servicio público prestado por la Administración de Justicia. Es una sensación que se corresponde con una realidad innegable, y el hecho de que esta realidad se ponga de manifiesto ante la ciudadanía como consecuencia de determinados fallos humanos con consecuencias tan lamentables y terribles, no puede conformarse como pretexto para que las autoridades políticas pretendan la imposición de sanciones ejemplares sin más. Con ello es obvio logran “contentar” a una ciudadanía que sabe por experiencia directa o de oídas del colapso de la Administración de Justicia, pero con ello ocultan igualmente las causas reales que determinan el problema.

Y el problema es una Administración de Justicia decimonónica compuesta por funcionarios que sólo saben del uso de la memoria –y no precisamente RAM-, de lidiar con papeles y más papeles, de profesionales que viven en un alto porcentaje de esta existencia absurda de tantos papeles inservibles (abogados y procuradores), de víctimas que además de serlo por derecho propio lo son también por verse enredadas entre tantos papeles, por la existencia de procedimientos que se dice están pensados en garantía del justiciable cuando en realidad es al contrario… En fin, una Administración de Justicia que es una auténtica vergüenza para un Estado que presume de ser la décima potencia industrial del mundo… Deberían de aplicar a la Justicia las mismas armas que aplicaron al Ejército: modernización, modernización y nada más que modernización.

miércoles, 22 de octubre de 2008

UN LATIGUILLO DE CIERTA IZQUIERDA: EL NO A LA PRIVATIZACIÓN DE LOS SERVICIOS PÚBLICOS


¿Es imaginable que un servicio público gestionado por funcionarios o personal laboral al servicio de la Administración pública funcione bien? Por supuesto que es imaginable, y no sólo esto, creo que existen experiencias evidentes de que ello efectivamente ocurre en la realidad. Sin embargo, también existen experiencias de lo contrario. Exactamente igual que lo que sucede en el ámbito privado: hay empresas que funcionan bien y otras que funcionan mal o muy mal. La diferencia radica en que mientras la empresa pública nunca quebrará (a menos que quiebre el Estado), la empresa privada ineficiente puede correr el riesgo de quebrar efectivamente y desaparecer del mercado.

La primera enseñanza entonces a tomar en cuenta es que el modelo de gestión, público o privado, en la prestación de un servicio no es garantía per se de un buen funcionamiento del mismo. Esta primera conclusión nunca será aceptada por la izquierda, supuesta defensora, por arriba de todo, de lo público. Cínicamente llegarán a afirmar que bien, que de acuerdo, que la calidad del servicio puede ser peor, pero que esto es sólo una mera apariencia, pues en el fondo se trata de un problema de forma y no de sustancia o contenido. Además, en tanto en todo modelo privado de gestión se persigue la consecución de un beneficio (y ello repercute en adoptar políticas de recorte de gastos que no siempre son superfluos), en el modelo público tales parámetros no existen. Los costes jamás serán un problema, y no sólo porque la financiación del servicio puede soportar déficits permanentes, sino porque tales costes siempre serán a cargo de otros que nada tienen que ver muchas veces con la propia prestación del servicio.

Existe una razón a mi juicio fundamental que explica que la izquierda defienda como una cuestión de fe la inconveniencia de la privatización de determinados servicios públicos. Se trata de una razón inconfesable, pero que de verdad pesa muchísimo a la hora de plantearse el debate de la privatización o no de los servicios públicos. La razón no es otra que la previa privatización que ya han realizado los funcionarios/laborales del propio servicio. Se trata del fenómeno de la denominada patrimonialización de la Administración pública por parte de sus operarios. La Administración se supone es una organización instrumental que está al servicio de los ciudadanos. Cuando el personal al servicio de la Administración –y por tanto de los ciudadanos-, margina esta función y asume como grupo de interés que la Administración está al servicio de tales intereses, el resultado no puede ser sino catastrófico.

En tales situaciones, la defensa de lo público no es más que una cortina de humo o un pretexto para esconder y justificar intereses sectoriales que en nada tienen que envidiar a la consecución para ellos del maligno beneficio privado. Pero mientras que el defensor de la privatización de los servicios públicos no oculta que el empresario trate de alcanzar legítimamente un beneficio económico, el supuesto defensor de lo público oculta descaradamente ser un privilegiado que se lucra del esfuerzo económico de todos los contribuyentes que pagamos indistintamente su eficacia/eficiencia, pero también y, en la mayoría de los casos, su ineficacia e ineficiencia, así como sus innumerables privilegios de todo punto injustificados, pero logrados sobre la base de un interés ilegítimo.

martes, 21 de octubre de 2008

EL CUESTIONAMIENTO DE LA DEMOCRACIA POR LOS DEMÓCRATAS


Son muchas y variadas las razones que pueden estar presentes para manifestar nuestra oposición a algunas de las medidas adoptadas por el gobierno de G. Bush. Entre esas medidas hay dos que como juristas nos deben de repeler especialmente: la existencia de la prisión de Guantánamo y la justificación de la tortura.

Es posible que las próximas elecciones presidenciales las gane el candidato del partido demócrata B. Obama. Creo que sería bueno para Estados Unidos y bueno para el resto del mundo. Desconozco si el candidato demócrata ha planteado en su campaña lo que piensa hacer con la prisión de Guantánamo. Si no la cerrara y pusiera a disposición inmediata de los jueces a los presuntos terroristas allí detenidos, su credibilidad en cuanto al cambio que ha prometido quedaría gravemente comprometida, pues es de tal gravedad la actuación ejecutada por el gobierno norteamericano, que a partir de la misma se legitiman todas aquellas otras actuaciones similares llevadas a cabo por los gobiernos tiránicos y antidemocráticos existentes en este mundo. Y es que, en realidad, lo que está sucediendo es que un gobierno democrático rechaza como un obstáculo para la consecución de sus fines el principio de presunción de inocencia y el derecho de todo detenido a ser puesto a disposición de un juez independiente. Es la negación de la democracia y de la libertad, puesto que se justifica la consecución de un fin en detrimento de derechos fundamentales que son las señas irrenunciables de identidad de la propia democracia.

Algunos piensan que estamos en presencia de una discusión que carece de sentido y significación, puesto que en definitiva se trata no sólo de defender la seguridad de los propios ciudadanos norteamericanos, sino también, sus propias libertades. Los prisioneros de Guantánamo han sido detenidos ilegalmente en distintas partes del mundo y trasladados ilegalmente a ese lugar; han sido objeto de tortura física y psicológica y ningún juez ha podido hasta el presente pronunciarse sobre la supuesta culpabilidad de los mismos. Es más, algunos de ellos que han podido salir de aquel infierno y que han sido juzgados en sus países de origen, han sido declarados inocentes al considerar el Tribunal juzgador que las pruebas acusatorias fueron obtenidas mediante tortura.

En ocasiones es difícil, complejo y hasta comprometido denunciar los excesos y extralimitaciones del poder, pero hacerlo es señal inequívoca de que la democracia está viva y de que la misma no va a ser arrollada por la acción de algún iluminado que bajo el pretexto de garantizar nuestra seguridad lo que hace es socavarla y ponerla en cuestión. Por el bien de la libertad, espero y deseo que G. Bush jamás sea objeto de condena sin previo juicio y con pruebas que le hayan sido arrancadas mediante tortura. Y que todo ello suceda, de suceder, afirmando con rotundidad que el mismo es inocente hasta que no se demuestre lo contrario.

lunes, 20 de octubre de 2008

CUIDADITO CON LOS DECLARADOS ENEMIGOS DEL CAPITALISMO


Período de crisis, además, de crisis inicial de la economía financiera que la mayoría de la población no entiende en absoluto cómo se ha podido producir, y de crisis también de la economía real, sobre la que los ciudadanos tampoco entienden nada sobre su origen pero respecto de la cual sufren directamente sus efectos: paro, restricción del crédito, disminución del consumo, quiebras empresariales, despidos masivos de trabajadores, aumento de los precios de los alimentos, etc.

Estamos ante un período muy propicio para que florezcan los eternos enemigos de la democracia y de la libertad. De una parte, los fascistas, aquellos que con el empleo de un lenguaje confuso en el que se mezcla el odio a los grandes capitalistas y especuladores, pero sobre todo, a los que se han enriquecido según ellos mediante la usura (banqueros y además judíos), con el odio a los ciudadanos con ideas propias que no se dobleguen a sus consignas. De otra parte, los comunistas (y demás representantes de la llamada izquierda radical independentista y nacionalista a la que habría que sumar los socialistas-nacionalistas) y, en nuestro país, también a los partidos de la derecha nacionalista (Coalición Canaria parece que ahora empezará a defender la independencia de Canarias: no nos queda nada. De momento, lo mejor será encomendarse a la Virgen de Candelaria, patrona de Canarias, que al fin y al cabo es negra y puede que ello suponga un freno al previsible desarrollo de la xenofobia como atributo propio de todo buen nacionalista). Unos y otros tratarán de confundir a la masa para hacerles creer que todos los males acabarán con la derrota del capitalismo o con el nacimiento de una nueva nación.

Es la lucha eterna entre lo malo y lo peor, o entre lo malo y lo menos malo, o quizás, entre lo único bueno conocido y la tiranía. Sería pecar de ser demasiado pesimistas si creyéramos que nada puede parar en un período de crisis económica aguda la deriva hacia manifestaciones totalitarias. Sin embargo, creemos que hay que estar prevenidos y, sobre todo, que hay que defender con todas nuestras fuerzas y todos los medios posibles la verdad frente a la mentira.

El capitalismo como sistema económico fundamentado en la libertad política del ser humano tiene fallos que pueden ser objeto de corrección. El capitalismo como sistema económico fundamentado en la opresión política no sólo es abominable, sino que nos lleva a la catástrofe de la pérdida de nuestra libertad. Es posible que sea esta la disyuntiva fundamental que hoy esté planteada en el mundo. A nosotros nos toca estar atentos para desenmascarar a todos aquellos que con el pretexto de criticar y cuestionar los fallos del sistema capitalista, lo que pretenden es su destrucción en su vertiente más auténtica y genuina: la conquista de la libertad de los seres humanos.



viernes, 17 de octubre de 2008

ALGO HEMOS AVANZADO EN MATERIA DE CORRUPCIÓN


En una época de mi vida ya un poco lejana, trabajé como administrativo (personal de tierra) en la Compañía Iberia, con destino en el único aeropuerto que entonces existía en Tenerife, Los Rodeos. Era joven y bien parecido, y con mi uniforme de empleado de Iberia parecía un piloto, lo cual, en aquella época, era el nova más desde el punto de vista social. Cada mañana salía temprano de casa y caminaba hasta la iglesia de La Concepción, en La Laguna, donde me recogía la guagua que la compañía tenía para trasladar a sus empleados hasta el aeropuerto.

Mi condición de personal eventual y de pibe veinteañero, aparte de mis ganas de quedarme fijo en la empresa, hacían que pusiera todas mis energías en el desarrollo de mis tareas laborales. La verdad es que ninguna de esas circunstancias resultó finalmente suficiente para la renovación de mi contrato, influyendo otras de distinta naturaleza que impidieron que mi vida laboral se encauzara a través de las líneas aéreas de España.

En aquella época aún no había llegado la democracia a España, y aun existiendo los sindicatos como organizaciones legales, éstos eran “verticales”, lo que entonces significaba que se conformaban como uno de los fundamentos básicos del régimen político instaurado después de la guerra civil española, junto con la familia y el municipio, aparte, claro está, de ser organizaciones no contrapuestas a las organizaciones empresariales (obreros y empresarios se suponía que trabajaban en común por la consecución de una España Grande y Libre). Sin embargo, en el seno de los sindicatos verticales se habían introducido los ilegales “rojetes” (fundamentalmente de Comisiones Obreras) con la finalidad de darles un vuelco a los mismos y transformarlos en lo que realmente debían ser, esto es, organizaciones representativas de los legítimos intereses laborales y políticos de los trabajadores, que era lo que precisamente negaba el régimen político de Franco.

En los primeros años de la década de los setenta había en la sociedad española manifestaciones patentes de corrupción. Por supuesto que también había manifestaciones de lo contrario. Había políticos honestos entregados a la consecución del interés público y funcionarios igualmente rectos que cumplían estrictamente la ley y se volcaban en la defensa de los intereses ciudadanos.

Como empleado de Iberia durante un corto período de tiempo (téngase en cuenta que entonces la Compañía aérea era una empresa pública), pude comprobar con mis inocentes ojitos dos manifestaciones patentes de corrupción. Una de ellas me afectó de alguna forma a mi situación personal en el seno de la empresa. Había entrado como personal eventual casi que de casualidad, y algunos de los representantes sindicales que entonces formaban parte del Comité de Empresa, vetaron mi transformación en personal fijo. La razón era evidente y lógica (y para ellos “normal”): para ser personal fijo de Iberia era “mérito preferente” tener “enchufado” ya a algún familiar previamente en la empresa, circunstancia que no concurría en mi caso.

La otra manifestación de corrupción, mucho más asquerosa y sangrante, era la que se daba en la facturación de los vuelos con destino a Venezuela. Entonces las maletas de los pasajeros no se pesaban en una báscula electrónica y seguidamente desaparecían llevadas por una cinta transportadora. Junto al administrativo que facturaba el vuelo, se colocaba otro empleado (mozo de maletas) que se encargaba de comunicar a aquel el peso de la maleta. La corruptela estaba en declarar un peso inferior al real y ahorrar al pasajero el pago del exceso de peso. La acción se presentaba casi que como una obra de caridad. Pero en realidad, lo que ocurría es que con carácter previo el pasajero que sabía llevaba exceso de peso le había pagado la correspondiente “mordida” al empleado corrupto.

Estoy convencido de que hace muchos años que esto ya no sucede de manera generalizada ni en el aeropuerto de Los Rodeos ni en el resto de los aeropuertos españoles. Algo hemos mejorado.

jueves, 16 de octubre de 2008

FELIZ IGNORANCIA GENERAL


Es poco más o menos como si a las masas chiitas enfervorecidas que deambulan sin orden ni concierto gritando el nombre de Alá, comprobaran de repente que todo el sistema de los ayatolás que a diario se comunican con Dios, es una pura falsedad y un montaje. Por mucho que se les dijera con carácter previo que ello pudiera ocurrir, no se lo iban nunca a creer, pero cuando efectivamente ocurriera, las consecuencias serían auténticamente imprevisibles.

Algo similar, pero con el Dios Dinero, ha ocurrido y está ocurriendo en las llamadas sociedades de mercado o capitalistas. Sólo una minoría económicamente muy poderosa, y una mayoría bastante cualificada que tiene invertidos sus ahorros en una multiplicidad de productos financieros, es la que realmente está preocupada con la denominada crisis financiera. La gran mayoría de la población que nace, vive y muere para el consumo (esta es su auténtica razón suprema de ser: consumir y pagar impuestos), ignora por completo las amenazas que se ciernen sobre ellos ante las consecuencias de una crisis que ellos no han provocado pero de la que pueden ser sus principales víctimas.

La crisis de confianza que afecta al sistema financiero (economía virtual), se puede traducir en una crisis imparable de la denominada economía real. Bastaría para ello con que se rompiera ese endeble cordón que aún al día de hoy se mantiene, y que se formaran colas interminables en las ventanillas de las entidades bancarias pidiendo cada uno el dinero que en las mismas tienen depositado. La quiebra en cadena de estas entidades sería de tal magnitud, que no habría gobierno que pudiera pararla.

Compruebo a diario entre mis inconscientes y felices alumnos la realidad en la que viven: una gran mayoría viene a la Universidad en vehículo de cuatro ruedas (gasolina, gas-oil, reparaciones, neumáticos, equipo de música, impuestos, tuneado, contaminación); muchos vienen vestidos a la última moda o, al menos, con ropas de marca; los que fuman, fuman Marlboro (casi tres euros la cajetilla); en sus casas, seguramente, cuentan con uno o más vehículos de motor (papá, mamá y el hermano o la hermana), pantalla plana para la TDT, etc., etc. No sé muy bien qué vienen a hacer en la Universidad, pero el hecho es que vienen a diario. Se sientan en aulas bastantes masificadas, escuchan a los profesores que les hablan de lo humano y de lo divino, pero ignoran por completo la crisis, o lo que es igual, ignoran por completo la realidad en la que viven. Una realidad que de la noche a la mañana puede cambiar radicalmente y ellos y nosotros con estos pelos.

Se nos dice que una de las salidas a la crisis es no sólo restablecer la confianza entre los desconfiados y usureros banqueros, sino también, en la necesidad de consumir. Es un círculo que no se puede romper: si hay confianza hay crédito, si han crédito hay capacidad de compra, si hay compra hay consumo y si hay efectivamente consumo continuo hay producción garantizada, puestos de trabajo y, sobre todo, felicidad. Como puede verse es relativamente fácil y sencillo. Colmemos nuestros anhelos materiales y espirituales consumiendo, y consumiendo cada día más, pues aquí radica una de las claves no sólo de la pervivencia de los banqueros y del propio sistema, sino también, al parecer, de toda la humanidad. Cabría pensar que estamos ante un mensaje de la Organización Nacional para Ciegos que se niegan a ver, o tal vez, a pensar.

miércoles, 15 de octubre de 2008

"NO TE ENROLLES CHARLES BOYER"

Pues igual tiene razón un amigo lector de mis paridas del blog y efectivamente tengo una tendencia a liarme que es un gusto. Sin embargo, procuro que no sea así. Trato de expresar de la manera más ordinaria –y sencilla- del mundo determinados pensamientos sobre algunas cuestiones de la vida cotidiana. Bien es verdad que una gran parte de las mismas tienen que ver con la Universidad, pero considero que ello es inevitable, toda vez que es en ese lugar donde trabajo y donde transcurre aún una parte importante de mi vida.

Algún despistado podría pensar que mis ácidas y a veces hirientes críticas a la vida universitaria denotan cierto nivel de amargura personal con relación a mi trabajo de profesor y al contexto universitario. La verdad es que no. Sin embargo, reconozco que mis críticas constituyen la mayor parte de las veces auténticas provocaciones para el estamento docente, discente y el del personal de administración y servicios. En un mundo cerrado y con poco contacto con la vida real, en el que sus miembros son cooptados sobre la base no tanto del mérito y el espíritu crítico, como de su nivel de borreguismo para así poder perpetuar el sistema borreguil que preside en su mayor parte la vida universitaria, lo mejor que puede sucederle a uno –se llega a creer- es actuar como un borrego, pues de lo contrario, aún siendo feliz (en su matrimonio e incluso fuera de él), se transforma sin embargo en un auténtico “enemigo” que si no puede ser abatido, como mínimo debe ser ignorado, lo cual, sea dicho de paso, será siempre preferible a ir por la vida babeando y mugiendo.

Así que a galopar hasta enterrarlos en el mar… o que ellos te entierren a ti. La opción es clara y evidente mientras esté vivo y pueda decir libremente lo que pienso sobre la Universidad o sobre lo que me de la real gana. ¡Viva México! ¡Viva la Revolución!

martes, 14 de octubre de 2008

PER SAECULA SAECULORUM


He de confesar que al haber transcurrido ya un tiempo considerable, ha disminuido la inquina que le guardaba a Esperanza Aguirre por su arbitrariedad a la hora de acabar con el mejor servicio nocturno de noticias en una cadena pública, Telemadrid, y con el periodista, Germán Yanke, que lo dirigía. Aquel cese caprichoso, lamentable e irrespetuoso con todos aquellos que no siendo del PP admirábamos sobre todo la profesionalidad y buen hacer de un medio de comunicación público que en su política informativa no estaba al servicio del gobierno de turno, marcó un serio revés en la imagen “liberal” que me había hecho de la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Pero bueno, ya se sabe que aquí nadie está exento de la posibilidad cierta de cometer errores, máxime, si se ocupan puestos de responsabilidad política. Es más, en política ocurre que lo que puede ser un error para unos, para otros es un acierto de “cojones”, y claro, como de lo que se trata es de ganar elecciones para así poder gobernar, pues serán los resultados electorales los que en buena medida determinen qué haya de calificarse como aciertos y qué como errores. En cualquier caso, no siendo votante de Esperanza Aguirre porque vivo en Canarias y no en Madrid, creo sin embargo que en esto de cesar a Germán Yanke la presidenta se equivocó plenamente.

Por el contrario, en lo que creo que no se ha equivocado Esperanza Aguirre, es en la “amenaza” que su gobierno ha planteado a las Universidades públicas de la Comunidad de Madrid en el sentido de congelar, reducir o incluso no hacerse cargo de los gastos del capítulo I de los presupuestos de las Universidades, esto es, de los denominados gastos corrientes del personal universitario (retribuciones del profesorado y personal de administración y servicios).

Es mis años como profesor de universidad, es esta la primera vez que he podido ver que un dirigente político se ha atrevido a poner en cuestión públicamente los gastos de personal de las Universidades públicas. Es algo auténticamente inaudito, vamos, para el sector fundamentalista progre universitario, un auténtico sacrilegio y una provocación. Ya lo han dicho los sindicatos y también su rehenes, esto es, los Magníficos/as Sres. y Sras. Rectores/as: se trata de una barbaridad que no tiene parangón en la historia de la Universidad española. En consecuencia, aparte declaraciones rectorales, manifestaciones sindicales, manifiestos de protesta, alguna pequeña y simbólica concentración en la Puerta del Sol, etc. el mensaje a difundir está claro: nos encontramos ante otro nuevo atentado a la ciencia, la investigación y hasta a la cultura de este país. Otra manifestación más del liberalismo irresponsable de la Presidenta caracterizado, en general, por el insano desprecio a todo lo público.

En mi opinión, la actitud de la Presidenta en este tema es de lo más sano que he visto. Bien es verdad que la misma también debería hacer referencia a los gastos de personal de otras Administraciones públicas (v.gr., la autonómica que ella preside), pero lo importante es que por vez primera se ha referido al tema “intocable” de la Universidad. Lo lógico, tratándose del templo de la reflexión crítica, es que la Universidad hubiese acogido las palabras de la Presidenta con espíritu crítico, es decir, que como mínimo, sus rectores nos explicaran a los ciudadanos que pagamos la Universidad con nuestros impuestos cómo están organizados sus recursos de personal: ¿sobran profesores?, ¿faltan profesores?, ¿cuál es la ratio profesor/alumno?, ¿cuáles son las horas de docencia semanales del profesorado?, ¿cuál es el resultado de las tareas de investigación del profesorado?, ¿cuánto ganan los profesores?, ¿y el PAS?, ¿cómo están distribuidas las funciones del personal de administración y servicios?, etc.

Un amigo y colega de otra Universidad que fue en su día Rector, cuando hablamos del personal de la Universidad, siempre me dice que la Universidad española es el único lugar del mundo conocido en el que el pollo que es contratado como profesor, terminará sus días, sin ningún género de dudas, como profesor (es mi caso), y ello, al margen de su competencia profesional (espero que no sea mi caso, aunque estoy dispuesto a que se compruebe), pero eso sí, con la consolidación del gasto (y del pollo) en el capítulo I de los presupuestos de la Universidad, per saecula saeculorum.

lunes, 13 de octubre de 2008

PRUDENCIA Y CABREO ANTE LA CRISIS


¿Cómo no ser prudentes en un momento de crisis de confianza en el sistema financiero? Por supuesto que sí. Todos, acreedores y deudores, no debemos olvidar la amenaza de la temida recesión: más paro, más inflación, menos consumo, más miseria… Los que vivimos a diario sin preocuparnos de nuestros ahorros porque no los tenemos, y sí de la hipoteca que cada día que pasa es más cara (¿no podría el Gobierno ordenar a los Bancos que el tipo de interés de referencia no fuera el interbancario o Euribor y sí el fijado por el Banco Central Europeo? ¿Por qué permitir que en este caso sea el mercado el que fije el tipo de interés de los créditos hipotecarios?), estamos realmente alucinados. Nuestro principal objetivo ahora mismo es luchar a brazo partido con el Gobierno para recuperar la confianza en nuestras amadas y queridas entidades financieras. El sátrapa de Hugo Chávez en Venezuela es Caperucita al lado de Gordon Brown en Gran Bretaña y su decidida y al parecer obligada política de nacionalización de la Banca británica. Y no digamos ya de su homólogo en EE.UU, el Sr. Bush. ¿Y en España? Pues resulta esperpéntico ver al Sr. Rajoy o al Sr. Montoro defendiendo que hay que controlar que el fondo de 50.000 millones de euros destinados a garantizar las necesidades de liquidez de nuestras entidades financieras van a ir a parar a las familias y a las pequeñas y medianas empresas.

Ahora va a resultar que los principales responsables de esta crisis financiera son los malvados ejecutivos de las entidades. ¿Cuánto gana al año el Sr. Francisco González del BBVA? ¿Y el Sr. Botín? ¿Y el del Banco Popular? ¿Y el de…? Seguro que todos ellos ganan auténticas burradas de dinero, aparte de gozar de contratos blindados y de jugar con información privilegiada a la hora de aumentar el valor de sus acciones en las distintas hipótesis que ellos mismos puedan barajar en cuanto a la adopción de decisiones estratégicas para las empresas a las que sirven. Claro que sí, se trata de auténticos “tiburones” que se crían, reproducen y sirven como modelo de referencia a muchos jóvenes en las llamadas Escuelas de Negocios que tanto han proliferado últimamente en nuestro país. Estos tíos y tías tan superpoderosos de verdad, son aquellos frente a los que muchos de nuestros universitarios economistas se pliegan sin rechistar, limitándose a repetir y expandir con visos de supuesto rigor académico sus proclamas ideológicas y defensa de intereses propios como si fueran generales.

Hace algunos años leí un librito sobre la inflación escrito por José Luis Sampedro. Lo que más me gustó, o mejor, lo que más impactó de su lectura fue que el profesor Sampedro denunciara la presentación por parte de algunos economistas de la “ciencia” económica como una ciencia neutral que nada tenía que ver con la política. Aparte de la reivindicación de la denominación clásica de “Economía Política” para la ciencia económica, es en momentos como los que vivimos donde aparece con toda crudeza la íntima relación existente entre política y economía. Es a partir de esta relación como de verdad habrá que empezar a explicar lo que está sucediendo y lo que pueda suceder. Contribuir a fortalecer la confianza en el sistema financiero sí, pero no a costa de seguir viviendo entre tantas mentiras interesadas.

viernes, 10 de octubre de 2008

FUNCIONARIOS


Anuncio gigante en el Metro de Madrid. El mensaje del anuncio es claro y terminante: “En época de crisis, hazte funcionario”. Bueno, y en época de no crisis también, pues ya es conocido lo del carácter cíclico de las crisis en el sistema capitalista global en el que nos encontramos, y en previsión de futuras crisis, lo mejor es tener garantizado el puesto de trabajo y la retribución correspondiente.

Yo soy funcionario público, a pesar de que cuando era más joven defendía el contrato laboral para los profesores no numerarios (PNN) de la Universidad española. Creo que entonces, honestamente, la reivindicación de un contrato laboral en el seno de la Universidad presentaba una vertiente de alguna forma “revolucionaria”, en el sentido de que ese tipo de contrato suponía que al profesor se le pudiera despedir (algo que en principio puede ser muy bueno para favorecer la sana competencia entre el profesorado) cuando concurrieran las causas legalmente prevista para ello. Sin embargo y, honestamente también, hay que decir que eso era pura teoría, pues no es lo mismo estar ligado con un contrato laboral indefinido a una Administración pública (y menos aún si ésta es la Universidad), que a una empresa privada. En el primer caso, hablar del posible despido del profesor-trabajador, era y es en realidad una auténtica quimera.

En estos momentos de crisis, existen en España prácticamente el mismo número de funcionarios (Estado, Comunidades Autónomas y Entes Locales) que de parados (2.600.000). Desconozco cuál puede ser el sentimiento que le embargue a uno si formara parte de ese segundo colectivo, pero imagino que debe ser algo terrible y descorazonador, a pesar del apoyo del Estado (prestación por desempleo) o de la familia, o incluso, de la denominada y siempre floreciente economía sumergida.

En un corto período de mi vida aún no lejano tuve la oportunidad de experimentar lo que supone conocer y tratar a los funcionarios “desde fuera”, o mejor, conocer y tratar a los sindicatos que dicen representar los intereses de los funcionarios y del personal laboral al servicio de las Administraciones Públicas. En general, mi juicio entonces -y más ahora que estoy alejado definitivamente de la actividad política-, es que si por algo hay que caracterizar al colectivo de funcionarios es por su creciente y desenfrenado ánimo insolidario con relación a los trabajadores asalariados y parados. Sus pretensiones se centran en reforzar su visión patrimonialista de la Administración y en “chantajear” a una clase política cada día menos capaz de defender los dineros públicos, ante las apetencias de un colectivo que se sabe permanente frente al carácter coyuntural de la clase política.

Que una visión tan negativa quede compensada por el conocimiento paralelo de excelentes funcionarios públicos capaces de darlo todo por servir a los ciudadanos, no es óbice para considerar que gran parte de los problemas que hoy tiene nuestro país para salir de una crisis que es internacional pero también doméstica, son originados por los funcionarios.

jueves, 9 de octubre de 2008

SERIE FOTOGRÁFICA SOBRE CHOVITO

Cho Vito. La Opinión _generico_

FOTOGRAFÍAS SORE EL AUTODENOMINADO "POBLADO MARINERO" DE CHOVITO EN LA COSTA SUR DE LA ISLA DE TENERIFE (CANDELARIA)

miércoles, 8 de octubre de 2008

CHOVITO


Es el nombre de un pequeño poblado de viviendas autoconstruidas en una zona costera de la isla de Tenerife. Al parecer, las primeras construcciones datan de hace unos treinta o cuarenta años, y todas ellas invaden la zona de costa que forma parte del dominio público marítimo terrestre, por lo que se encuentran en situación de manifiesta ilegalidad. Esta circunstancia ha determinado el desalojo de las viviendas por la fuerza para proceder luego a su destrucción.

Hasta aquí los hechos sucintamente presentados. Por medio, la intervención de los políticos, de las ONG, de los afectados, de los no afectados y, sobre todo, de una multitud de pésimos o falsos periodistas que desde distintas emisoras locales de radio y televisión, pero también desde la televisión y la radio oficial del Gobierno de Canarias (es decir, la Televisión y la Radio pública autonómica pagada con nuestros impuestos), han aprovechado estos hechos para manipular y confundir a la ciudadanía.

Aunque no suelo estar por lo general atento a los medios locales, a lo largo del día de ayer he prestado atención a las supuestas informaciones que tales medios iban dando de los acontecimientos del desalojo por la guardia civil de las viviendas y de su posterior destrucción. La verdad es que he sentido vergüenza del nulo nivel profesional que presentaban los seudoperiodistas que se dedicaban a transmitir la información. Más que informar, su misión era la de incitar al oyente o al telespectador a la rebelión contra una injusticia que se estaba cometiendo por parte de la Administración Pública y, en particular, por la Administración del Estado. Desconozco dónde se habrán formado estos supuestos periodistas, pero el nivel de ignorancia y chabacanería que les caracteriza es inigualable y difícilmente superable.

¿Cómo resistirse a mostrar un mínimo sentimiento de solidaridad y simpatía ante unas personas que son sacadas por la fuerza de sus casas, profiriendo gritos, insultos y clamando por una justicia que supuestamente les ha sido negada? ¿Cómo reprimir ese sentimiento profundo de indignación que nace del alma ante el comentario abierto y sin tapujos del periodista que se atreve a afirmar que lo que se está cometiendo es una injusticia contra el débil y que sin embargo al poderoso se le permite que vulnere la ley?

Es cierto que en ocasiones son de tal envergadura los privilegios que nuestro ordenamiento jurídico confiere a la Administración pública en aras de la defensa del denominado interés público, que da miedo verse como destinatario de la acción administrativa. Sin embargo, en el presente caso, la actuación administrativa ha estado fiscalizada con carácter previo por la intervención de una juez, que ha accedido a la suspensión temporal de la actuación de la Administración a fin de comprobar si efectivamente estaban presentes todos los requisitos que legitimaban dicha actuación. Una vez comprobados la existencia de tales requisitos, el juez no ha podido obrar de otra manera que como lo ha hecho, esto es, levantando la suspensión temporal establecida.

En esta tierra, y en el resto de España, no sólo se ha hecho “la vista gorda” durante muchos años por parte de muchos alcaldes a la hora del cumplimiento de las normas urbanísticas (o lo que es mucho más grave, se han cometido delitos de prevaricación y cohecho), sino que también, muchos ciudadanos (entre los que se incluyen muchos “listillos”) han actuado con cierto nivel de desfachatez e impunidad ante la ausencia de la debida supervisión por parte de los poderes públicos. A veces, el cumplimiento de la ley, aunque tarde en llegar, finalmente llega, y entonces, lo mínimo que se puede exigir a los que pretenden informar a la ciudadanía es que se limiten a su función, informar, y no a manipular.

martes, 7 de octubre de 2008

OTRA VEZ LA COMUNIDAD...


Ante mi última parida de ayer, un amigo que alguna que otra vez dedica una pequeña fracción de su tiempo a leerlas, me llamó para preguntarme con sorna si yo había vivido toda mi vida en un chalet, pues de alguna forma denotaba cierto espíritu individualista extremo al burlarme de los “defensores” de la sociedad a través de una caricaturización del funcionamiento de las comunidades de propietarios.

Volviendo a la tesis de la influencia que ejercen las denominadas condiciones objetivas sobre la visión que cada uno tiene del mundo en el que vive, no había reparado en que efectivamente, salvo en mi primer año de casado, nunca he vivido en el seno de una comunidad de propietarios. Durante el tiempo de mi existencia, el hecho de ser hijo de un maestro nacional me permitió vivir durante muchos años en las viviendas unifamiliares que el Estado construía para los maestros. Eran viviendas modestas pero dotadas con el mínimo imprescindible para cobijar dignamente al maestro y a su familia. Además, siendo un retribución en especie, por aquella época este concepto aún no existía en las leyes tributarias con relación a este uso y disfrute de la vivienda.

Es posible que la circunstancia apuntada haya influido en mi visión de la sociedad, así como en las responsabilidades que cada individuo asume en la misma. Pero de ahí a calificarme como individualista extremo contrario a la vida en comunidad, va un trecho que nunca he cruzado y que creo nunca llegaré a cruzar. En esta vida está claro que todo requiere de un cierto nivel de equilibrio, y aunque en ocasiones nuestras reacciones sean proclives a encerrarnos en nuestro mundo y “a pasar” de lo que nos circunda, ello no es óbice para reconocer que precisamos de la sociedad para poderlo hacer. Curiosamente, la existencia de una visión individualista de la vida sería inconcebible sin la visión opuesta, esto es, la societaria o colectivista.

He de reconocer que cada día soy más partidario de las visiones individualistas y menos de las colectivistas. Es posible que sea una cuestión de edad como consecuencia del aprendizaje que da la experiencia, pero también, es posible que sea una opción consciente y responsablemente adoptada ante el firme convencimiento de que difícilmente la sociedad puede ser libre si permitimos que sean otros los que marquen las pautas de nuestro pensamiento, nuestras actuaciones y nuestro devenir.

lunes, 6 de octubre de 2008

COMUNIDAD DE PROPIETARIOS


Aun no siendo imposible, resulta cuanto menos difícil colocarse mentalmente en la posición de otro respecto de una experiencia que sólo él ha vivido. El que siempre ha vivido en una vivienda unifamiliar singular, difícilmente puede imaginarse lo que significa vivir en un edificio de viviendas (comunidad) regido por su correspondiente junta de propietarios. Son dos mundos radicalmente diferentes. Posiblemente, el vivir en una comunidad de propietarios predispone en mayor medida a asumir en el futuro el rol de la política como tarea a favor de la comunidad… o de los propios intereses personales.

No es que exista una correspondencia matemática entre la vida en una comunidad de propietarios y la dedicación a la política, pero sí que resulta indudable que sólo por el hecho de que hoy la mayor parte de la población vive en edificios en los que la propiedad se halla dividida horizontalmente y en los que la ley obliga a constituir una comunidad de propietarios con sus respectivos órganos de gobierno, sean de estas comunidades de donde provengan la mayoría de los hombres y mujeres que luego han de dedicarse o no a los asuntos públicos. A pesar de ello, sin embargo, no se trata de defender aquí la tesis de que esta circunstancia objetiva determinará luego la ideología o las actuaciones de aquellos ciudadanos que provengan de una comunidad de propietarios. No obstante, algún tipo de influencia sí que puede existir. Veamos algunos supuestos.

En primer lugar está la experiencia del que ya “pasa de todo” y va a los suyo, que al fin y al cabo es lo más sagrado y muchas veces lo más respetable. Este sujeto nunca ha tenido inquietud o preocupación por la vida de la comunidad, y si la ha tenido, ha comprobado con tristeza que se trata de una carga que carece de cualquier tipo de compensación espiritual, que al fin y al cabo es la única compensación con auténtico interés. Hace su vida diaria al margen de la comunidad, no se mete con nadie, paga religiosamente su cuotas, cumple con sus deberes como comunero (p.ej. no tira a la calle las bolsas de la basura desde el quinto piso) y no asiste nunca a las reuniones de la comunidad, y menos aún, si se trata de votar a una nueva Junta directiva. Su objetivo es pasar lo más desapercibido posible y que los miembros de la comunidad lo ignoren, pues de esta forma nunca será así objeto de inquinas, envidias o mezquindades comunales.

En contraposición a la tipología anterior, nos encontramos con la experiencia del que nada más levantarse de la cama está dispuesto a dar su vida por los intereses de la comunidad (¿?). Vive en constante lucha con el fontanero, el Ayuntamiento, el electricista, el encargado del ascensor… o bien, se debate en una atmósfera conspiratoria permanente junto con otros comuneros preparando el “asalto al poder” en la próxima asamblea comunal frente a la iniquidad de los actuales gobernantes, que son calificados de corruptos. Cuando alcanzan el poder, la primera medida que adoptan es darle el contrato de mantenimiento de los ascensores a algún familiar que tiene constituida una empresa para tales menesteres.

Cuando se habla de que sería conveniente que los políticos hicieran pública su situación patrimonial en el momento de asumir una responsabilidad pública, yo siempre me descojono. Creo que sería mucho más efectivo saber al detalle cuál ha sido su trayectoria previa, y si por ejemplo han tenido alguna responsabilidad en una comunidad de propietarios, en un grupo claustral, en una asociación de vecinos, en una murga o en cualquier otra manifestación colectivista. Creo que este dato sería muy revelador respecto de lo que pueda ser luego su trayectoria como responsable del dinero de los demás.

viernes, 3 de octubre de 2008

CAMBIOS


Creo que pasados los cincuenta, es tiempo suficiente para mirar atrás y meditar un poco sobre los cambios que han acontecido en nuestra vida y en las circunstancias en las que la misma se ha desarrollado. Contando con mis años como estudiante en la Facultad de Derecho (curso 1971-72), resulta que ya han transcurrido treinta y siete años de mi vida vinculados a la Universidad. Fui un estudiante brillante (je, je…) o, al menos, esa era la consideración que yo tenía de mí mismo. El primer año de Facultad me lo pasé en el bar de la Universidad (entonces sólo había una cafetería), donde había formado una peña con otros colegas que aparte de servir para hablar de política, se dedicaba a pedir dinerito a todo bicho viviente para así poder poner semanalmente una quiniela de futbol (no existía entonces ni el euromillón, ni la primitiva, ni la bonoloto). Nunca nos sacamos nada. Eso determinó, seguramente, que abandonara mis estudios en la Universidad por un año y me pusiera a trabajar en Iberia como personal de tierra. Entonces primero de Derecho tenía carácter selectivo, esto es, si no se aprobaban las cuatro asignaturas, no era posible matricularse de segundo curso. Si mal no recuerdo, sólo aprobé la Historia del Derecho y el Político.

En primero de Derecho tuve la gran fortuna de contar con excelentes profesores que hoy añoro: D. Felipe González Vicen (Derecho Natural); D. José Mª Hernández Rubio (Derecho Político); D. José M. Pérez Prendes (Historia del Derecho) y D. Juan Miquel (Derecho Romano). Todos ellos impartían sus clases en el aula de primero, que estaban situada frente al bar, en el edificio central de la Universidad. En el caso de D. Felipe, una de las figuras más sobresalientes de la Filosofía del Derecho española de su época y también de la actual, era costumbre que los alumnos saliéramos del aula al pasillo a esperar su llegada. Precediéndole venía siempre el conserje de la Facultad (el Sr. Dávila) que iba abriendo un pasillo entre los alumnos por el que seguía son Felipe. Hasta que éste no se situaba en la tarima, los alumnos no entrabamos en el aula.

Por razones políticas, mi contrato en Iberia no fue renovado, lo que determinó que volviera a matricularme en Derecho. Para entonces, sin embargo, ya había madurado un poquito y me había hecho más responsable en cuanto a la importancia de mis estudios. Formé parte de un grupo de estudios con otros colegas (bautizado con el nombre de “colectivo rojo”) que tuvo bastante éxito. Elaborábamos en común nuestros apuntes y estudiábamos también en grupo. Empecé entonces a aprobar las asignaturas curso por curso, algunas incluso con muy buenas notas.

El Plan de Estudios que cursé (el de 1953) es el mismo que hoy cursan mis alumnos, pero han cambiado muchas cosas desde mi época de estudiante. Significativamente, lo que debía de haber cambiado que era el Plan de Estudios, ha permanecido, en tanto que otras cosas han cambiado pero lo han hecho para peor. Por ejemplo, la excesiva politización y manifiesta incompetencia de los profesores en tareas que les son totalmente ajenas como resulta ser la gestión universitaria, o el papel nefasto que juegan las plataformas claustrales, sindicatos y demás inventos extraños a la verdadera Universidad, que debería ser sólo y exclusivamente docencia e investigación.

Hoy la Universidad vuelve a tener una oportunidad de cambio con el llamado Espacio Europeo de Educación Superior. Sin embargo, basta con pararse a reflexionar un poco sobre la situación que vive nuestra Facultad de Derecho, para comprobar que no es precisamente el ánimo innovador y el deseo de cambio para mejorar lo que prevalece entre nosotros. Estoy convencido de que no hay nadita que hacer en este sentido, y aunque me duela, eso es lo que hay… Y es que peor aún que la politización, es sin duda la desidia universitaria.

jueves, 2 de octubre de 2008

CRISIS



Para nosotros, crisis significa tener dificultades para llegar a fin de mes, para pagar la hipoteca, para comprar la pantalla plana con conexión TDT, la consola al niño o a la niña, el móvil de última generación, el tercer coche en la familia, salir de copas, ir a la disco, la crema antiarrugas, el lifting, la operación de aumento de senos, el cambio de sexo, el viaje a las Seychelles…

Para ellos, significa ser simplemente engullidos por el profundo y traicionero océano atlántico o llegar a nuestras costas donde la sobreabundancia de tanto bien de consumo innecesario provoca mareo.

miércoles, 1 de octubre de 2008

LA VENGANZA DE LA TOZUDA REALIDAD


No cabe la menor duda de que estamos ante una cuestión que merece un tratamiento detenido y meditado. Pero también es verdad que en los últimos tiempos nos hallamos sumidos en un debate fundamentalmente ideológico con relación a quiénes son los responsables últimos de la actual crisis económica. Y es que en definitiva, de alguna forma, preferimos centrarnos en la búsqueda de posibles culpables que en el análisis sosegado de la realidad.

Lo anterior tiene mucho que ver con nuestra humana predisposición a buscar refugio en las consignas que orientan a la masa, antes que en nuestra propia y bendita capacidad individual para tratar de vislumbrar la realidad en la que estamos inmersos. Porque no se trata de negar la lógica dificultad que supone el comprender una determinada realidad a través de un razonamiento que nos puede resultar extraño (el propio de la ciencia económica), sino de poner de manifiesto nuestra tendencia a dejarnos llevar por la comodidad de no poner a trabajar el cerebro a fin de que este pueda llegar por sí mismo a conclusiones propias. Será siempre preferible llegar a una conclusión errónea pero propia, que a una conclusión que nos viene dada y asumimos como propia como un auténtico acto de fe. En buena medida, esto último es lo que está ocurriendo en el debate sobre la actual crisis económica.

Ya se sabe –y de verdad que esto no es un ataque a mis queridos colegas economistas- que la conceptuación de la Economía como ciencia responde a idénticas razones –mal que les pese a los colegas economistas- que llevan a la conceptuación del Derecho como ciencia. Es decir y, sobre todo, a razones encaminadas a lograr un doble objetivo: la separación radical de la Economía y el Derecho de la Política, y al logro de un ámbito de supuesta respetabilidad para unos conocimientos que siendo calificados de científicos permiten ser presentados como neutrales o puramente técnicos.

Ayer mismo declaraba el Sr. Rajoy a los medios de comunicación que la invitación cursada por el Presidente del gobierno para hablar de la crisis económica no podía quedar en una simple foto de ambos líderes (¿?) en el palacio de La Moncloa. Era preciso, según Rajoy, que se reunieran los equipos económicos del PSOE y del PP para tratar de llegar a soluciones conjuntas. Es decir, como si el problema planteado fuera un problema estrictamente económico cuya solución es puramente técnica.

En mi ignorancia y, sin perjuicio de abordar la cuestión de una manera más “científica” en futuras paridas mentales, no llego a entender por qué entre los países de la Unión Europea las medidas económicas contra la crisis (o contra nosotros como ciudadanos) las adoptan unos economistas que forman parte de una institución bancaria (Banco Central Europeo) y que no nos representan en absoluto, en tanto que en otros (USA) esas medidas son objeto de debate y aprobación o no por los genuinos representantes de la ciudadanía. A lo mejor es que el problema no es estrictamente económico, sino que es también político.