viernes, 3 de octubre de 2008

CAMBIOS


Creo que pasados los cincuenta, es tiempo suficiente para mirar atrás y meditar un poco sobre los cambios que han acontecido en nuestra vida y en las circunstancias en las que la misma se ha desarrollado. Contando con mis años como estudiante en la Facultad de Derecho (curso 1971-72), resulta que ya han transcurrido treinta y siete años de mi vida vinculados a la Universidad. Fui un estudiante brillante (je, je…) o, al menos, esa era la consideración que yo tenía de mí mismo. El primer año de Facultad me lo pasé en el bar de la Universidad (entonces sólo había una cafetería), donde había formado una peña con otros colegas que aparte de servir para hablar de política, se dedicaba a pedir dinerito a todo bicho viviente para así poder poner semanalmente una quiniela de futbol (no existía entonces ni el euromillón, ni la primitiva, ni la bonoloto). Nunca nos sacamos nada. Eso determinó, seguramente, que abandonara mis estudios en la Universidad por un año y me pusiera a trabajar en Iberia como personal de tierra. Entonces primero de Derecho tenía carácter selectivo, esto es, si no se aprobaban las cuatro asignaturas, no era posible matricularse de segundo curso. Si mal no recuerdo, sólo aprobé la Historia del Derecho y el Político.

En primero de Derecho tuve la gran fortuna de contar con excelentes profesores que hoy añoro: D. Felipe González Vicen (Derecho Natural); D. José Mª Hernández Rubio (Derecho Político); D. José M. Pérez Prendes (Historia del Derecho) y D. Juan Miquel (Derecho Romano). Todos ellos impartían sus clases en el aula de primero, que estaban situada frente al bar, en el edificio central de la Universidad. En el caso de D. Felipe, una de las figuras más sobresalientes de la Filosofía del Derecho española de su época y también de la actual, era costumbre que los alumnos saliéramos del aula al pasillo a esperar su llegada. Precediéndole venía siempre el conserje de la Facultad (el Sr. Dávila) que iba abriendo un pasillo entre los alumnos por el que seguía son Felipe. Hasta que éste no se situaba en la tarima, los alumnos no entrabamos en el aula.

Por razones políticas, mi contrato en Iberia no fue renovado, lo que determinó que volviera a matricularme en Derecho. Para entonces, sin embargo, ya había madurado un poquito y me había hecho más responsable en cuanto a la importancia de mis estudios. Formé parte de un grupo de estudios con otros colegas (bautizado con el nombre de “colectivo rojo”) que tuvo bastante éxito. Elaborábamos en común nuestros apuntes y estudiábamos también en grupo. Empecé entonces a aprobar las asignaturas curso por curso, algunas incluso con muy buenas notas.

El Plan de Estudios que cursé (el de 1953) es el mismo que hoy cursan mis alumnos, pero han cambiado muchas cosas desde mi época de estudiante. Significativamente, lo que debía de haber cambiado que era el Plan de Estudios, ha permanecido, en tanto que otras cosas han cambiado pero lo han hecho para peor. Por ejemplo, la excesiva politización y manifiesta incompetencia de los profesores en tareas que les son totalmente ajenas como resulta ser la gestión universitaria, o el papel nefasto que juegan las plataformas claustrales, sindicatos y demás inventos extraños a la verdadera Universidad, que debería ser sólo y exclusivamente docencia e investigación.

Hoy la Universidad vuelve a tener una oportunidad de cambio con el llamado Espacio Europeo de Educación Superior. Sin embargo, basta con pararse a reflexionar un poco sobre la situación que vive nuestra Facultad de Derecho, para comprobar que no es precisamente el ánimo innovador y el deseo de cambio para mejorar lo que prevalece entre nosotros. Estoy convencido de que no hay nadita que hacer en este sentido, y aunque me duela, eso es lo que hay… Y es que peor aún que la politización, es sin duda la desidia universitaria.

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