martes, 14 de octubre de 2008

PER SAECULA SAECULORUM


He de confesar que al haber transcurrido ya un tiempo considerable, ha disminuido la inquina que le guardaba a Esperanza Aguirre por su arbitrariedad a la hora de acabar con el mejor servicio nocturno de noticias en una cadena pública, Telemadrid, y con el periodista, Germán Yanke, que lo dirigía. Aquel cese caprichoso, lamentable e irrespetuoso con todos aquellos que no siendo del PP admirábamos sobre todo la profesionalidad y buen hacer de un medio de comunicación público que en su política informativa no estaba al servicio del gobierno de turno, marcó un serio revés en la imagen “liberal” que me había hecho de la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Pero bueno, ya se sabe que aquí nadie está exento de la posibilidad cierta de cometer errores, máxime, si se ocupan puestos de responsabilidad política. Es más, en política ocurre que lo que puede ser un error para unos, para otros es un acierto de “cojones”, y claro, como de lo que se trata es de ganar elecciones para así poder gobernar, pues serán los resultados electorales los que en buena medida determinen qué haya de calificarse como aciertos y qué como errores. En cualquier caso, no siendo votante de Esperanza Aguirre porque vivo en Canarias y no en Madrid, creo sin embargo que en esto de cesar a Germán Yanke la presidenta se equivocó plenamente.

Por el contrario, en lo que creo que no se ha equivocado Esperanza Aguirre, es en la “amenaza” que su gobierno ha planteado a las Universidades públicas de la Comunidad de Madrid en el sentido de congelar, reducir o incluso no hacerse cargo de los gastos del capítulo I de los presupuestos de las Universidades, esto es, de los denominados gastos corrientes del personal universitario (retribuciones del profesorado y personal de administración y servicios).

Es mis años como profesor de universidad, es esta la primera vez que he podido ver que un dirigente político se ha atrevido a poner en cuestión públicamente los gastos de personal de las Universidades públicas. Es algo auténticamente inaudito, vamos, para el sector fundamentalista progre universitario, un auténtico sacrilegio y una provocación. Ya lo han dicho los sindicatos y también su rehenes, esto es, los Magníficos/as Sres. y Sras. Rectores/as: se trata de una barbaridad que no tiene parangón en la historia de la Universidad española. En consecuencia, aparte declaraciones rectorales, manifestaciones sindicales, manifiestos de protesta, alguna pequeña y simbólica concentración en la Puerta del Sol, etc. el mensaje a difundir está claro: nos encontramos ante otro nuevo atentado a la ciencia, la investigación y hasta a la cultura de este país. Otra manifestación más del liberalismo irresponsable de la Presidenta caracterizado, en general, por el insano desprecio a todo lo público.

En mi opinión, la actitud de la Presidenta en este tema es de lo más sano que he visto. Bien es verdad que la misma también debería hacer referencia a los gastos de personal de otras Administraciones públicas (v.gr., la autonómica que ella preside), pero lo importante es que por vez primera se ha referido al tema “intocable” de la Universidad. Lo lógico, tratándose del templo de la reflexión crítica, es que la Universidad hubiese acogido las palabras de la Presidenta con espíritu crítico, es decir, que como mínimo, sus rectores nos explicaran a los ciudadanos que pagamos la Universidad con nuestros impuestos cómo están organizados sus recursos de personal: ¿sobran profesores?, ¿faltan profesores?, ¿cuál es la ratio profesor/alumno?, ¿cuáles son las horas de docencia semanales del profesorado?, ¿cuál es el resultado de las tareas de investigación del profesorado?, ¿cuánto ganan los profesores?, ¿y el PAS?, ¿cómo están distribuidas las funciones del personal de administración y servicios?, etc.

Un amigo y colega de otra Universidad que fue en su día Rector, cuando hablamos del personal de la Universidad, siempre me dice que la Universidad española es el único lugar del mundo conocido en el que el pollo que es contratado como profesor, terminará sus días, sin ningún género de dudas, como profesor (es mi caso), y ello, al margen de su competencia profesional (espero que no sea mi caso, aunque estoy dispuesto a que se compruebe), pero eso sí, con la consolidación del gasto (y del pollo) en el capítulo I de los presupuestos de la Universidad, per saecula saeculorum.

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