martes, 21 de octubre de 2008

EL CUESTIONAMIENTO DE LA DEMOCRACIA POR LOS DEMÓCRATAS


Son muchas y variadas las razones que pueden estar presentes para manifestar nuestra oposición a algunas de las medidas adoptadas por el gobierno de G. Bush. Entre esas medidas hay dos que como juristas nos deben de repeler especialmente: la existencia de la prisión de Guantánamo y la justificación de la tortura.

Es posible que las próximas elecciones presidenciales las gane el candidato del partido demócrata B. Obama. Creo que sería bueno para Estados Unidos y bueno para el resto del mundo. Desconozco si el candidato demócrata ha planteado en su campaña lo que piensa hacer con la prisión de Guantánamo. Si no la cerrara y pusiera a disposición inmediata de los jueces a los presuntos terroristas allí detenidos, su credibilidad en cuanto al cambio que ha prometido quedaría gravemente comprometida, pues es de tal gravedad la actuación ejecutada por el gobierno norteamericano, que a partir de la misma se legitiman todas aquellas otras actuaciones similares llevadas a cabo por los gobiernos tiránicos y antidemocráticos existentes en este mundo. Y es que, en realidad, lo que está sucediendo es que un gobierno democrático rechaza como un obstáculo para la consecución de sus fines el principio de presunción de inocencia y el derecho de todo detenido a ser puesto a disposición de un juez independiente. Es la negación de la democracia y de la libertad, puesto que se justifica la consecución de un fin en detrimento de derechos fundamentales que son las señas irrenunciables de identidad de la propia democracia.

Algunos piensan que estamos en presencia de una discusión que carece de sentido y significación, puesto que en definitiva se trata no sólo de defender la seguridad de los propios ciudadanos norteamericanos, sino también, sus propias libertades. Los prisioneros de Guantánamo han sido detenidos ilegalmente en distintas partes del mundo y trasladados ilegalmente a ese lugar; han sido objeto de tortura física y psicológica y ningún juez ha podido hasta el presente pronunciarse sobre la supuesta culpabilidad de los mismos. Es más, algunos de ellos que han podido salir de aquel infierno y que han sido juzgados en sus países de origen, han sido declarados inocentes al considerar el Tribunal juzgador que las pruebas acusatorias fueron obtenidas mediante tortura.

En ocasiones es difícil, complejo y hasta comprometido denunciar los excesos y extralimitaciones del poder, pero hacerlo es señal inequívoca de que la democracia está viva y de que la misma no va a ser arrollada por la acción de algún iluminado que bajo el pretexto de garantizar nuestra seguridad lo que hace es socavarla y ponerla en cuestión. Por el bien de la libertad, espero y deseo que G. Bush jamás sea objeto de condena sin previo juicio y con pruebas que le hayan sido arrancadas mediante tortura. Y que todo ello suceda, de suceder, afirmando con rotundidad que el mismo es inocente hasta que no se demuestre lo contrario.

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