martes, 7 de octubre de 2008

OTRA VEZ LA COMUNIDAD...


Ante mi última parida de ayer, un amigo que alguna que otra vez dedica una pequeña fracción de su tiempo a leerlas, me llamó para preguntarme con sorna si yo había vivido toda mi vida en un chalet, pues de alguna forma denotaba cierto espíritu individualista extremo al burlarme de los “defensores” de la sociedad a través de una caricaturización del funcionamiento de las comunidades de propietarios.

Volviendo a la tesis de la influencia que ejercen las denominadas condiciones objetivas sobre la visión que cada uno tiene del mundo en el que vive, no había reparado en que efectivamente, salvo en mi primer año de casado, nunca he vivido en el seno de una comunidad de propietarios. Durante el tiempo de mi existencia, el hecho de ser hijo de un maestro nacional me permitió vivir durante muchos años en las viviendas unifamiliares que el Estado construía para los maestros. Eran viviendas modestas pero dotadas con el mínimo imprescindible para cobijar dignamente al maestro y a su familia. Además, siendo un retribución en especie, por aquella época este concepto aún no existía en las leyes tributarias con relación a este uso y disfrute de la vivienda.

Es posible que la circunstancia apuntada haya influido en mi visión de la sociedad, así como en las responsabilidades que cada individuo asume en la misma. Pero de ahí a calificarme como individualista extremo contrario a la vida en comunidad, va un trecho que nunca he cruzado y que creo nunca llegaré a cruzar. En esta vida está claro que todo requiere de un cierto nivel de equilibrio, y aunque en ocasiones nuestras reacciones sean proclives a encerrarnos en nuestro mundo y “a pasar” de lo que nos circunda, ello no es óbice para reconocer que precisamos de la sociedad para poderlo hacer. Curiosamente, la existencia de una visión individualista de la vida sería inconcebible sin la visión opuesta, esto es, la societaria o colectivista.

He de reconocer que cada día soy más partidario de las visiones individualistas y menos de las colectivistas. Es posible que sea una cuestión de edad como consecuencia del aprendizaje que da la experiencia, pero también, es posible que sea una opción consciente y responsablemente adoptada ante el firme convencimiento de que difícilmente la sociedad puede ser libre si permitimos que sean otros los que marquen las pautas de nuestro pensamiento, nuestras actuaciones y nuestro devenir.

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