jueves, 17 de julio de 2008

BURBUJA INMOBILIARIA


De los tres significados que el Diccionario de la RAE da de la palabra “burbuja”, me quedo con este: “habitáculo hermético y aislado del exterior”. Es verdad que muchos profesores universitarios aún continúan concibiendo la Universidad como una burbuja, pero así como en este caso está justificado el empleo del término para referirnos a esa errónea tendencia de algunos a aislarse de los problemas sociales como algo ajeno a la reflexión científica, no parece que dicho término sea el más idóneo para referirse a la situación que ha tenido y tiene hoy el negocio inmobiliario en España. En todo caso, sólo en un sentido creo que es factible el empleo del término burbuja para este último supuesto: en aquel que identifica a la burbuja como una manifestación efímera de aire atrapado destinada a explosionar y a expandir sus efectos –positivos o negativos- por doquier.

Hay que reconocer que el negocio inmobiliario ha sido en los últimos años uno de los negocios más prósperos y mejor considerados por todos. En la medida en que el negocio crecía y crecía, todo el mundo estaba contento. Los empresarios, porque muchos de ellos se hacían tales de la noche a la mañana. Un día se acostaban como trabajadores de la construcción con sueldos superiores a los catedráticos de universidad, y al día siguiente se levantaban como flamantes empresarios con algunos trabajadores (nacionales o inmigrantes) a su cargo. Los trabajadores, porque era tal el nivel de demanda de mano de obra cualificada y no cualificada, que las situaciones de paro eran totalmente desconocidas en el sector. Las entidades financieras, porque con tipos de interés bajos y larguísimos períodos de tiempo para devolver el capital prestado, ofrecían crédito no ya a cualquiera, pero sí a la mayoría, tanto de empresas constructoras, como de ciudadanos adquirentes de inmuebles, bien para uso propio, bien como inversión especulativa. Las Administraciones locales, porque al margen de los casos puntuales de corrupción asociados con la planificación urbanística, la buena marcha del negocio inmobiliario era fuente de cuantiosos recursos para la Hacienda municipal. A las actividades económicas complementarias de la construcción (fabricación de ladrillos, puertas y ventanas, fontanería, electricidad, calefacción, mobiliario, etc.), pues exactamente igual, su vertiginoso desarrollo traía su razón de ser en el éxito de la actividad constructora de inmuebles, etc.

Ahora que ha estallado la burbuja y que lo ha hecho expandiendo efectos de naturaleza negativa, la preocupación por tales efectos es cada vez más intensa para todos. Ya no se trata de una crisis, ni mucho menos de una desaceleración acelerada, sino de una auténtica catástrofe en términos económicos.
Como ciudadano, pero sobre todo en mi condición de contribuyente, exijo que el Sr. Presidente del Gobierno me explique qué errores ha cometido este Gobierno –y también los anteriores- para que la burbuja inmobiliaria haya estallado de esta forma. No me basta con saber que la principal empresa inmobiliaria de este país ha entrado en un proceso de “suspensión de pagos”, sino que preciso saber por qué ha ocurrido esto y si efectivamente hay responsables de esa crisis. Estoy hasta las narices de oír hablar de la “burbuja inmobiliaria”. Quiero explicaciones racionales y no vacías metáforas que todo y nada explican.

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