jueves, 25 de septiembre de 2008

TABIQUES DE COMUNICACIÓN NO DESEADA


Pertenezco a una familia de seis hermanos (dos ya fallecidos) que en la época en la que todos vivíamos en un piso de alquiler de unos ochenta metros cuadrados en la calle lagunera de Anchieta, uno de los espacios del piso servía de día como probatorio para las señores a las que mi madre le confeccionaba sus trajes, y de noche como dormitorio de algunos de mis hermanos. Se trataba de una habitación multiusos que el ingenio de mis padres había creado ex novo aprovechando el espacio del salón de entrada al piso mediante su cerramiento con un tabique de madera. Lo que en aquella habitación probador-dormitorio se hablaba se escuchaba nítidamente a través de aquella división tabical de efectos más visuales que otra cosa.

Me ha venido a la memoria este recuerdo de la niñez porque este curso me han asignado un aula que ha sido objeto de una sustancial modificación durante el verano. Se trata de una de las aulas que hasta el presente se venían utilizando para impartir las clases de primer curso de Derecho. Eran aulas muy espaciosas en las que antes de la reforma podrían caber en las mismas unos doscientos alumnos. La autoridad competente, por razones que aún desconozco, decidió este verano dividir en dos estas aulas mediante la construcción de un tabique.

En mi primer día de clase, mientras hablaba a mis alumnos, escuchaba con bastante nitidez la intervención de algún colega en la nueva aula del otro lado del tabique. Tuve intención de comunicarme con él no sólo para saludarle e identificarme, sino también, para rogarle que procurara hablar un poco más bajo, pues con su voz interfería de manera muy negativa en mi clase.

En el segundo día de clase, el colega del día anterior ya no estaba en el aula de al lado. Ahora eran todos los alumnos que esperando inútilmente su presencia, pues finalmente no apareció, no pararon de hablar durante todo el tiempo que duró mi clase. Tampoco entonces hice nada; bueno, sí, le dije a mis alumnos que aquella situación era, además de absurda, intolerable. Que no podía entender cómo se había realizado una obra inútil en tanto el tabique que se había colocado no impedía que se escuchara con total nitidez la voces de los profesores que estuvieran impartiendo sus clases de las nuevas aulas que habían surgido de la división.

Desconozco si el mismo problema que yo sufro también es percibido como tal por otros colegas de uno u otro lado del tabique. La verdad es que me da exactamente igual. Pienso plantear una protesta individual ante las autoridades académicas competentes e incompetentes. Pero junto con la protesta formal y por escrito, pienso además tomar medidas de defensa de mis derechos y de los derechos de mis alumnos. Si en un tiempo razonable no está solventando el grave problema del tabique de los cojo…. daré mis clases en cualquiera de los pasillos de la Facultad. Y que venga la autoridad competente a poner orden…. por favor.

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