miércoles, 18 de marzo de 2009

AUTONOMÍA NO ES HACER LO QUE TE DE LA GANA, Y MENOS AÚN SI LO QUE HACES VA EN CONTRA DE LOS INTERESES PÚBLICOS



La proyección de la autonomía como principio de organización y, sobre todo, de funcionamiento en el ámbito universitario, tiene indudable relación con el principio de autonomía política que consagra nuestra Constitución como criterio organizativo de la estructura política del Estado, pero presenta a la par características específicas como pueden ser las denominadas libertades de cátedra y también de estudio. Lo que en ningún caso parece que pueda ser aceptado es que la autonomía signifique, ni en el ámbito político ni en el ámbito académico de la Universidad, que cada Universidad pueda acometer el ejercicio de dicho derecho como “le de la real gana”.

Sin embargo, no parece que algo tan elemental como lo anterior haya llegado a ser entendido por los miembros de algunas Universidades españolas. En el caso particular que conozco, el de la Universidad de La Laguna, estamos en estos momentos viviendo una situación de verdadero caos con ocasión de la elaboración de los proyectos de nuevos planes de estudio para su adaptación a las directrices que conforman el denominado Espacio Europeo de Educación Superior (Plan Bolonia).

Estoy convencido de que la potenciación de la universidad pública en España pasa, ante todo, por el convencimiento de los miembros permanentes de la comunidad universitaria (profesores y personal de administración y servicios) de que nuestra función primordial es servir leal y honestamente a nuestros estudiantes (y a la sociedad de la que forman parte) en el sentido de formarles como personas con espíritu crítico y capacidad para hacer frente a los requerimientos de todo tipo que demanda una sociedad como la que vivimos. Pero para poder cumplir con el indicado objetivo, habrá que empezar por plantearse si en el desarrollo de nuestras propias funciones específicas somos o no autocríticos con nosotros mismos, empezando por los métodos aplicados en la enseñanza y la investigación, o bien, en el contenido de las distintas materias que conforman los distintos planes de estudio que se imparten en nuestras Universidades.

La adaptación de los actuales planes de estudio a las directrices establecidas por el Plan Bolonia (nuevos títulos académicos de grado y de master), es una oportunidad para llevar a cabo, con visión crítica, la reformulación o supresión de los actuales títulos que se imparten en la Universidad. Sin embargo, no es esta la senda que se está siguiendo, sino que más bien, lo que sucede desgraciadamente en muchas universidades es que los viejos planes se reformulan prácticamente en su integridad sin cambios sustanciales, haciendo bueno aquello de que nos encontramos en presencia “del mismo perro pero con distinto collar”. Se desvirtúa de esta forma el significado auténtico de lo que significa el derecho a la autonomía universitaria, toda vez que en realidad lo que se hace no es más que preservar los derechos corporativos del profesorado (intereses particulares) frente a los intereses públicos que demandan una actualización y adaptación de la Universidad a la realidad social en la que vivimos.

Desgraciadamente, muchos de los que se llenan la boca con la defensa de la universidad pública, son en realidad los auténticos ejecutores de la misma.

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