jueves, 26 de marzo de 2009

PREFERENCIAS EN ECONOMÍA


Lo sé, soy perfectamente consciente de ello, pero no lo puedo evitar: no me hacen mucha gracia los economistas ni tampoco la concepción dominante de la economía como ciencia positiva y no como Economía Política. El superconocimiento superespecializado de los economistas aún no nos ha explicado a plena satisfacción la actual crisis que atravesamos en todo el planeta aquellos que hasta el presente vivíamos, si no por arriba de nuestras posibilidades, sí por arriba de las nulas o casi inexistentes posibilidades de otros millones de seres humanos que siguen naciendo y muriendo en una crisis que para ellos es permanente. Así que no me tomen muy en serio lo que voy a decir seguidamente, pues lo haré sin haberlo contrastado antes con algún economista, aunque creo que esto último es en definitiva lo mejor que se puede hacer casi siempre.

El funcionamiento de la denominada economía de mercado, esto es, del mercado como lugar de intercambio entre productores y consumidores, es posible que sea una de las mejores cosas que le ha ocurrido al ser humano a lo largo de su existencia en este mundo. El contraste entre el funcionamiento del modelo económico fundamentado en el “libre mercado” y aquel otro que se alzó como alternativa radical al mismo (sistema económico planificado y controlado hasta en sus más pequeños detalles por el poder político), tiene su máxima -¿y definitiva?- expresión en el colapso de este último en la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y en sus sometidos “países satélites” (salvo en Cuba, claro, donde quien está a punto de sucumbir es la sufrida población de la isla). En esa fecha ya mítica de 1989 cuando los alemanes del Este y del Oeste derriban el “muro de la vergüenza”, una parte importante de la humanidad confirmó de manera clara y rotunda que el Imperio soviético no era un modelo a emular en ningún sentido, pero sobre todo, en su vertiente económica, pues lo único que había repartido era pobreza para la mayoría de la población y privilegios para la llamada nomenklatura.

Bien es verdad que la victoria no ha sido plena, pues ahí está ese otro gigante mundial con aspiraciones nada disimuladas a transformarse en imperio (los sucesores del llamado Gran Timonel que es la versión china de nuestro Caudillo en España), donde se ha demostrado de manera fehaciente que es posible un alto grado de “liberación” de las reglas de funcionamiento del mercado, con una estricta disciplina militar opresiva sobre las más elementales aspiraciones de la población al disfrute de la libertad política.

Estos dos acontecimientos reseñados me llevan, como buen ignorante en temas económicos, a aventurarme a plantear alguna conclusión, que aunque sea provisional, puede sin duda transformarse en definitiva con el devenir. Creo que debe existir siempre una estrecha relación entre economía y política, y que no es éticamente aceptable que los defensores de la democracia como sistema político justifiquen la existencia de regímenes políticos dictatoriales (de derechas o de izquierdas) que se valgan de las reglas del “libre mercado” para sustentarse en el poder ignorando los más elementales principios democráticos. El que esto último pueda suceder tiene su origen en el error de considerar que la llamada ciencia económica nada tiene que ver con la política, la ética, la filosofía o la historia, sino que la misma debe atenerse a la realidad de los hechos y sobre los mismos hacer sus predicciones “científicas”. Craso error que nos lleva a reivindicar a los clásicos del pensamiento economico que nunca concibieron el funcionamiento del mercado al margen de la conquista de la libertad política.

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