martes, 17 de marzo de 2009

DESISTIMIENTO


Hay un ámbito en el que la decisión de dejar de actuar no tiene cabida o, al menos, en el que naturalmente no tiene cabida, y es el correspondiente a las relaciones entre madres e hijos. No, no entre padres (términos genérico para referirse a los padres y a las madres de manera indistinta) e hijos, sino exclusivamente entre madres e hijos, pues estoy convencido de que el nexo de unión existente entre una madre y su hijo desde que el mismo se ha engendrado y desarrollado en su seno, es algo que naturalmente perdura y determina la relación vital entre ambos en el tiempo. Dicho en otras palabras y como expresión de un sentimiento que creo está bastante generalizado en nuestra sociedad: no es natural que la mujer desista de sus deberes hacia el hijo que ha parido, cualesquiera que sean las vicisitudes que afecten al posterior desarrollo vital del mismo. Es más, cuando las circunstancias vitales que afectan al hijo son negativas, con mayor razón aún la madre jamás desistirá de su condición de madre y de lo que la misma considera obligaciones dimanantes de esa condición con respecto a su hijo.

Por el contrario, en términos generales, el hombre en este terreno se comporta la mayoría de las veces como un auténtico tarambana o como un cobarde, máxime, cuando las circunstancias vitales que pueden afectar al hijo son de carácter negativo. ¿Cuestión de naturaleza? Pues es posible, pero lo que parece evidente es que los casos de “madres corajes” se multiplican a lo largo y ancho de este mundo en el los valores dominantes sigue siendo, desgraciadamente, los atribuidos al sexo masculino.

Pienso ahora en tres ejemplos muy significativos del espíritu de rebelión de las madres y de su rotunda negativa al desistimiento frente a unas circunstancias adversas muy duras que afectan a sus hijos: el de “las locas de la Plaza de Mayo” en Argentina; el de las “madres contra la droga” en Galicia y el de las “damas de blanco” en la Cuba castrista.

En el primero de los casos, fueron las madres, calificadas como “locas” por la canallesca de los medios que defendían la dictadura militar argentina, las que asumiendo el riesgo de perder su vida, salieron día tras día a la calle a exigir a los golpistas que les devolvieran a sus hijos “desaparecidos”. En Galicia, fue el coraje de las madres de unos hijos muertos, encarcelados o enganchados a la droga, el detonante para que por fin las autoridades (políticas, judiciales y, en general, sociales) se decidieran a embestir con todos los medios legales el escándalo de unas mafias que actuaban con bastante “manga ancha” en la sociedad gallega. Y en Cuba, el régimen de los hermanos Castro, que califica como “viles gusanos” a aquellos que se atreven a cuestionar su régimen dictatorial, ve con asombro –y yo creo que con preocupación- cómo las madres de los numerosos prisioneros políticos que yacen en las cárceles castristas, protestan públicamente contra tanta injusticia y represión.

Ahora que se acerca el denominado “día del padre” y que ya pasamos el “día de la madre” y también el día de “la mujer trabajadora”, claros ejemplos todos ellos de la estupidez consumista en la que estamos sumidos y de la que al parecer no podemos salir si pretendemos que el sistema económico no quiebre definitivamente, deseo desde aquí hacer mi pequeño homenaje a las “madres corajes” de todo el mundo sobre las que recae de verdad la responsabilidad de no desistir nunca de la lucha por la dignidad propia y la de sus hijos.

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