martes, 24 de marzo de 2009

¿VOLVER ATRÁS?


Mi amiga Carmina, además de permitirme oír excelente música, me envió hace unos días un video del realizador Guillermo Ríos sobre la terrible situación de la mujer en muchos países africanos: desde el asesinato mediante lapidación por adulterio, a la ablación del clítoris para impedirles tener placer sexual, aparte, claro está, de la propagación y sufrimiento de padecer el sida por carecer de medios de protección tan eficaces como el preservativo o el casamiento forzoso de niñas con adultos a los que no conocen absolutamente de nada para ser violadas desde tan temprana edad. Toda una ristra de abusos, maldades, tropelías y crímenes contra las mujeres que en buena parte tienen su origen y justificación en la concepción religiosa de la mujer como instrumento diabólico que incita permanentemente al pecado de la concupiscencia.

En nuestras sociedades desarrolladas, cada vez que oímos y vemos tan cómodamente por televisión este tipo de barbaridades, no sólo sentimos –muchos de nosotros, al menos- rabia e impotencia por tanta injusticia y violencia contra las mujeres, sino que además, manifestamos nuestra radical oposición al fundamentalismo religioso de unos clérigos que no sólo justifican esas atrocidades contra las mujeres, sino que además las fomentan y las consagran en leyes positivas que establecen unas instituciones políticas dominadas o controladas por los mismos. Y esto no ocurre en la Edad Media, sino en pleno siglo XXI, y en países y sociedades en las que se combina el mayor desarrollo tecnológico (medios para construir una central nuclear o fabricación de misiles de largo alcance), con la imposición de creencias y prácticas religiosas atentatorias contra los más elementales derechos de las mujeres. Pero como en muchas otras cuestiones, es esta una realidad aparentemente bien lejana que lo más que nos puede producir es un vago sentimiento de solidaridad que luego ni siquiera se concreta en que llamemos a la policía porque el canalla del piso de al lado agrede a su mujer por el hecho de ser mujer y ser además suya (¿?).

Hace ya más de veinte años que en nuestro país existe una ley que regula el aborto. Se trata de una ley que en su momento supuso un paso decisivo en orden a la despenalización (o no criminalización) de determinados supuestos, pues hasta ese momento, el aborto estaba considerado como delito y la mujer que lo realizaba era considerada en cualquier caso una delincuente que terminaba con sus huesos en la cárcel por aplicación de la ley. En la actualidad, el Gobierno de la Nación, en uso de su derecho a ejercitar la iniciativa legislativa y en atención a las demandas planteadas por determinados sectores sociales, plantea la presentación de un Proyecto de Ley que trata de ofrecer una nueva regulación del aborto ampliando las posibilidades para la mujer a la hora de decidir si desea o no abortar.

Se podrá entrar a discutir la conveniencia, desde una perspectiva política, de si este era el momento para adecuado para llevar a cabo esta iniciativa; o bien, si el contenido del Proyecto es o no el más idóneo desde distintos puntos de vista… Sin embargo, lo que no parece procedente, al menos para aquellos que creemos en el Estado de Derecho y en la ley, es calificar al aborto, desde el punto de vista legal, como un crimen o un asesinato, y a la mujer que lo lleva a cabo, como una criminal o asesina digna, como mínimo, de la cadena perpetua.

Es verdad que la Iglesia Católica se opuso en su momento a la aprobación de la ley del aborto (1985) y que también ahora vuelve a reiterar esa oposición radical ante el Proyecto de Ley presentado por el Gobierno. Comprendo esta posición y la veo con el máximo respeto e incluso en algún supuesto con simpatía desde una óptica estrictamente religiosa. Sin embargo, creo que se trata de una posición que no expresa toda la verdad, pues tengo la impresión de que en realidad la Iglesia debería, en consecuencia con sus planteamientos, propugnar la criminalización por el Estado de cualquier conducta a favor del aborto, pero sobre todo, la de la mujer que decide abortar, que pasaría así a ser una auténtica asesina. ¿Será que en su mensaje se contiene implícitamente esta exigencia? Sería bueno para todos los ciudadanos de este país, católicos o no, que la Iglesia lo aclarara o, al menos, lo hicieran aquellos partidos políticos que afirmando compartir el planteamiento de la Iglesia, no se atreven a defender abiertamente la derogación expresa de la ley que despenaliza el aborto. La verdad es que tiene mucha razón la Iglesia cuando afirma que no se puede estar en misa y repicando… En cualquier caso, desde aquí mi modesto apoyo a todas las mujeres que responsablemente deciden abortar de acuerdo con la ley.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Guillermo hoy si que estas verdaderamente lúcido

Anónimo dijo...

Oscar (que en realidad no tengo la menor idea de quién eres), alguna vez se alcanza la luz...

Anónimo dijo...

Todos tenemos nuestras luces y sombras, yo te considero un hombre lúcido po lo general, aunque debes de salir de la burbuja universitaria y aproximarte un poco a la calle