jueves, 27 de noviembre de 2008

ESTO ES LA REPERA, TÍO


Asombradito, sí, alucinando con los peces de colores y con los ojos como chernes ante tanto tetamen descaradamente mostrado. No es la manifestación sensual del erotismo femenino, sino otra cosa. Lo había visto, se había encontrado con el fenómeno en la calle, en el bar, en el centro comercial y también, de manera profusa, en el cine y la televisión, pero nunca lo había podido percibir tan directamente con sus ojitos y de manera tan generalizada como cuando entró en el bar de la Facultad acompañándome para tomarnos un cortado.

Me miraba –bueno, es un decir, pues sus ojos, mientras me hablaba, miraban a otros lugares- y no se cansaba de repetir cómo podía permitirse que las mujeres pudieran mostrar de la forma en que lo hacían sus escotes y aquellos interminables canalillos. En su época de estudiante el fenómeno hubiese sido inconcebible y, de serlo, difícilmente realizable. Pero claro, ya se sabe, los tiempos cambian y las costumbres también, aunque muchas veces no reparemos en que tales cambios no son en realidad tan sustanciales como en principio pudieran parecer.

- Bueno, pero tú aquí debes de estar todo el día ligando ¿no?

- ¿Ligando? Pues la verdad es que no. Aparte de que sería un tonto pretensioso si semejante idea se me pasara por la cabeza, lo cierto es que a estas alturas de la película ya veo a la mayoría de mis pibas alumnas como si fueran mis hijas. Ya sabes, mientras uno va envejeciendo las alumnas permanecen siempre en la misma edad. Les llego a coger afecto después de haber estado juntos a lo largo del curso y me gusta poder establecer lazos de cierta complicidad con las mismas, lazos que he de reconocer son distintos de aquellos otros que puedo entablar con los pibes alumnos.

- ¡Venga ya, tío¡ ¿Pero me vas a decir que aquí te comportas como un auténtico cura en el que ha desaparecido como por arte de magia el deseo sexual?

- Pues no te lo creerás, pero así es, o mejor, no es así exactamente, pues a diferencia de lo que creo sucede con los curas que indudablemente seguirán teniendo deseos sexuales durante su transitoria y se supone que martirizada estancia entre el común de los mortales, a la gente que como yo se dedica a esta profesión de la enseñanza y que no somos curas, no mentimos como ellos a la hora de negar que nuestros deseos sexuales han desparecido, sino que simplemente transformamos tales deseos –al menos a medida que nos vamos haciendo más viejitos- en sentimientos que juegan en una dimensión distinta. Es la dimensión del afecto y la simpatía, e incluso, de la empatía, pero no ya el del deseo sexual, que aún no desapareciendo, pasa a ocupar un posición claramente residual y totalmente alejada de la cotidianidad, aunque siempre se nos puedan extraviar los ojitos…

- Joder, joder. Me parece que también tú mientes como un cura. La verdad es que me cuesta creerte… Pero en fin, si tu lo dices te creo.

- Haces bien en creerme, pues si así no fuera seguro que ibas a estar intranquilo con la actual estancia de tu hija en la Facultad ¿no es así?

- Si tú lo dices… pero en realidad lo estoy, pues aún fiándome de gente como tú, de quien no llego a fiarme plenamente es de mi propia hija y de ese estilo provocativo de vestimenta que se empeña en llevar.

- Chico, perdona que te lo diga así de claro y terminante. Tú lo que tienes es un problema grave de cabeza. Deberías empezar por confiar plenamente en tu hija, pues del hecho de que vaya enseñando el canalillo de la forma en que lo hace, lo único que se desprende es que tiene un buen canalillo que mostrar y que sigue las normas que dicta la moda. El que está jodido eres tú y no tu hija, así que por favor mándate una papa y cambia el chip, joder, que estás más desfasado que el cacharro de la comida “pal cochino”.

1 comentario:

Carina dijo...

cierto, muy cierto...

me gustó eso que dijiste sobre "la dimensión del afecto y la simpatía, e incluso, de la empatía, pero no ya el del deseo sexual" con los alumnos...

y también tus opiniones respecto al vestir de las mujeres...
y me pregunto, en este caso, ¿para quién nos vestimos? ¿para nosotras mismas? ¿por el sentido de la moda? ¿por la "compentencia" femenina"?...igual, pesan más estos factores, que el los de "querer provocar" algo...y por otro lado, todavía recuerdo ciertas sentencias de rebajar la culpa del violador, por que "lo provocó"...

voy a contar una anécdota verídica que me paso en mis primeros años de clase en mi blog (me has inspirado ;-))

saludos!