lunes, 10 de noviembre de 2008

JERÓNIMO SAAVEDRA ACEVEDO





La política es complicada, la política es miserable, la política está llena de mezquindades y de mezquinos y mediocres, la política cada día reniega más del imprescindible consenso y se aproxima más al duro y feroz fundamentalismo que representan los defensores del dogma, en fin, la política está abocada a cambiar sustancialmente si pretende seguir teniendo nuevos adeptos y menos desertores ante un contexto en el que la política con mayúsculas es cada día más necesaria.

Conozco a Jerónimo Saavedra, actual alcalde del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, desde mi época de joven estudiante universitario en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Laguna (curso 1971-72). Desde entonces, Jerónimo siempre ha sido para mí un punto de referencia imprescindible en términos humanos y, sobre todo, políticos. Forma parte de ese selecto grupo –hoy ya auténticas personalidades de la Política- de personas cultas, intelectualmente preparadas y sobre todo con visión a largo plazo de las consecuencias que se derivan de las decisiones políticas. Es un político curtido durante el régimen franquista, esto es, cuando hacer política de oposición a la Dictadura traía siempre consigo consecuencias perjudiciales para el practicante. Pero sobre todo, es un político perteneciente a una generación en la que ninguno de sus miembros se le ocurrió jamás concebir la dedicación a la política como un medio para satisfacer necesidades personales, y mucho menos, para vivir a costa de la política. Para esa generación, la dedicación a la política sólo podía concebirse como único debe concebirse, es decir, como un servicio a la comunidad, a la sociedad. Desgraciadamente para todos, sabemos que esa exigencia ética no es hoy la que predomina entre muchos de nuestros políticos, de ahí que cobre aún más relevancia la presencia en dicha actividad de personas de la talla de Jerónimo Saavedra.

No es ahora el momento de recordar aquí la trayectoria política de Jerónimo Saavedra en el ámbito nacional y autonómico. Lo que de verdad me importa destacar aquí es su talla como político aceptando ser candidato en las últimas elecciones locales al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. Para los miserables y mezquinos, esta opción sólo podía ser interpretada como muestra de un protagonismo personal cuyo tiempo se agotaba. Para las personas normales, se trataba, por el contrario, de una apuesta decidida por recuperar una alcaldía que se merecía contar con un político de prestigio y trayectoria intachable. En otras palabras y, en el lenguaje políticamente incorrecto al uso, Jerónimo bajaba de lo más alto (Presidente de Canarias, Ministro en dos ocasiones con Felipe González) a lo más bajo (Alcalde de su ciudad). Y lo mejor de todo es que no sólo lo consiguió, sino que además lo hizo con mayoría absoluta y grandeza de espíritu, que es lo que se merecía la vecindad canariona.

Hace muy poco tiempo leí unas declaraciones de Jerónimo que ponen de manifiesto su categoría como político de profundas convicciones democráticas. Con ocasión de la condena del Parlamento de Canarias a la errática línea editorial mantenida en los últimos meses por el periódico El Día de Tenerife, el periodista pregunta a Jerónimo qué es lo que piensa al respecto. Su contestación, como no podía ser de otra forma, es propia de un político avezado e inteligente. Sin entrar a pronunciarse directamente sobre la cuestión (al fin y al cabo la condena había sido promovida por miembros de su Partido en el Parlamento), señala que nadie como él recibió tantos insultos por alguna prensa escrita en su etapa como Presidente de la Comunidad Autónoma de Canarias y, sin embargo, jamás se le pasó por la cabeza que lo conveniente desde el punto de vista político hubiera sido promover una condena de tales medios, pues en todo caso debía prevalecer la libertad de expresión. Inteligencia fina, como diría el mago universitario.

Ayer, el Congreso regional del PSOE celebrado en Las Palmas de Gran Canaria decidió por mayoría relevar a Jerónimo Saavedra como Presidente de la Ejecutiva Regional. Sin duda, se trata de un castigo injustificado por parte de unos menesterosos a los que falta de todo, pero particularmente, a los que falta el sentido del honor y la caballerosidad que deberían presidir la actuación de todo auténtico político. Y es que si este es un indicio del cambio que propugna Juan Fernando López Aguilar en la política canaria, que baje Stalin y lo vea…


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