jueves, 25 de diciembre de 2008

ESPÍRITU NAVIDEÑO


Día de navidad del año 2008, albores del tercer milenio después del nacimiento de Jesucristo. Fechas de deseos de paz, amor y reconciliación entre los humanos. Pero también, fechas en las que –jamás pude llegar a creer que haría esto- es urgente y necesario que todos consumamos más a fin de así contribuir a que la recesión económica no sea cada vez mayor. Gastar más para poder volver a vivir mejor, evitar que despidan a miles de trabajadores, que cierren muchas pequeñas y medianas empresas, que miles de inmigrantes se vean obligados a regresar a sus países de origen, que los habitantes de los países más pobres aumenten su pobreza… Lo decía hace un rato el rey de España: en la actual coyuntura es más necesario que nunca que todos tiremos al unísono del carro, y ello significa, entre otras cosas, trabajar más –los que puedan hacerlo- y mejor, convencidos de que el aumento de la calidad en lo que hagamos repercutirá de seguro en mejoría para todos.

Si algo de verdad me ha sorprendido de la actual crisis económica es comprobar cómo en cuestión de semanas los indicadores económicos positivos se vuelven negativos. De cómo el nivel de desempleo aumenta de manera imparable con las nefastas consecuencias que ello supone para miles de personas que de la noche a la mañana se ven en la calle y frustradas sus expectativas vitales, o sin poder hacer frente a sus deudas, o sin poder mantener el nivel de vida que hasta entonces mantenían… Es algo que hace muy poco tiempo nos parecía imposible pudiera suceder, pero ahí está, como una especie de catástrofe que de manera paulatina va haciéndonos sentir desamparados e impotentes ante un proceso que resulta imposible de controlar en exclusiva desde el ámbito nacional, aunque sea también mucha la responsabilidad de cada nación y de sus fuerzas políticas y sociales a la hora de aportar vías de solución a la crisis. Entramos en un nuevo año con presagios de auténtica incertidumbre en el terreno económico, pero también, en otros ámbitos, como pueden ser el conflicto palestino-israelí o la situación en Afganistán-Pakistán, que aunque en ocasiones nos puedan parecer conflictos lejanos, son tan nuestros como el que nos crea la presencia de ETA y sus actuaciones criminales.

Pero estamos en Navidad, época de reunificaciones familiares, de deseos de felicidad a los amigos y a los que no lo son, de anhelos de paz a todos los hombre y mujeres de buena voluntad, de solidaridad con los no favorecidos por la circunstancias, en fin, de reflexión serena sobre la necesidad de procurar siempre el consenso como objetivo y no la confrontación, aunque luego haya que llegar a la confrontación de las ideas de cada cual en la pacífica batalla electoral o en la misma vida diaria. Es la gran ventaja de la democracia que hemos construido entre todos en este gran país que se llama España. Feliz Navidad.

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