jueves, 12 de febrero de 2009

CORRUPCIÓN EN LA POLÍTICA: EL RAYO QUE NO CESA


El ser humano por naturaleza no es corrupto, pues la corrupción es un atributo que sólo puede ser comprendido y explicado a partir de la pertenencia del hombre a un grupo socialmente organizado. El ser humano es el único animal vivo capaz de emplear su inteligencia para lograr provecho propio bajo la apariencia permanente de dar su tiempo y hasta su vida por los demás miembros de su especie. En otras palabras, el hombre es el único animal con capacidad ilimitada para utilizar su inteligencia cínicamente, máxime, si de esa utilización se derivan consecuencias beneficiosas de todo tipo que además de ser contrarias a la ley, son claramente contrarias a la ética más elemental.

Otra vez la actuación del juez Baltasar Garzón en un caso de presunta corrupción asociada con la política. Y otra vez, los dirigentes políticos del máximo rango, en este caso del Partido Popular, tratando de establecer como probado un hecho que la realidad hasta el presente se ha encargado de negar: que la actuación de los fiscales y de los jueces es una actuación corrupta. Desgraciadamente, y también con ocasión de una actuación del juez Garzón, hace ya algunos años que tuvimos oportunidad de escuchar a los máximos dirigentes del PSOE que dicha actuación era también “corrupta” y que, en definitiva, dirigentes como José Barrionuevo, Vera, Colorado, Roldán….eran pura y simplemente objeto de una persecución judicial injustificada.

Después de treinta años de democracia, me temo que aún no ha habido un solo congreso de las fuerzas políticas de ámbito nacional y mayoritarias (PSOE y PP), en el que la ponencia central a debatir fuera la corrupción en la política y los medios e instrumentos para atajarla. La presunción generalizada que existe entre la ciudadanía de que en todos los partidos políticos florece –y se consiente por activa o por pasiva- la corrupción, es una presunción que tiene muchos elementos racionales para llegar incluso a afirmar en términos políticos –no jurídicos, obviamente- que la misma está muy arraigada en la práctica diaria de los responsables políticos. No pasa un solo día en que los ciudadanos no nos levantemos sin conocer un nuevo caso de presunta corrupción entre la clase política; presunción que en la mayoría de los casos luego se confirma como que efectivamente los hechos eran de tal naturaleza.

Que no todos los políticos son corruptos, por supuesto; pero que los corruptos actúan en la mayoría de los casos ante los oídos sordos y la inactividad de los honrados, es un hecho que cada día que pasa me parece más evidente. Precisamente por eso, como ciudadano, agradezco que la policía, la fiscalía y los jueces, actuando con todas las garantías previstas por la ley, se encarguen sin temor alguno de descubrir y perseguir de forma implacable a los corruptos que existen en el mundo de la política.

No soy un pesimista en términos antropológicos, pero cada día que pasa me parece más grave el tema de la corrupción en la política, máxime además en un período de crisis económica profunda que ha de conducir necesariamente en un corto período de tiempo a que los ciudadanos salgamos a la calle a gritar y exigir la reducción de sueldos y prebendas de tantos politicastros y, sobre todo, la conducción a la cárcel de tanto corrupto relacionado con la política.

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