viernes, 20 de febrero de 2009

TRISTEZA

Hoy, como casi todos los días de la semana, acompañado por mi buena amiga Isabel, salimos a tomarnos el cortado mañanero al bar de la Facultad de Ciencias Económicas, que además de quedar muy cerca del edificio de la Facultad de Derecho, hay que reconocer que utiliza un café de mayor calidad que el empleado en mi Facultad (bueno, la verdad es que los niveles de calidad de todo lo de mi Facultad están cada más por los suelos). Por cierto, siempre me ha llamado la atención el hecho de que los precios que se pagan en estos bares universitarios son considerablemente inferiores a aquellos otros que se pagan fuera de la Universidad. Es algo totalmente absurdo…pero en fin, está claro que tal circunstancia es aceptada por el concesionario sobre la base de condiciones que realmente desconozco, pero que en ningún caso creo se puedan traducir en pérdidas para el mismo. Todo lo más, este tipo de precios posiblemente subvencionados, son manifestación de un privilegio más de los muchos que aún tienen los estudiantes y los profesores en las universidades públicas españolas.

A la salida del bar nos encontramos con otro buen amigo que nos comentó lo desagradecida que era nuestra Universidad con sus empleados, ya fueran estos profesores o miembros del personal de administración y servicios. En particular, nos comentó el caso de una excelente funcionaria que durante muchos años había desarrollado ejemplarmente su trabajo en el Rectado, que al jubilarse no había tenido por parte de las autoridades académicas el más mínimo detalle a toda una vida dedicada a la Universidad (ni tampoco por parte de la Junta de Personal o del Comité de Empresa o de cualquiera de esos órganos que dicen representar al personal y que casi no tienen utilidad ninguna y que en realidad son una rémora para la institución universitaria).

Cuando pensé en la persona a la que se refería nuestro amigo, me entró un poco de melancolía y por un instante pasaron por mi cabeza los años que tan rápidamente han transcurrido desde que ingresé como alumno en la Facultad de Derecho. Pero la melancolía rápidamente se transformó en rabia contenida, pues la verdad es que cada día que pasa me doy más cuenta de que trabajo en una Universidad que en general no se fortalece en cuanto a sus niveles de prestigio académico, sino que ocurre más bien lo contrario, que cada día que pasa se deteriora asentándose una especie de espíritu fatalista generalizado que se traduce en ocasiones en auténtica desidia.

Desde hace ya algunos años, he visto cómo algunos colegas se jubilan y abandonan definitivamente la Universidad ; a otros, que definitivamente abandonan la Universidad y también este mundo conocido; y a otros que se reenganchan porque dicen tener méritos para ser eméritos, y siempre es igual, dejan de venir un día (incluidos los que se reenganchan) y a partir de entonces nadie los recuerda y mucho menos los reclama. Es como una especie de rueda trituradora que esporádicamente se concreta en algún caso en que a alguien se le ocurre poner el nombre del desaparecido a una aula, a un salón de grados o a un paraninfo, vamos, una auténtica estupidez en mi pobre, inútil e intrascendente opinión.

He hecho prometer a mi familia que si llegara a desaparecer antes de llegar a mi edad de jubilación voluntaria o forzosa, impidan –o al menos no participen de ello- un hipotético acto de recuerdo u homenaje a mis años en la institución por parte de mis colegas (amigos y enemigos). Sería una afrenta para mí y una tristeza inconmensurable que cargaría en mi otra vida. En cualquier caso, estoy seguro que ello no va a ocurrir, menos mal.

1 comentario:

Salvia dijo...

Estimado Guillermo: Gracias por tu preocupación acerca de mi silencio en el blog. Decirte que no voy a dejar de escribir, sólo que durante este mes de febrero he tenido varios imprevistos relacionados con el trabajo. A ello se han unido unas clases de inglés a horas intempestivas... y con todo esto a duras penas saco 7 horas para dormir... Cuanto esta tormenta pase seguiré siendo la blogger que era... tanto para escribir como para leer... ¡¡Un saludo!!