martes, 3 de febrero de 2009

NADAL Y NO GUARDAR LA ROPA


Y vuelta otra vez al orgullo patrio o como quieran calificarlo, esto es, al sentimiento de sentirse orgulloso por pertenecer a una nación, a un país, España, en el seno del cual ha surgido una figura como la de Rafael Nadal, un joven de veintidós años que en tan corto pero intenso período vital se ha convertido en el primer referente del tenis mundial.

Es la viva representación de muchas cosas positivas: juventud, fuerza, tesón, educación, solidaridad, competencia, capacidad mental, afecto… pero sobre todo, riesgo. Sí, es el polo opuesto a ese viejo refrán español de “saber nadar y guardar la ropa”, que pone de manifiesto la calculada intención no precisamente de “entrar al trapo”, sino de otear el panorama a fin de garantizar por encima de todo la propia seguridad personal. No me hables de complicaciones, como dicen o piensan en la actualidad muchos tontos universitarios, a mí lo que de verdad me interesa es hacer carrera política y llegar algún día a concejal o a diputado nacional o autonómico, o a funcionario, y a todo lo demás que le den morcilla…

Aún hay gente que se dedica a la profesión docente en el seno de las Universidades públicas españolas que sigue pensando que transmitir a los alumnos la importancia de la asunción del riesgo como directriz vital, es algo que no corresponde a su función educadora. Esto es algo que más bien corresponde al mundo de la empresa y no al de la Universidad, y así nos va…con unos profesores-funcionarios adocenados y pensando en una pronta jubilación, y una legión de jóvenes que con suerte puede que luego encuentren, una vez han dejado las aulas universitarias, el incentivo intelectual necesario para descubrir las ventajas de lo que significa esfuerzo, sacrificio, trabajo duro y asunción del riesgo que les impulse definitivamente a una vida profesional cargada de sentido y responsabilidad.

Está claro que Rafa Nadal hace ya mucho tiempo que se trazó un objetivo vital con plena conciencia de quererlo realizar. Imagino que habrán sido horas y horas de entrenamiento, de estudio, de renunciar a otras cosas posiblemente más placenteras en momentos determinados. Ha tenido el apoyo y sostén de su familia, pero también, sus dotes y capacidades propias para llegar finalmente a ser el número uno del tenis mundial. Le queda toda una vida por delante, pero a sus veintidós años ya ha conseguido uno de sus objetivos vitales.

En este período de crisis económica y de previsibles convulsiones sociales que estamos empezando a vivir, la figura de Rafa Nadal y su trayectoria profesional es sin duda uno de los mejores ejemplos que tenemos a mano para decirle a nuestros jóvenes que las respuestas válidas sólo pueden venir del trabajo serio y riguroso, del esfuerzo personal, de la responsabilidad, de la asunción del riesgo y la fijación de objetivos que nos impulsen a cambiar y mejorar la sociedad en la que vivimos por la vía de empezar por nosotros mismos.

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