viernes, 13 de febrero de 2009

DESCONCIERTO CON DESGOBIERNO


Una de las acepciones de la palabra desconcierto es la de desorden y descomposición. Aplicada a la situación en la que en la actualidad se encuentra el Partido Popular, es posible que para muchos sea una palabra que resulta excesiva. Sería este, seguramente, el caso de los militantes del partido o de aquellos que sin serlo, se sienten muy identificados con el mismo. Sin embargo, para otros, entre los que me encuentro, que alguna vez han votado por el PP y que cada día que pasa ven en este partido la única alternativa real al desgobierno del PSOE en el ámbito nacional, el término desconcierto es sin duda el más ajustado para expresar una doble percepción de la realidad: de una parte, la ausencia de un liderazgo sólido en el seno del PP; de otra, la presencia de presuntos elementos corruptos que ensombrecen el sacrificio y esfuerzo de los militantes y de la mayoría de los líderes políticos populares, y que posibilitan la “carnaza” necesaria para que los adversarios políticos desvaloricen las propuestas alternativas de gobierno del PP y “tapen” a la par la ausencia total por parte del PSOE de alternativas serias a la peor crisis económica de los últimos años que vive nuestro país.

Yo no creo en absoluto que las manifestaciones de corrupción en el ámbito de la política sean consustanciales al poder. Lo que sí creo es que son los partidos políticos que están en el poder o con expectativas fundadas de estarlo, los que se transforman en puntos de referencia fundamentales para los que ya son corruptos, o para los que sin serlo con carácter previo, se hacen corruptos una vez ocupan posiciones de poder. En uno y otro caso, los corruptos saben bien cómo manejar los hilos –algo por cierto nada complicado cuando socialmente existe cierta condescendencia hacia la corrupción en general- para comprar voluntades o acallar conciencias a la hora de enriquecerse u obtener prebendas ilegalmente. En este ámbito, lo grave no es tanto que exista la figura del corrupto, como que la persona que es honrada se conforme con serlo y permita por omisión que el corrupto prospere en su actuación. Desde esta óptica, no es extraño por consiguiente que los casos más numerosos de corrupción se hayan descubierto en aquellos partidos que ocupan posiciones de poder (PSOE, PP, CIU, PNV, CC…), y que ello provoque que para muchos ciudadanos “todos los partidos y todos los políticos sean iguales en materia de corrupción”.

Esta última sensación es la que a mí me ha provocado la última comparecencia del Sr. Rajoy y la plana mayor del Partido Popular a la hora de “condenar” la actuación del juez Garzón con relación a los presuntos casos de corrupción de algunos militantes del PP y de empresarios allegados al mismo. No dudo lo más mínimo en que la actuación judicial pueda haberse hecho pública con una finalidad política, esto es, con la finalidad de perjudicar los legítimos intereses del PP. Pero dicho esto, la declaración del Sr. Rajoy tenía que haber sido una declaración tajante y radical exigiendo al juez que llegara en su investigación hasta donde fuere necesario a fin de así descubrir cualquier posible practica corrupta que pudiera afectar los legítimos intereses de un partido serio, cuya seña de identidad en un momento determinado fue precisamente la denuncia implacable de la corrupción practicada por determinadas autoridades políticas socialistas.

No ha sido así, y por ello estoy desconcertado. “No es esto, no es esto…” lo que muchos esperábamos de alguien que pretende ser la alternativa a tanto desgobierno.

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