lunes, 2 de febrero de 2009

SENSACIÓN DE FRÍO DESPUÉS DE LA SIESTA


Oía o leía hace unos días que en los últimos tiempos había decrecido muchísimo el número de españoles que hacían la siesta al mediodía después de comer. Sin duda, una muestra más de nuestra confluencia con Europa –la productiva, me refiero- y, sobre todo, con los Estados Unidos de América. He de confesar, sin embargo, que soy uno de esos españoles que no todos los días, pero sí algunos días, se tumba en la camita después de almorzar con la excusa de leer el periódico y así echarse una dormidita que puede prologarse por más o menos tiempo en función de que llegue o no mi mujer y me despierte. La verdad es que cada día soy más respetuoso con determinadas tradiciones que han marcado nuestra idiosincrasia y que además hemos aportado a la humanidad, pero que el curso de los tiempos y el afán por producir por producir de algunos (es decir para vender y vender sin saberse muy bien para qué), han calificado como muestra de una vagancia malsana que no contribuye para nada ni a la producción ni al consumo. Bueno, ¿y qué?, pero sí que contribuye a la salud física y mental de los españoles…..

Es una sensación maravillosa la de dormirse como un bebé, a veces hasta con las gafas puestas, y a veces, como me ha ocurrido en estos días de tanto frío, sin tomar la precaución de taparme con una manta. Cuando esto último ocurre, la sensación de frío que se tiene cuando uno se despierta es una sensación bien desagradable. Es como si el cerebro hubiera grabado mientras dormimos la sensación de frío y luego la reprodujera cuando despertamos. En este caso, el despertar nos hace sentir desangelados, como si hubiéramos pasado un pequeño trance en el que carecimos del calor necesario para gozar de unos placenteros minutos de transmutación hacia la inconsciencia a la que el sueño nos conduce.

Cuando esto ocurre, el despertar no suele ser agradable. Nos levantamos con “mal cuerpo” y con cara contrariada, y la sensación de no haber aprovechado de manera plácida nuestros minutos de siesta. A pesar de repetir en casa que cuando me vean dormido no dejen de ponerme una manta por arriba, es claro que muchas veces nadie lo hace, y no creo que sea por mala fe, sino simplemente porque no piensan en el frío que mi cerebro está registrando en aquel preciso instante en el que me ven durmiendo.

Yo creo que a mi edad es ya un poco complicado renunciar a un derecho como sin duda es el derecho a la siesta. Sé que no está aún calificado como derecho humano digno de protección, pero sí que espero que algún día alguno de nuestros jueces de la Audiencia Nacional procese a algún empresario nacional o extranjero por no respetarlo. Sería de estricta justicia y contribuiría, junto con nuestra dieta mediterránea, a la longevidad y verdadera productividad de todos los europeos.

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