jueves, 5 de febrero de 2009

MICHAEL BLOOMBERG


Un multimillonario que ha ganado su fortuna en el hoy denostado mundo de las finanzas, y que en la actualidad ocupa la alcaldía de la ciudad de Nueva York. Esta circunstancia ya es por sí misma digna de relieve, puesto que en Europa resulta excepcional que un multimillonario se dedique a la actividad política, salvo excepciones como la de Silvio Berlusconi en Italia. En España aún es seguramente pronto para que esto ocurra, o para que un personaje socialmente relevante en el campo del arte, la cultura o el deporte se decida a participar activamente en política, como también hoy es totalmente normal que suceda en los EE.UU.

Pero siendo esto así, es aún más sorprendente que un multimillonario como Michael Bloomberg decida, además de “perder su tiempo” por los demás ocupándose de la alcaldía de su ciudad, ceder importantes porciones de su fortuna personal multimillonaria a organizaciones sin ánimo de lucro a fin de así contribuir a la consecución de objetivos sociales dignos a su juicio de protección (educación, investigación, lucha contra la drogadicción, etc.), y que además lo haga declarando que se siente orgulloso de hacerlo para de esta forma cumplir con su deber como ciudadano, que no es otro que tratar de devolver a la sociedad todo aquellos que la misma ha contribuido a darle a él. Es más, para ya “rizar el rizo”, el alcalde de Nueva York lleva varios años recibiendo clases de español a fin de así poder dominar esta lengua y comunicarse con la considerable comunidad hispana que vive en la ciudad.

Pues bien, ante actitudes tan particulares y encomiables, se presenta el comentario chusco y desagradable que desde España hacen algunos estúpidos cegados por un antiamericanismo enfermizo y casi irreversible: este tipo de actitudes no tienen nada de encomiables, pues en realidad las mismas se adoptan con la exclusiva finalidad de pagar menos impuestos.

Como puede fácilmente comprenderse, se exterioriza de esta forma una “filosofía” radicalmente diversa entre dos concepciones del Estado y también de los impuestos. En ambas el Estado no está en cuestión y tampoco lo están los impuestos, pero mientras que para los americanos su contribución tributaria no ha de cubrir la totalidad de las demandas sociales (Estado superprotector), para los europeos parece que sí, de ahí que nuestros ciudadanos pagan lo que deben (salvo que no paguen o paguen menos de lo que legalmente les corresponda) y, a partir de ahí, se desentiendan plenamente de cualquier otro tipo de consideración o preocupación con sus semejantes.

Qué quieren que les diga. Me gustaría ver que en este país nuestro en el que en los últimos quince años tantos se han hecho multimillonarios en el negocio de la construcción, alguno de ellos se comportara tan cristianamente como lo ha hecho Michael Bloomberg, y devolviera a la sociedad directamente algo de lo que ésta le ha dado.

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