miércoles, 4 de febrero de 2009

EN ´TRÁNSITO


Cuando visito un aeropuerto aún recuerdo en ocasiones la relevancia que tiene la cuestión de los llamados “pasajeros en tránsito”. Son aquellos que tomando el avión en un determinado punto han de hacer parada en algún aeropuerto para cambiar de avión antes de llegar a su destino. Hoy, cuando regresaba de El Hierro y cruzaba la pista de Los Rodeos para llegar a la terminal de pasajeros, una empleada de la compañía Binter-Canarias iba preguntando a cada uno de los pasajeros si su destino era Gran Canaria o Lanzarote, es decir, si eran pasajeros en tránsito por Tenerife hacia su destino definitivo.

Después de haber contestado que no, que mi destino definitivo era Tenerife, me encaminé a la cinta de equipajes a recoger mi maleta. Mientras esperaba, pensaba en lo curioso que resultan en general las palabras cuando las utilizamos en uno u otro contexto. En el lenguaje aeroportuario, el tránsito es una persona (o unas maletas) cuyo destino definitivo no es el primer aeropuerto al que llega y en el que desembarca, sino otro distinto. En el lenguaje religioso, las personas también somos tránsitos, puesto que nuestro paso por la tierra no se agota aquí, sino que es una “escala” necesaria para nuestro destino definitivo fuera de este mundo.

Definitivamente, en el tiempo que tardaron las maletas en aparecer por la cinta transportadora, llegué a la conclusión de que con toda certeza fue el significado originariamente religioso de determinadas palabras el que luego se aplicó al ámbito de la navegación aérea. No sólo es el caso de la palabra “tránsito”, sino también en los de “edificio terminal” y “cinta sin fin de transporte de equipajes”. La “cinta sin fin” no es más que la representación de la vida en este mundo que gira sobre sí mismo y alrededor del sol desde y hasta que Dios quiera, en tanto que la “terminal” expresa el lugar a partir del cual –aunque eso sí, cada día con menos posibilidades de que ello ocurra debido a los avances técnicos de la aeronáutica- estamos a un pequeño paso de lograr el tránsito a la otra vida.

Cuando apareció en la cinta mi maleta, me percaté de que estaba a un pequeño paso de la recuperación de mi vida ordinaria en la que, en principio, nada iba a evocarme mi condición de transeúnte o pasajero de un vuelo con un destino que quiero y deseo se retrase lo más posible.

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