miércoles, 11 de febrero de 2009

SI TE VAS A DIR, DITE Y ER QUE SE FU, FU


Ayer y hoy han sido días de presentación de reclamaciones por parte de mis alumnos a las calificaciones obtenidas en la convocatoria de una de las asignaturas que imparto correspondientes al primer cuatrimestre en la Universidad de La Laguna. Por lo general, desgraciadamente, vienen con cierto nerviosismo y no con el ánimo de estar ejercitando un derecho, sino más bien, con el ánimo de que el profesor sea condescendiente y atienda, casi como quien realiza un favor personal, la solicitud para ver y comentar el examen realizado. Y no, rotundamente no, es que defienda aquí que los derechos se tengan que ejercitar con arrogancia y malcriadez, pues eso sería una auténtica estupidez que coincidiría con aquella otra que parte de considerar que los profesores refuerzan su auctoritas cuando tratan a sus alumnos como seres inferiores que nadan en el mar de la ignorancia.

No es exagerada la afirmación de que personalmente cada curso aprendo algo nuevo de mis alumnos. Siempre es así, pues cuando pierden el santo temor al profesor y se vuelcan a hablar y expresar abiertamente sus ideas y visiones de la materia, suelen abrir nuevas perspectivas que el profesor por sí mismo, sujeto en cierta forma a la rutina que suelen imponer los años, no ha visto o no ha optado por profundizar sobre la misma porque justo hasta ese momento nadie le había hecho reparar en esa nueva perspectiva que le ha abierto el alumno.

Pero viene todo esto a cuento de que a una de las alumnas que vino a reclamar, y que por cierto dio lugar a que yo advirtiera que le había calificado erróneamente su ejercicio práctico, le dijera en tono de broma que si no estaba de acuerdo con mi calificación debería ir a “reclamar al maestro armero”. La carita de la alumna fue no sólo de sorpresa, sino de extrañeza total: “¿Al maestro armero?”. “Sí, si, al maestro armero… ¿No sabe usted quién es el maestro armero?... Pues va usted aviada en esta vida…”.

Claro, lo de “ir a protestar al maestro armero”, es lógico que no lo supiera la alumna, entre otras razones, porque es una típica expresión castrense que hoy todavía se utiliza entre aquellas generaciones, como es mi caso, que tuvimos que cumplir con el servicio militar obligatorio. Pero es que hoy no sólo ha dejado de existir ese deber general de todos los ciudadanos, sino que además, los cauces de protesta se han ampliado en tanto en cuanto los ciudadanos han conquistado nuevos derechos... cuestión distinta es que la reclamación de esos derechos encuentre luego en la práctica los cauces adecuados para su efectiva realización (v.gr. Administración de justicia).
En fin, que mientras dialogaba con mi alumna haciendo uso de una expresión tan extraña y surrealista para ella, pensé en aquella otra con la que encabezo la presente parida y que ya no me atreví a decirle no fuera a ser que me calificara como chiflado: “Si te vas a dir, dite, y er que se fu, fu”.

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