sábado, 14 de febrero de 2009

LIBRO DEL FIN DE SEMANA

“Crítica de las ideologías. El peligro de los ideales”. Rafael del Águila. Ed. Taurus. Madrid, 2008.

Inicio hoy una serie de comentarios relativos a libros y a artículos que he leído y que pienso pueden ser de interés para los lectores de este blog a la hora, sobre todo, de que les puedan incitar también a su lectura. Al margen de la búsqueda de los trabajos existentes sobre mi especialidad de Derecho Financiero y Tributario (por cierto, en general cada día más plomizos y carentes de auténtico interés desde el punto de vista del pensamiento crítico que se supone se cultiva en la Universidad española), tengo la costumbre de acudir de vez en cuando a las librerías en busca de no sé qué exactamente, pero lo cierto es que casi siempre esa búsqueda se materializa en algún libro cuya lectura me parece de interés. En otras ocasiones, acudo raudo y veloz los lunes a la liberaría con mi suplemento literario de los sábados del ABC o El País, en el que he marcado algún libro que me interesa a partir de la lectura de su recensión en dichos suplementos. Esta última ha sido la vía seguida para hacerme con el libro del que fuera catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid, Rafael del Águila, desgraciadamente fallecido el pasado día 13 de febrero. (Ya en el capítulo de agradecimientos contenido al final del libro señalaba el autor: “Quiero también agradecer muy especialmente a Luis Paz Ares, Daniel Castellano y Pedro Domínguez, mis médicos, por haberme regalado el tiempo y la calidad de vida necesarios para escribirlo”).

Ante todo, he de señalar que me he leído el libro casi de un tirón, pues además de estar bien escrito y muy bien entrelazada la argumentación seguida por el autor para sustentar sus tesis, éstas últimas coinciden en gran medida con mis propias ideas sobre el significado y las consecuencias nefastas que para la humanidad han tenido determinadas ideologías. Las dos primeras “constelaciones ideológicas” a las que se refiere el autor son, de alguna forma, ampliamente conocidas en cuanto a los efectos perniciosos derivados de las mismas en la más reciente historia de la humanidad. Es el caso de las ideologías fundamentadas en el “ideal emancipatorio” (la mirada al futuro para la construcción del “hombre nuevo” de la revolución bolchevique primero y cubana después, por ejemplo), o aquellas otras que encuentran su razón de ser en propugnar el “ideal de la autenticidad”, (la recuperación de los valores perdidos, mirando permanentemente al pasado: “Hay que mantener nuestra incorruptibilidad y expulsar todo lo que se le opone. Garantizar nuestra pureza. Exterminar todo lo necesario para evitar la contaminación. Y, nosotros, debemos someternos, y someter a aquellos otros con los que aún quepa alguna esperanza de regeneración, a un proceso de purificación”) (p. 172). Con mucha razón y también sentimiento, el autor dedica su libro “a las víctimas de los ideales, especialmente a las víctimas del 11-M”.

Sin embargo, la auténtica tesis original que defiende el autor y que me ha llamado la atención, pero sobre todo, que me ha hecho reflexionar, es la relativa a la utilización de la idea de la democracia como idea central de una nueva constelación ideológica con consecuencias que, a juicio del autor, han de ser calificadas como nefastas. Es el empleo de la defensa de los “valores democráticos” a través de su identificación con una especie de misión mesiánica que Dios ha encomendado al gobierno de los EE.UU para así lograr expandir dichos valores entre los países que forman parte del “Eje del Mal”.

El autor analiza la trayectoria del expresidente Bush, sus discursos a la Nación y, sobre todo, la influencia determinante que en la legitimación ideológica de su política exterior claramente belicista han tenido las corrientes fundamentalistas cristianas y del llamado pensamiento neocon, como manifestaciones patentes de esta nueva ideología de la derecha norteamericana.

Al margen de poder estar o no de acuerdo con algunos de los planteamientos del autor, al menos en cuanto a los matices, es lo cierto que sí que lo estoy plenamente cuando señala que “enfrentar la realidad con esperanzas y sin ilusiones, ser veraz con uno mismo, no engañarse con cuentos balsámicos, estar dispuesto a evolucionar hacia otras posiciones, no es algo que sea típico de sociedades o individuos débiles. Más bien son las muletas metafísicas, los grandes ideales que ofrecen seguridad, garantías y certezas, los que denotan a la postre debilidad. Y esto lesiona la capacidad y el coraje necesarios para enfrentarse al mundo, aprender y evolucionar. El peligro de los ideales dogmáticos y fanáticos reside en la incapacidad absoluta para hacer esto” (p. 180-181).

El libro es clara expresión de ese ideal anterior, es decir, del pensamiento crítico que agraciadamente también está presente entre muchos de los investigadores que desarrollan su misión en el seno de la Universidad española.


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