viernes, 30 de enero de 2009

ME FÍO DE LOS JUECES, NO DEL GOBIERNO


¿Cómo, se fía usted de los jueces después de lo que ha sucedido con la ministra de Educación y la deliberación del asunto de la asignatura “Educación para la Ciudadanía” en el seno del Tribunal Supremo? Por supuesto que sí.

La señora ministra tendrá que explicar debidamente por qué grabó su intervención anunciando una sentencia favorable a las tesis del Gobierno con anterioridad al debate y deliberación del asunto por parte del Tribunal Supremo. Las razones pueden ser múltiples, pero los ciudadanos exigimos que nos las de a conocer, porque una cosa es grabar su intervención antes de conocer el resultado y otra muy distinta es haberlo grabado y luego publicado en Yotube antes de conocer cuál sería el resultado de las deliberaciones del Tribunal Supremo. En este segundo caso, que es el que efectivamente ha sucedido, lo normal es pensar que la ministra ya conocía o tenía indicios bastante próximos a cuál sería la decisión del Tribunal, y si los tenía es porque alguien se los había proporcionado, aunque también es perfectamente factible pensar que nadie se los proporcionara desde dentro del Tribunal y que ella solita llegara a tal conclusión y decidiera grabar y publicar el video manifestando su satisfacción por una sentencia que aún no había sido objeto de deliberación.

En mi opinión, sustentar la tesis de que existe connivencia entre los magistrados del Tribunal y el Gobierno en el sentido de acordar previamente el resultado de la sentencia, es no sólo una acusación presuntamente delictiva, sino que supone algo mucho más grave aún: poner en cuestión los cimientos del sistema democrático. Si esa acusación de sustenta, habrá que probarla, y si no es así, habrá que perseguirla penalmente por ser pura y simplemente una acusación de todo punto falsa que pone en cuestión la dignidad e independencia de los jueces y el funcionamiento del propio sistema democrático.

Precisamente por ello, el primer interesado en que la cuestión se aclare no debería ser el Gobierno –que también, por supuesto-, sino el propio Tribunal Supremo, puesto que la actuación irresponsable y chabacana de una ministra ha dado lugar a que muchos ciudadanos puedan cuestionarse la independencia de criterio de los magistrados del Tribunal Supremo.

Cabría pensar que mi planteamiento está influenciado por mi condición de jurista, y que el mismo denota cierta comprensión hacia la actuación genérica de los jueces. En absoluto. Que puede haber jueces corruptos que traicionen la dignidad del cargo que ocupan, es tan normal como que haya profesores que sean también unos corruptos. En ambos casos, la presencia de la escoria no supondría en caso alguno la consiguiente condena del resto de los miembros de la profesión. Es evidente que cada uno de los ciudadanos de este país tendrá experiencias que contar respecto a la actuación de los jueces. En mi caso, sólo diré que mi confianza plena en los jueces proviene de la actuación de un juez ya hoy desgraciadamente desaparecido en pleno régimen franquista. En aquella época pensaba que todos los jueces eran unos fascistas y actuaban al dictado de las directrices del ministerio de la Gobernación: era una visión totalmente falsa. Había jueces honestos que asumían el elevado riesgo de actuar de manera independiente y tratando de hacer justicia, y todo ello, a pesar de que los mismos pudieran ser en muchos casos franquistas.

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