jueves, 15 de enero de 2009

O SEA, QUE LE TRATO BIEN Y VA USTED Y ME PONE A CAER DE UN BURRO...


Su cara cambió de expresión cuando le solté así, sin ningún tipo de miramiento y con gesto contrariado, la confirmación de que era un auténtico hipoputa. El muy canalla trató entonces de fabricar sobre la marcha una especie de disculpa o explicación que justificara su cobardía y malsana hijoputez. No se lo permití. Me limité a decirle que no me interesaba lo más mínimo lo que pudiera contarme, y que a partir de aquel preciso instante no quería volver a saber jamás nada sobre él. Vamos, que pasaba a ser para mí como un muerto al que no se le recuerda porque resulta ser un extraño.

Había sido una buena amiga la que me había hecho llegar la información. Un buen día se encontró en la calle con un amigo suyo y este empezó a criticar mi actuación en una etapa en la que ocupé un cargo público. Que si era un sinvergüenza, que si había “metido por la cara” en la Administración a una serie de personas sin habar concurrido al puesto mediante preceptivo proceso selectivo, que si estaba imputado por la fiscalía por prevaricación al haber adjudicado una obra “a dedo”…. En fin, todo un rosario de falsedades y acusaciones sin fundamento que al parecer constituían la “comidilla” de un conjunto de funcionarios a los que tuve la desgracia de conocer y sufrir durante ese período de mi vida.

En mis actuaciones como ser humano siempre he procurado actuar con seriedad y rigor, de manera amable y sin desearle el mal absolutamente a nadie, y cuando ha sido necesario y he podido ayudar a alguien siempre que ello no supusiere vulnerar la legalidad, lo he hecho sin ningún tipo de reparo. Precisamente por eso, a estas alturas de mi vida, me da simplemente asco saber que existen tipejos a los que siempre traté amablemente y con corrección, transmitiendo bulos con la única y exclusiva finalidad de hacerme daño mediante el desprestigio de mi trayectoria personal y política.

Se que el saber perdonar es una virtud e incluso una necesidad, pero siento decir que cuando me entero de estas infrahistorias, lo que denota mi alma es la ira contenida ante tanto canalla y cobarde pululando por esta sociedad de pequeños y grandes miserables de espíritu. Malditos seáis y que Dios os castigue con el fugo eterno.

No hay comentarios: