martes, 6 de enero de 2009

GABRIEL JACKSON: EL TIEMPO, LA EXPERIENCIA Y EL VALOR DE LA SABIDURÍA


No siempre es exacta la afirmación de que la edad es un grado. Puede tenerse más edad y no por ello ocupar un puesto de mayor responsabilidad en el seno de cualquier organización a la que se pertenezca. El grado, en todo caso, lo da la antigüedad, pero esto es algo totalmente distinto. Por ello, lo que sí suele verdad es que la edad es un requisito imprescindible para afirmar que durante el transcurso del tiempo hemos adquirido experiencia y, sobre todo, sabiduría. Experiencia y sabiduría son atributos que tienen mucho que ver con el tiempo, esto es, con los intentos de aprender y aprehender que luego se transforman en rutina y muchas veces en obstáculo para que otros que vienen detrás innoven o descubran cosas nuevas, y con aquellas otras manifestaciones que reflejan por dónde no se debe ir si queremos que nuestro proyecto vital individual o colectivo tenga garantizado cierto nivel de éxito. En el primer caso, ya lo dice claramente el amplio refranero popular español: “Sabe más el diablo por viejo que por diablo”, y en el segundo, también: “El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”.

Hay viejos (y viejas) que llegan al final de sus días en este mundo terrenal con idéntico espíritu de ignorancia que el que adquirieron en sus años mozos, y ello nada tiene que ver con la profesión que se haya tenido a lo largo de la vida. Ocurre exactamente igual con ese otro atributo que se conoce como el de la elegancia. He conocido a viejas (y viejos) que son auténticos sabios y, por lo general, en ellas (y ellos) coincide también que son personas muy elegantes, aunque hayan sido a lo largo de su vida económicamente pobres. Es la elegancia del saber estar en esta vida y es también la elegancia que proporciona la sabiduría de la prudente inteligencia. Es de estos últimos de los que de verdad se aprende.

Uno de esos viejos es Gabriel Jackson. En un artículo publicado en el diario El País del domingo día 4 de enero bajo el título “Capitalismo y confianza”, en el que analiza la actual crisis económica, concluía con el siguiente deseo, que no es más que la prueba de su afianzada sabiduría: “A mis 88 años, mis deseos para el Año Nuevo son que la gente ambiciosa y enérgica limite su apetito de pura y simple riqueza, y que todos los Gobiernos democráticos, de derecha, centro o izquierda, reconozcan que la prosperidad económica depende absolutamente de la confianza, y que ésta depende de virtudes tan anticuadas como la honestidad y la moderación”.


2 comentarios:

Carina dijo...

una vez me dijeron: si solo pensaran en dejarle un país mejor a sus hijos y nietos, con eso simplemente, ya actuarían distintos, se recuperarían los valores de esta sociedad...

saludos!

Anónimo dijo...

Hola Carina ¿qué tal tus vacaciones de navidad y la entrada del nuevo año? Este lunes pasado iba a viajar a El Hierro, que es mi segunda isla y con la que creo tienes lazos familiares, pero finalmente no puede ir. Iré más adelante. A lo mejor eso que te dijeros, lo hicieron gente sabia y cercana a ti. Saludos Guillermo