viernes, 16 de mayo de 2008

LA SUPRESIÓN DEL IMPUESTO SOBRE EL PATRIMONIO

Seamos serios. A mí me encanta sobremanera el Impuesto sobre el Patrimonio porque no tengo que pagarlo, así que comprendo muy bien la alegría de aquellos contribuyentes que escucharon las palabras del Sr. Rodríguez Zapatero cuando anunció su supresión (ver video www.myspace.com/guillermonunez). Basta con fijarse en la expresión del Sr. Alierta, presidente de Telefónica, que sentado junto al Sr. Rodríguez Zapatero se sentiría seguramente en aquel instante como digno y feliz representante de la sufrida clase media a la que se supone va a beneficiar la desaparición del impuesto.

Es una exigencia mínima de solidaridad manifestar alegría por las bienaventuranzas que otros puedan recibir, sobre todo, cuando de impuestos se trata. Además, ante la general inexpresividad que suele manifestar el rostro del Presidente del Gobierno, en las imágenes puede advertirse la profunda manifestación de gozo que le supone poder anunciar que va a eliminar un impuesto directo. Debe ser una satisfacción equiparable a aquella otra que siente un médico cuando anuncia al paciente, después de sesudos y detenidos análisis, que la causa de su enfermedad ha sido por fin eliminada. Por otra parte, si esta misma satisfacción ya se la había procurado a sí mismo el presidente Aznar eliminando el Impuesto de Actividades Económicos (IAE), ¿por qué no iba a gozar él de idéntico placer? Sin duda, debe tratarse de una de las manifestaciones sublimes del poder: Yo, Rodríguez Zapatero, elimino por siempre jamás el Impuesto sobre el Patrimonio en beneficio de la clase media.

Pero si las palabras y los gestos del Presidente nos llaman la atención por despertar nuestros sentimientos de alegría y solidaridad con otros contribuyentes, cuando llega la calma y reflexionamos sobre el tema, lo primero que nos llama la atención es la ausencia de reacción (ni alegría ni tristeza) de los Presidentes de las Comunidades Autónomas (el impuesto sobre el Patrimonio está cedido a las CCAA). Si de pronto les han privado de 1.800 millones de euros ¿por qué no protestan? Parece que aquí hay algo raro. Por un lado el Estado reprocha a las CCAA su débil contribución a la llamada corresponsabilidad fiscal, en tanto que por otro lado la fomenta adoptando medidas como la señalada, aparte, claro está, del “cheque bebé” y de la devolución de 400 euros a todos (¿?) los contribuyentes.

Pero en realidad no hay problema, pues todo se reduce a una operación de trueque. Tú me das el impuesto que te pertenece para yo anunciar su eliminación y así reforzar mi simpatía por parte de los electores, y yo te doy los 1.800 millones de euros por otra vía. Y todos contentos. ¿Qué cuál es esa otro vía? Pues debe tratarse de la denominada “tercera vía”, que nadie sabe muy bien a ciencia cierta cuál es (al menos en su versión made in Spain), pero que seguramente guarda relación con la afirmación del Presidente de que los tiempos han cambiado y que hoy es de izquierdas bajar o eliminar impuestos, aunque siempre sea a favor de los mismos, que no son, ni mucho menos, los integrantes de las clases medias.

Y permítanme que termine con una preocupación corporativa: de seguir por esta senda, va a terminar por desaparecer el objeto de estudio del Derecho Tributario o, al menos, aquella parte del mismo que se dedica al estudio de la imposición directa. Aunque pensándolo bien, no estaría del todo mal. El problema, sin embargo, será determinar cuál es la vía para financiar todas aquellas necesidades que hoy ha asumido el Estado para que, entre otras cosas, sea posible la existencia de las clases medias.

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