viernes, 13 de junio de 2008

ADMINISTRACIÓN PÚBLICA Y PRIVILEGIOS DE SU PERSONAL


Creo que en la actualidad –y máxime ahora que entramos en un período de crisis económica- sigue siendo un privilegio ostentar la condición de funcionario público o de personal laboral al servicio de la Administración Pública. No es por ello extraño que los resultados de las encuestas realizadas a los jóvenes en cuanto a sus aspiraciones laborales, se traduzcan en que la mayoría de ellos aspiren a tener el corazoncito de funcionario o de personal laboral de la Administración.

Es evidente que la sociedad española no se parece a la sociedad nipona en esto del empleo. Mientras que aquí se impone la idea de que es la flexibilidad en el mercado de trabajo (vamos, la facilidad para que el empresario pueda despedir a un trabajador) la que se conforma como una de las claves de la competitividad de la economía española, allí, en el imperio del sol naciente, la idea tradicional que sigue en vigor y que las empresas aplican (auténticas multinacionales que se expanden por todo el mundo) es la de entender que el valor máximo de un empleado es su fidelidad a la empresa, y ésta viene determinada fundamentalmente por su mayor o menor vinculación temporal con la misma: a más tiempo, mayor fidelidad y también mayor identificación y espíritu a la hora de involucrarse a favor de alcanzar los objetivos del empresa. Como puede verse, dos filosofías radicalmente contrapuestas.

En España, por consiguiente, los funcionarios y los laborales de la Administración somos auténticos japoneses, aunque eso sí, sólo en lo que se refiere al tiempo de vinculación con la “empresa”, pues con relación a otros parámetros, la comparación es ya un poco más complicada. Vamos, por poner sólo un ejemplo: aquí sería inconcebible que los funcionarios o el personal laboral realizaran una huelga “a la japonesa” en virtud de la cual se cumplieran al máximo los horarios, los tiempos legales de resolución de expedientes, las notificaciones a los ciudadanos, las devoluciones de ingresos a los contribuyentes, etc. No estaríamos en este caso en presencia de una huelga, sino de una locura colectiva merecedora, en todo caso, de figurar en el Libro Guinness de los records mundiales.

Vamos a inaugurar con este artículo de hoy una serie que repare en los distintos privilegios (pido desde ahora perdón a los sindicatos por el empelo de este término. Para ellos se trata de “conquistas”) de los que gozan los funcionarios y personal laboral al servicio de la Administración Pública. Invito además a mis lectores que participen con sus comentarios y, sobre todo, si son funcionarios o personal laboral de la Administración, a que me comuniquen –anónimamente, por su supuesto- aquellos privilegios de los que sean usufructuarios o de los que tengan conocimiento y no disfruten. Haremos una lista de privilegios y nos regodearemos con ellos.

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