martes, 10 de junio de 2008

CRISIS ECONÓMICA

Hace unos días, una buena amiga que trabaja en una entidad financiera me manifestaba su contrariedad con relación a todos aquellos ciudadanos que después de años de “prosperidad” económica se habían lanzado a un consumo irresponsable amparado en “tirar de tarjeta” y en solicitar crédito barato a los bancos. Su malestar se extendía también respecto a aquellos otros ciudadanos que pretendían que el Estado cubriera sus pérdidas por haber invertido sus ahorros en una empresa como Forum Filatélico.

Seguramente, mi amiga no deja de tener parte de razón, pero no tiene toda la razón. Hoy, a pesar de lo que digan los responsables políticos, estamos entrando en una situación económica de “vacas flacas”. Por mucho eufemismo que se pueda utilizar para tratar de ocultar la realidad, lo cierto es que basta con preguntar en los juzgados qué tipo de procedimientos son los que actualmente están en auge, para cerciorarnos de que la situación económica de muchos ciudadanos y empresas se está deteriorando a un ritmo acelerado.

No cabe la menor duda de que muchos economistas suelen ser excelentes analistas de la realidad a posteriori, esto es, cuando se han producido los acontecimientos que dan lugar a una crisis o a una recesión económica. Sin embargo, es hasta cierto punto comprensible que estos mismos economistas no se planteen el futuro cuando el presente está marcado por elevados niveles de consumo, producción, empleo, recaudación de tributos, etc. En esta situación, ni los economistas, ni los empresarios, y ni muchos menos los consumidores, suelen pensar en el futuro. La razón es obvia y es propiamente humana: si estamos bien, ¿por qué pensar que de repente vamos a estar mal? “A gastar, a gastar, que er mundo se va a acabar…”.

¿Y los políticos? Pues tampoco escapan a esa euforia consumista que tiene su origen en las fases de abundancia. Basta con fijarse en las últimas elecciones generales celebradas en nuestro país. Ni siquiera el conocimiento fehaciente de la existencia de una crisis financiera internacional fue obstáculo para que tanto el PSOE como el PP se embarcaran en promesas sin fin sobre la reducción de impuestos, el reparto de “cheques bebé” o el regalo de cuatrocientos euros a todos los contribuyentes por el IRPF.

Sin embargo, constatar la existencia de una tendencia a la despreocupación por el futuro cuando el presente es boyante, no significa que ello sea algo inevitable y que esté ínsito en la naturaleza humana. Por el contrario, son las voces y actitudes de aquellos que responsablemente se oponen de manera precavida a las “alegrías sin freno” del capitalismo, los que en momentos de crisis ven confirmadas sus preocupaciones. Y no me refiero ahora a los catastrofistas que condenan por principio al sistema capitalista, sino a aquellos otros que consideran que el capitalismo, como sistema económico, precisa de intervenciones y regulaciones por parte del poder público, pero también, de pautas de comportamiento y valores que nada tienen que ver con la máxima de la obtención ilimitada del lucro o la satisfacción de falsas necesidades.

Por eso tiene en parte razón mi amiga, pues resulta perturbador que hoy sea normal que en cada familia existan dos o tres vehículos, que los jóvenes hayan perdido la noción del esfuerzo personal para la consecución de determinados objetivos, o que muchas familias pretendieran obtener pingües plusvalías a corto plazo mediante la inversión en inmuebles o en sellos. Pero a la par, habrá también que decir que igual de perturbador es que los poderes públicos no hubieran regulado o supervisado en debida forma la existencia de negocios como el de Forum Filatélico, que incentivaran la compra de vehículos ante la presión de los fabricantes o que se olvidaran de la promoción de viviendas de protección oficial ante un mercado incontrolado, además también de que no nos recordaran a todos los ciudadanos que el petróleo que consumimos es ajeno y que hay que pagarlo.

En definitiva, que si los ciudadanos tenemos nuestra cuota de responsabilidad en la crisis, mayor es, sin duda, la que corresponde a los gobiernos que no ha sabido o querido asumir su responsabilidad frente a los conocidos desenfrenos del capitalismo.

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