lunes, 2 de junio de 2008

(I) GALERÍA DE INDIVIDUALIDADES: INOCENCIO F. ARIAS


Inicio hoy una serie dedicada a individuos que ejercen sobre mí una especial atracción por distintas razones, pero sobre todo, porque por sus opiniones, trayectoria vital, actuaciones y oficio me sirven como referente permanente al que recurrir en aquellos momentos de zozobra generados por la influencia aplastante de la masa. Son como la rendijita que posibilita la entrada de aire fresco en un contexto dominado por los tópicos y el llamado “sentido común”. Lo relevante en todo caso es su personalidad y cómo la misma incide de manera ejemplar, al menos en sus aspectos conocidos o por quien suscribe interpretados, en otros individuos.

Inocencio F. Arias es licenciado en Derecho y diplomático. Fue Secretario de Estado de Cooperación Internacional e Iberoamérica, Representante Permanente de España ante la ONU (1997-2004) y profesor en las Universidades Complutense y Carlos III de Madrid. En la actualidad es Cónsul General en la ciudad de los Ángeles (EE.UU).

Hay dos cosas que me atraen de manera especial del personaje: su independencia de criterio y su antiformalismo. En el primer caso, la independencia, aparte de ser una rara avis, ha sido sorprendentemente reconocida por unos partidos políticos que en España aún están muy sobrecargados de espíritu sectario y de poco sentido de Estado a la hora de valorar a las personas por su capacidad y méritos. En el segundo, el antiformalismo no significa en este caso que se desprecien como inútiles las formas (que en su justa medida, son siempre un avance para la humanidad), sino más bien, que se utilicen las formas para despreciar o ignorar los auténticos contenidos o aspectos sustanciales de la realidad social.

Hace ya algunos años, cuando tuve el honor de ser Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Laguna, organicé unas Jornadas dirigidas al alumnado en las que intervenían una serie de ponentes que pertenecían a distintas profesiones relacionadas con el Derecho (abogados, notarios, registradores, jueces, inspectores de Hacienda, diplomáticos, etc.). Se trataba de informar a los alumnos de las distintas “salidas profesionales” que procuraba la licenciatura, pero sobre todo, de que las personas invitadas como ponentes expusieran su experiencia personal con relación a cómo resolvieron la cuestión de qué hacer una vez finalizaron sus estudios de Derecho. La intervención de Inocencio Arias fue, como ya suponía que iba a ocurrir, no sólo la más brillante, sino también, la más franca y que mejor conectó con las expectativas de los estudiantes. No sólo se retrotrajo a ese momento de duda y desorientación que casi todos hemos vivido una vez finalizamos nuestros estudios superiores, sino que su exposición estuvo plagada de sabrosas anécdotas producto de su dilatada y rica experiencia profesional.

Una vez finalizó su exposición, le pedí que me acompañara a la Secretaría de la Facultad con el fin de entregarle el correspondiente talón por importe, si mal no recuerdo, de cincuenta mil pesetas. Cuando recogió el talón me dijo: “¿Pero está usted loco? ¿Cómo voy yo a cobrar semejante cantidad de una entidad pública por lo que he dicho durante hora y media? De ninguna manera. Ya puede usted modificar la cantidad que figura en el talón”. En ese instante, sentí que me había equivocado y que había infravalorado la retribución que correspondía a una personalidad de la categoría del ponente. Pero aquel momento duró breves segundos, pues D. Inocencio F. Arias me exigió que expidiera una nuevo talón con la cantidad de quince mil pesetas. Saquen sus propias conclusiones. La mía es que estamos en presencia de una persona excepcional.

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