viernes, 20 de junio de 2008

REVOLUCIÓN EN LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA (UNA INTERPRETACIÓN MUY PERSONAL)

De todos los males que se le pueden imputar al régimen de Franco, uno de los que me parece más relevante fue la eliminación, en unos casos física y en otros intelectual, de muchos docentes en los distintos niveles de la enseñanza y, en particular, de la Universidad española. La mayoría de las cátedras universitarias fueron ocupadas no por los profesores más brillantes, sino por los de mayor grado de afección al régimen político instaurado después de la guerra civil, y es obvio, que entre éstos, no se hallaban precisamente los más inteligentes, aunque sí los más oportunistas y también más miserables, mezquinos y hasta deleznables chivatos que a partir de la envidia e impotencia intelectual lograron alcanzar una cátedra. El resultado fue que la Universidad española no empezó a “levantar cabeza” hasta bien entrada la década de los sesenta del pasado siglo.

La generación que transformó la Universidad y el propio régimen político franquista es una generación en la que inevitablemente convergen influencias del pasado con nuevas ideas provenientes de las democracias europeas. La LAU (ley de autonomía universitaria del ministro del gobierno de la UCD González Seara) o la LOU (ley orgánica de Universidades del ministro del gobierno del PSOE José Mª Maravall), son expresivas del nuevo tiempo. La LOU es la expresión normativa de un ideal de universidad inspirado en el mundo anglosajón pero con aditivos típicamente españoles. Entre estos últimos, el fundamental es quizás el representado por el sistema de selección del profesorado y por la institucionalización como parte inherente a la Universidad de lo que durante el franquismo habían sido plataformas de oposición al régimen: los sindicatos y los partidos políticos. Si a este hecho unimos la expansión de la población universitaria y, consiguientemente, del número de universidades a lo largo y ancho del país, el resultado es lo que tenemos en la actualidad en el ámbito de las Universidades públicas.

En cuanto al sistema del selección del profesorado y, a pesar de las diversas reformas de “buena voluntad” que han tratado de cambiarlo, es evidente que el mismo sigue estando inspirado en lo fundamental en una “filosofía” que fomenta como valores a aplicar el del “padrinazgo” y la “cooptación” no sobre la base de méritos objetivos, sino sobre la base de afinidades personales y compraventa de favores. Y por lo que se refiere a sindicatos y grupos políticos (o claustrales, que es la denominación que reciben en el seno de la Universidad), la calidad de las Universidades públicas aparece estrechamente ligada (aunque no sea un parámetro “oficial” aplicado por las Agencias que miden la calidad) a cuál sea su presencia e influencia en la implementación de las pautas de funcionamiento interno de las Universidades.

Es difícil establecer unas conclusiones generales sobre los cambios que necesita la Universidad española, pero el hecho de vivir la situación de mi propia Universidad, me lleva a pensar que tales cambios están aún muy lejanos. Se precisa un mayor nivel de deterioro a todos los niveles, para que finalmente pueda empezar a conformarse de verdad el único cambio que exige hoy y siempre la Universidad: el cambio de mentalidad. Esa es la auténtica revolución pendiente. Mientras tanto sigamos con la adaptación de los Planes de estudio al Espacio Europeo de Educación Superior, o mejor, a los intereses corporativos de los profesores.

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