miércoles, 25 de junio de 2008

CALIFICACIÓN

A los efectos a los que ya estoy habituado, calificar es establecer una valoración de un hecho complejo conformado por una multitud de detalles que de una u otra forma intervienen a la hora de expresar y, sobre todo, cuantificar esa valoración a través de una nota o una calificación académica. En mi condición de profesor, valoro cada año a una multitud de estudiantes que optan por someterse voluntariamente a las pruebas que yo establezco a fin de así poder "superar" mi asignatura. Se que en el fondo, lo que de verdad importa e interesa a la mayoría es aprender la materia, pero también soy consciente de que es para ellos una satisfacción comprobar que su interés y esfuerzo a lo largo del curso se verá finalmente reflejado en la calificación final que obtengan.
Sin embargo, el problema que con carácter permanente está ahí al acecho, es el de error de juicio que pueda cometer el profesor. Será practicamente imposible que el profesor no yerre en algunos casos, al menos, en el sentido de que no exista coincidencia entre la calificación que el mismo establece y la expectativa que albergaba el examinado. Pero en este caso, no se trataría en términos estrictos de un error, sino más bien, de la ausencia de coincidencia entre la calificación del profesor y aquella que establece el propio estudiante respecto a su propio esfuerzo. En principio, la calificación que ha de prevalecer es la del profesor, pero no es extraño que efectivamente pueda estar presente el error por parte del profesor, de ahí la relevancia de que los estudiantes ejerciten con naturalidad y convicción su derecho a presentar reclamación ante una calificación con la que estén disconformes.
Es cierto que hay lumnos que tratan de alcanzar una calificación favorable a través de medios fraudulentos. Tratan, en definitiva, de engañar al profesor, pero también a los demás alumnos y a ellos mismos. En esta sociedad nuestra que ciertamente ha cambiado mucho para mejor en diversos aspectos, es evidente que subsiste aún cierto nivel de simpatía hacia el defraudador. El estudiante que logra "copiar" en un examen, es visto, si no como un héroe, sí al menos como un tío simpático e ingenioso capaz de "tomarle el pelo" a los demás y no sólo quedar impune, sino además, obtener una calificación positiva a partir de la fechoría cometida. Por lo general, estos que ya desde la Facultad cometen fraude, suelen engrosar luego las filas de los corruptos de la política, de la abogacía, de la judicatura, de la inspección de Hacienda, etc. No estaría de más establecer como sanción en estos casos la expulsión del defraudador de la Universidad.
Estamos en época de calificaciones. Esperemos que los errores sean mínimos.

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