jueves, 19 de junio de 2008

SUSAN SARANDON Y SU ECUACIÓN SENTIMENTAL


Es conocida como opinión común aquella de considerar que a los hombres maduritos les gustan las mujeres jóvenes, en tanto que a las mujeres maduritas les ocurre exactamente lo mismo respecto a los jóvenes varones. Es posible que se trate de una opinión debidamente contrastada en el terreno empírico, pero de lo que no cabe duda alguna, al menos para mí, es que Susan Sarandon, además de ser una mujer maravillosa, es una actriz excepcional. Ya se que se trata de una mujer de más de sesenta años, con lo que parece que pongo en cuestión la regla anteriormente señalada. Pero si es así me da exactamente lo mismo. Creo que me enamoré de Susan desde que la vi en Thelma y Louis (1991), de Ridley Scott. Después de todo, ella me lleva sólo pocos años y es una mujer auténticamente joven. Aunque no se si he de empezar a preocuparme, pues creo que también estoy enamorado de nuestra Sara Montiel, sobre todo, porque también es eternamente joven.

Ayer me refería en mi comentario a la recuperación de la memoria histórica en España. En su penúltima película como protagonista central (Aritmética emocional, del director Paolo Barzman), Susan Sarandon representa a una víctima del nazismo que vivió de niña su internamiento como judía en un campo de concentración en Francia (algunos canallas franceses se aliaron con Hitler y se dedicaron a encarcelar a hombres, mujeres y niños judíos que luego eran entregados a los verdugos nazis para ser gaseados en los campos de exterminio). Logró salvar su vida y pudo, como muchos otros judíos, rehacer su vida en América (Canadá). En el film se mezclan dos historias paralelas: la personal de la protagonista y la de los judíos que sufrieron el holocausto.

¿Se pueden separar ambas historias? ¿Es preciso olvidar para poder vivir el presente? ¿Hay que vivir recordando siempre lo que sucedió para tratar de evitar que vuelva a suceder? Estos son algunos de los interrogantes que plantea la película. Como se ve, de total actualidad para nuestra tragedia nacional de la guerra civil y la recuperación de su memoria.

Hay dos momentos en la película que en mi opinión resultan decisivos. Uno es cuando la protagonista, acompañada por un amor de la adolescencia, atraviesa con su coche a toda velocidad las vías del tren segundos antes de que pase el tren. No se trata de una locura, sino de la manifestación de que la vida es puro azar: por cuestión de un segundo lograron esquivar el encontronazo con el tren y la muerte segura; exactamente igual que lo que les ocurrió en el campo de concentración. El otro, es cuando el hijo de la protagonista asume de manera consciente como necesidad el recuperar el libro registro que había llevado su madre de todas las víctimas que entraban en el campo de concentración, y continuarlo con todas aquellas otras que con posterioridad siguen entrando en nuevos campos de exterminio (Camboya, Ruanda, Los Balcanes, etc.).

En fin, les recomiendo que vayan a ver la película y, sobre todo, que vayan a ver a Susan Sarandon.

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