lunes, 16 de junio de 2008

EL TRIBUNAL SUPREMO DE LOS UNITED STATES OF AMERICA (USA)

No lo puedeo evitar. Sé que tengo idealizada a esa potente, plural y vital sociedad que conforma los United States of America. Me identifico incluso con muchos de sus símbolos o, al menos, siento cierto nivel de satisfacción y a la vez también de sana envidia cuando a través de las imágenes compruebo que cuando llega el Presidente a un lugar en el que se le espera, el público se pone en pie y aplaude. Y para nada importa en estos casos que entre el público haya personas que descrepen radicalmente de la ideología o de la política que practica el Presidente. Frente a los Gobernadores de los Estados federados, el Presidente de los EE.UU es el Presidente de la Nación, y esto no sólo se nota, sino que además se reconoce y se respeta por todos. Nada que ver, pues, con ese bochornoso acuerdo adoptado por un claustro universitario que declara persona non grata al Rey de España.
Sí, lo sé, para algunos soy simplemente una víctima de la pródiga, profusa y manipulada camapaña internacional que, financiada por la CIA y por Fundaciones privadas de la extrema derecha, tratan de reclutar en términos ideológicos a incautos intelectualillos diseminados por este mundo, con el fin de así legitimar y justificar las permanentes atrocidades cometidas por el imperialismo yankee. Pues sí, es posible que así sea, pero incluso de esta forma no dejo de admirar a ese país y a a esa sociedad que hace posible, entre otras muchas cosas, que por vez primera un negro pueda llegar a ocupar la presidencia de la nación, y aunque para los de siempre pueda esto interpretarse como una bagatela propagandística más, sólo de imaginar que esto pudiera suceder en España con un gitano o un moro nacionalizado, me entra la risa boba, por no decir que de verdad me entran ganas de mandar al carajo tanto prejuicio injustificado contra los EE.UU
Hace algún tiempo, un colega del mundo del Derecho, conociendo mis simpatías hacia muchas de las manifestaciones de la sociedad y la cultura norteamericana, me ponía como ejemplo contrapuesto a nuestro Tribunal Constitucional el caso del Tribunal Supremo de los EE.UU Allí, decía el colega, los miembros del Tribunal son designados directamente por el Presidente de turno (!horror, por Bush, un auténtico fascista¡), y para colmo permanecen en el cargo hasta que deciden voluntariamente retirarse o hasta su fallecimiento. La conclusión era clara: ¿podía acaso hablarse seriamente de independencia del Tribunal Supremo?
Aunque mi argumentación no le convenciera en absoluto, le expliqué al colega que "a priori" no debía ser motivo de preocupación que en el seno del Tribunal Supremo no existiera equilibrio entre jueces "conservadores" y "progresistas", pues tanto unos como otros trenían muy asumido que al desarrollar su función como tales debían actuar con absoluta independencia, esto es, sujetos en su actuación exclusivamente al Derecho y nunca a la autoridad política que en su caso los nombró. A diferencia de lo que desgraciadamente sucede en España (Tribunal Constitucional, Consejo General del Poder Judicial), en que casi resulta inconcebible que un "progresista" o un "conservador" vote en sentido contrario a lo que propugne la "fuerza política" que lo propuso para ocupar su puesto, en Estados Unidos ocurre generalmente lo contrario.
Esto último lo acabamos de ver en una de las últimas decisiones del Tribunal Supremo. A pesar de prevalecer en su composición los miembros conservadores, el Tribunal, por mayoría, ha considerado que la pretensión del Gobierno federal de negar el acceso de los presuntos terroristas encarcelados en Guantánamo a la jurisdicción ordinaria, es contrario a los principios jurídicos fundamentales del Estado de Derecho.
He de confesar que como jurista, aún conservo la esperanza de que algunos de los magistrados "progresistas" y "conservadores" de nuestro Tribunal Constitucional voten como auténticos magistrados independientes cuando se enfrenten al juicio de constitucionalidad del Estatuto de Autonomía de Cataluña.

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