jueves, 12 de junio de 2008

PROFESIONALIZACIÓN DE LA ACTIVIDAD POLÍTICA


En el ámbito de nuestras percepciones individuales, parece que es bastante común el sentimiento de rechazo a lo que se conoce como “profesionalización” de la política. Esto es, no parece que se valore positivamente el hecho de que un sujeto dedique “toda su vida” a las tareas de representación política. Sin embargo, este sentimiento, que se exterioriza por lo general con ocasión de cualquier conversación al hilo del cortadito mañanero, no encuentra luego expresión en las periódicas convocatorias electorales, en las que el líder político de turno ve por lo general revalidadas sus aspiraciones a seguir ocupando un puesto de responsabilidad política.

Es más, ha ocurrido que en atención a ese sentimiento, algún líder político optó en su momento por comprometerse a fijar un período de tiempo determinado de su mandato, y la consecuencia fue que llegado al término del mismo, muchos de sus electores le reprocharan el haber adoptado una decisión a su juicio imprudente e insensata que contribuyó a favorecer el triunfo del rival político.

Como puede verse, el tema no es de los que permite –como casi ninguno- una solución clara y terminante. En nuestro sistema constitucional (monarquía parlamentaria), el único cargo permanente es el del Jefe del Estado, el Rey. Para algunos cuestionadores de la monarquía, este carácter no electivo y permanente del Rey es manifestación clara de un déficit democrático. Seguramente, muchos de ellos desconocen la historia constitucional de la democracia más afianzada y duradera de la historia, que significativamente acoge en su denominación el término Reino como expresión de una fórmula que se ha mostrado como eficaz y democrática a lo largo de los siglos (Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte). Además, en el caso particular de este país llamado España, cuestionar hoy la legitimidad de la monarquía no pasa de ser un necedad que sin embargo contribuye a desdibujar los auténticos problemas que tiene planteados la sociedad española, y que no son precisamente los relativos a la institución monárquica.

La permanencia de determinados líderes políticos en puestos de responsabilidad de gobierno no es, en principio, algo que deba presentar una connotación negativa. Hay que tener en cuenta que esa permanencia estará siempre condicionada a la voluntad del electorado, y esa voluntad dependerá a su vez de los resultados de la gestión de gobierno que haya realizado el líder político. Sin embargo, dicho lo anterior, también es cierto que el desarrollo del liderazgo político, como ocurre igualmente con cualquier otra actividad humana, con el paso del tiempo se va cargando de elementos rutinarios y de pérdida paralela de elementos ilusionantes capaces de mantener la fuerza originaria con la que se llegó en su momento al cargo. Además, tampoco se puede olvidar que una cosa es la figura del líder político, y otra bien distinta la de todos aquellos otros sujetos que ocupan puestos de responsabilidad política “gracias” al líder, factor este último que hasta el presente no suele ser tomado en consideración por el electorado a la hora de dar su confianza al líder. Sin duda, son éstos a los que de verdad preocupa las veleidades del líder, pues de su decisión última dependerá su continuidad “profesional” al frente de los distintos puestos de responsabilidad política, y sin duda serán ellos los que más insistirán para que el líder reniegue de su posible deseo de no volver a presentarse a la siguiente elección.

En fin, que en esto de la profesionalización de la política hay que ser un poco prudentes cuando hablamos de ella en términos negativos. Todo dependerá de la circunstancias y de los deseos del político, pero sobre todo, de lo que finalmente decidan los ciudadanos al respecto. En esto, Franco, declarándose acérrimo enemigo de la política y de los políticos, fue sin embargo de los políticos que más duró en el cargo. Sin duda, todo un mal ejemplo a seguir, pues el mismo nunca permitió que los ciudadanos decidieran si debía o no retirarse. Fueron causas naturales las que se lo exigieron.

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